miércoles, 30 de septiembre de 2009

La calle de nuestros días y la Sexualidad

Los carteles y escaparates dominan la calle de hoy. La mirada encuen-
tra reclamos en las más diversas imágenes con la peculiar fascinación ma-
croscópica a que nos tiene acostumbrados le cine en sus primeros planos-

Pero el principal instrumento de atracción lo constituye la publicidad visual
de la mujer. La mujer accede a ser instrumento v ob'eto e incluso interme-
diario permanente, entre el atractivo espontáneo y el reclamo artificial. La
primera característica de un ob`eto es su artificialidad; or lo tanto. la mujer
objeto del mundo publicitario se transforma en algo artificial. LOS cabellos
eran postizos o teñidos, usará pestañas artificiales, llevará las cejas maqui-
lladas, su rostro aparecerá completamente sofisticado; es decir, enmasca-
rado. Los párpados sombreados darán un nuevo sentido a su mirada y la
depilación y las cremas harán el resto. La boca ha tomado en el maquillaje
una importancia extraordinaria: es actualmente un auténtico "espejo del
alma", título antaño ostentado por los ojos. Se evidencia un paso de la mujer
hacia la hembra o hacia la mujer-objeto. Esta ambigüedad y sofisticación
de la mujer-publicidad se comunica poco a poco, bajo una velada forma
de ósmosis, al mismo concepto de amor.

La publicidad callejera, utilizando la mujer-objeto como reclamo, nos
infunde un nuevo sentido de la sexualidad. Gracias a ello asociamos, predo-
rizinantemente, el concepto "sexo" al concepto "mujer". Por otra parte,
la pulsión sexual no encuentra mejor medio de excitación que esta mujer-
objeto, o sexo-objeto que, al mismo tiempo, se ofrece v aparece como algo
prohibido por las normas sociales y religiosas, o simplem ente por una mo-
tivación meramente económica.

LA SEXUALIDAD EN LOS TIEMPOS ACTUALES

LA MORAL Y EL COSTUMBRISMO SEXUAL EN LA ACUTUALIDAD

La sexualidad, como hecho humano, esta supeditada a la Historia por
cuanto el hombre es un ser histórico. Por lo tanto, experimenta el movimiento
pendular típico de los hechos históricos.

El seXo primitivo y Sus manifestaciones tenían una eXpresión libre vç
Abierta. La misma civilización, en la que el hombre evolucionaba, fue ce-
ripinclo y aprisionando lo SeXual hasta llegar a transformar esta realidad
humana en un auténtico tabú. Esa transformación, que duró siglos, desvir-
tuó la seXualidad de tal manera que dio paso a diversas desviaciones y a
muchos complejos de culpabilidad. De esta forma, lo seXual se convirtió
en tema obsesivo, sobre todo en aquellas culturas que habían estado some-
tidas a una represión mas intensa de su seXualidad.

Lo que hacía más difícil la situación creada era el desconocimiento Casi
absoluto de todo lo concerniente a la sexualidad. El conocimiento de ello
Sólo ha sido posible, como veremos luego, gracias al progreso de dos ciencias
basicas de la realidad humana: la biología v la psicología. El carácter obse-
sivo de lo seXual, fruto de un auténtico mecanismo de defensa contra una
represión deshumanizadora, dio pie a que las cuestiones seXuales llegasen Aç
hoy a ser estudiadas con más intensidad que nunca v que planteasen nume-
rosos problemas al respecto.

Más difícil sería pronunciarse acerca de si el impulso seXual imprime
una huella en la civilización actual con mas fuerza de lo que pudo hacerlo
en tiempos pasados. Lo que es cierto es que todo el mundo espera una sexua-­
lidad cultivada, libre de represiones anómalas v de visos supersticiosos, y
abierta de nuevo a su auténtico papel: respuesta corporal a un fenómeno
afectivo o amoroso.

Naturalmente, hay que admitir que las manifestaciones instintivas en
general, y en especial la sexual, han experimentado un notable cambio.

El mismo apetito nutricio está biológicamente condicionado y, sin embargo,
a forma de comer ha sufrido un cambio extraordinario desde los primeros
tiempos. Asimismo la manifestación sexual ha perdido intensidad y crudeza.

Del mismo modo que nadie que posea un mínimo de cultura come con los
dedos, tampoco a ningún dirigente de empresa se le ocurrirá pedir "derecho
de pernada" a sus subordinados. Esto parecería hoy tan inconcebible como
a finales del siglo pasado hubiera parecido la libertad que actualmente
gozan los jóvenes de ambos sexos. Sería, no obstante, erróneo deducir de
ello que la influencia del impulso sexual en la humanidad contemporánea
es menor de lo que fue en precedentes épocas.

Nos dice la conocidísima ley de Gay-Lussac que un gas ocupa la forma
del recipiente que lo contiene. Asimismo, todo impulso humano experimenta
cambios de configuración en su aspecto exterior de acuerdo con las normas
propias de la sociedad en que debe manifestarse, sin que ello implique, ni
mucho menos, una disminución de su energía. Lo que ha perdido el impulso
sexual en fuerza y agresividad exterior,. lo ha ganado sobradamente en ex-
tensión, informando ampliamente los más diversos aspectos de la conducta
humana. Esta infiltración difusa del impulso sexual es, probablemente, lo
más característico de nuestra época en esta materia, de tal forma que, al
analizar las motivaciones de la conducta humana y los distintos aspectos
de nuestra civilización, hallamos con sorpresa, la fuerza biológica del impulso
sexual donde menos la esperábamos.

Una de las primeras consideraciones que se nos ofrecen al intentar aclarar
estas cuestiones es el hecho de que en nuestro sistema de vida nos hallamos
sujetos a una serie continua de incitaciones v estímulos que tienden a des-
pertar nuestra sexualidad. La relación `intersexual se va liberando poco a
poco de sus tradicionales reglas normativas, y gradualmente manifiesta su
verdadera estructura en la subjetividad del hombre, en un mundo íntimo
y personal que reflexiona y se observa a sí mismo.

El mismo estudio analítico del amor, de la afectividad y de la Sexualidad
(o sea, la creciente pérdida de distancia del hombre con respecto a sí mismo
y a los demás), se ha desarrollado en forma extraordinaria y se concierta
actualmente en el concepto pansexual del hombre, proporcionado por la
divulgación de las teorías psicoanalíticas y por las estadísticas de temática
sexológica. Los tratamientos psíquicos, proporcionados por la psicoterapia
y la psicología, la educación sexual, los consultorios matrimoniales, el con-
trol de la natalidad, las clínicas de orientación infantil, la pedagogía colec-
tiva v las "human relations", reemplazan en la formación del mundo de los
instintos a las tambaleantes y pretéritas convenciones.

En la actualidad la eXistencia de un mayor conocimiento valoración
de la realidad funciona a modo de principio rector, sustituyendo el clásico
sometimiento a la "norma ética", muchas veces inadecuada a la realidad
humana. Esta situación tiene también como contraste una vertiente negativa.

Existe actualmente un supuesto en el que se basan algunos para considerar
al hombre como un ser que busca el placer y que esta autorizado a buscarlo.

Esto constituye una especie de hedonismo deshumanizador, causado por
una general exigencia a la felicidad instantánea hallada en el orgasmo y
en la llamada "potencia seXual". Es, por otra parte, un peligroso escapismo
a través de una evasión sensorial y epidérmica, algo que al buscarse en la
superficie de nuestro vivir nos aleja de la profundidad que debe tener una
persona bien integrada.

Debe considerarse que esta reducción de la sexualidad a sus elementos
de placer es resultado del profundo influjo de la concepción psicobiológica
del hombre, que ya comenzó con Nietzsche v que en la época actual termina
con Kinsey. Al lado del éxito económico, el éxito Sexual ha llegado a ser
una exigencia vital casi impuesta por las propagandas erotizantes. Hay una
especie de angustia por el orgasmo v un miedo social a la impotencia o a
la frigidez. Todo ello es muy significativo, porque implica una Sexualidad
comercializada concebida como "consumo" o "hobby", e incluso como forma
de llenar el tiempo libre.

Ejemplificando lo dicho con hechos concretos puede decirse que en
Norteamérica esto ha cristalizado en la general v socialmente aceptada
orma de relación intersexual llamada "petting", que se manifiesta en la
juventud de ambos sexos y que es una forma lúdica de actividad sexual
consistente en la provocación del orgasmo sin implicar el coito. Desde Norte-
américa, el "petting" se ha extendido a toda la civilización llamada occidental.

Así, pues, podemos resumir lo expuesto diciendo que el "ahora del sexo"
está ceñido por dos vertientes: una positiva, de liberación madura y ade-
cuada, y otra negativa, deshumanizada v destructora. Naturalmente, el
camino a seguir debe ser el afianzamiento de la vertiente positiva v la liqui-
dación de la negativa, mediante una integración de lo sexual en lo personal
a un nivel de plena madurez v responsabilidad.

La mejor demostración de lo expuesto hasta aquí será la presentación
de una serie de hechos concretos acaecidos en nuestro mundo actual, que
la vez son las más claras manifestaciones de la moral sexual que no es otra
cosa que la generalización del más abigarrado costumbrismo en lo refe-
rente al sexo. La moral sexual (del latín "more", costumbre) es el conjunto
de normas socialmente aceptadas que regulan la conducta de los hombres
en el aspecto sexual v recopilan las más variadas costumbres de las diversas
sociedades de nuestro tiempo.

No obstante, los diversos escándalos públicos en materia sexual demues-
tran un tipo de moral que se oficializó sin la menor convicción, mientras
que, por otro lado, gran parte de la juventud, privada de una pedagogía
sexual adecuada, se inicia en los avatares de la conducta sexual a través de
la prostitución. El acceso al desnudo se democratiza más cada día. Es un
buen atractivo publicitario y bajo diversas etiquetas se le encuentra en el
cine, en la moda y en los espectáculos de "variedades".

Una de las revelaciones fundamentales de la obra de Kinsey es que el
86 % de los adultos viven en ruptura permanente con el código moral que
fingen aceptar o que a veces ellos mismos imponen. La sexualidad actual
tiene un peligro nuevo, que se podría llamar, como en economía, inflación.

La publicidad, la literatura, el cine, la fotografía especializada, el espec-
táculo "sexy", etc., van transformando poco a poco a la sexualidad en algo
obsesivo, larvado v sin posibilidad de satisfacción en muchas ocasiones.

Podría decirse que hemos llegado a la era del "homo eroticus". Pero resulta
más problemático discernir si se ha llegado a la conquista de una libertad
más plena v humanizadora o a una nueva esclavitud deshumanizada. Aquí,
sólo nos limitaresmos a presentar hechos mas o menso rodenadamente
dejando al lector la adopción de una respuesta personal y concreta sobre la
disyuntiva presentada: libertad o esclavitud. Formar opinión o enjuiciar
algo preparando un veredicto personal Supone previamente una gran serie
de datos informativos tomados de hechos concretos. Este trabajo es el que
vamos a realizar aquí en ayuda de esta actitud.

Período científico sexólogico.

Es muy reciente. En nuestros días, los tenaces
prejuicios que pesaban sobre lo sexual han cedido a una doble necesidad
intelectual v social. Entre los primerossexólogos cabe citar a Roux, Féré,
Francillon, Marro y St. Hall, que pretendieron estudiar sintéticamente las
variaciones del instinto sexual. Conviene destacar especialmente a tres inves-
tigadores que, en realidad, son los creadores de la sexología:

1) Havelock Ellis, que consagró toda su obra científica al analisis de
la sexualidad.

2) Sigmund Freud, el creador del psicoanálisis. Pueden citarse muchos
descubrimientos de Freud que han sido capitales para la sexología actual:
existencia y aspectos de la sexualidad infantil (realidad entrevista ya por
Lindner y Sanfort-Bell); las conexiones entre masculinidad y feminidad
psíquicas y los instintos de familia; los célebres complejos de Edipo v Elec-
tra, los estrechos lazos entre sexualidad y psicopatología (neurosis, psicosis
y personalidades psicopaticas), semejanzas entre, sexualidad neurótica y
sexualidad primitiva; la importancia de la afectividad, etc.

3) Gregorio Marañón, cuya obra aporta a la sexología una considerable
contribución fundada en múltiples observaciones clínicas sobre sexomorfo-
logía, variaciones anómalas de los caracteres sexuales, enfoques endocrino-
lógicos, condiciones psicofisiológicas de lo erótico, historia de la evolución
sexual del individuo, y, sobre todo, el estudio de la intersexualidad (herma-
froditismo).

Los máximos representantes de los estudios sexológicos más recientes
han sido algunos de los discípulos de Freud (por ejemplo: Stekel, Marie
Bonaparte, Ferenczi, Adler, Wřexberg, Schwarz, Allers) y algunos biólogos
(como Steinach, Lipschutz y Ratschow,). Finalmente podríamos citar a los
diversos sexólogos que actualmente se dedican a la investigación de lo sexual:
Hesnard, Chauchard y Mac Oraison, en Francia, Pellegrini, en Italia;
Giese y Overzier, en Alemania, Fried, Krich, Begler y Caprio, en Norte-
américa, Lorand, en Inglaterra; Asayama Sin-Iti y Shinozoki—Nolmo, en
el Japón.

Después de esta fundamentación, la sexología ha podido serconsiderada
como una ciencia autónoma, con una visión cada día más clara de sus fines
y de sus métodos.

Período Cíentífico Presexológico.

En este período, la sexología no se dife-
rencia todavía muy claramente de las diversas ciencias biológicas y psico-
lógicas. Pero aparecen ya una serie de observaciones clínicas sobre casos pato-
lógicos, pudiéndose citar de modo especial a Krafft-Ebing, Moll, Raffalovith,
Nacke. En Francia, sobresalieron los estudios de Charcot (uno de los pri-
meros en resaltar la importancia de la sexualidad en los fenómenos huma-
nos), Magnan, Chevalier, Garnier, Vallon, Regis, Laupts, Lacassagne, etc.
Paralelamente a las investigaciones psiquiátricas, cabe destacar las gineco-
lógicas, así como las de muchos patólogos que, entre 1890 y 1899, investigaron
las leyes elementales de la pulsión sexual. Así por ejemplo: Lawson Tait y
Bantok,,]ay1a, Glaeveke, Calmann, Pfister, Bloom, Kippler, etc.
Por su parte, numerosos etnólogos y sociólogos atrajeron la atención
del mundo científico sobre los ritos y costumbres sexuales de los pueblos
primitivos. Se publicaron por entonces los estudios de Marsden, Long, SpiX
Ãlartius, Evre, Lubbock, Andree, Bartels, Boas, etc..

LOS ESTUDIOS CIENTÍFICOS

LOS estudios científicos sobre la SeXua1idad constituyen una ciencia de-
nominada Sexología, que, desde un punto de vista histórico, es una ciencia
reciente. En la génesis y evolución de dichos estudios caben tres períodos.

Período þreoíeízíäoo, que abarca muchos siglos de cultura y en el que pueden
considerarse ciertas descripciones de diversos viajeros y filósofos, muy obje―
tivas por cierto, concernientes a las costumbres sexuales de los pueblos pri-
mitivos, así como diversos estudios de antiguos naturalistas sobre la SeXua-
lidad animal. Cabe citar igualmente las elementales descripciones, más o
menos peregrinas, de algunos médicos y fisiólogos sobre el funcionamiento
de los órganos sexuales. Entre los naturalistas del Renacimiento mencio-
naremos especialmente a Leonardo de Vinci, muy preocupado por las cues―
tiones seXuales. También podrían citarse los estudios de Buffon, Graaf,
Hunter (1762), jacob, Spallanzani (1777), Berthold, etc.

Los primeros biólogos especializados en el estudio de los procesos sexua-
les elementales se dedicaron exclusivamente al mecanismo de la fecunda-
ción. Estos estudios dieron pie a otros más avanzados y elaborados, con mé-
todos mucho más seguros, va en las últimas décadas del siglo XVIII y primeras
del XIX. Puede citarse a Leuvenhoek (descubridor del espermatozoide),
Andry, Bonnet, Van Gleichen-Russworm, Prevost, Dumas, Barry, Nelson,
etcétera. A medida que las ciencias biológicas progresaban, iban esclare-
ciéndose los misterios de la sexualidad. A ello contribuyeron los trabajos
de Reaumur, Lamark, Darwin, etc. Pero todos ellos se ceñían aún única-
mente a los procesos de la fecundación, de la embriogénesis y de la evolución
de las especies.

martes, 29 de septiembre de 2009

Las encuestas en España

La realización de encuestas nO ha tenidO un campO muy prOpiciO en
España. Durante un tiempO nO fuerOn cónsideradas lO suficientemente serias
cOmO para dedicarles alguna atención. En el ámbitO de la seXOlOgía estric-
tamente científicó ha habidO algunOs intentós nOtables de reunir lOs datOs
para elabórar unOs primerOs resultadós sObre la sexualidad en España; han
sidO llevadOs a cabO pOr equipOs de médicós jóvenes que nO dispónen de lOs
mediOs suficientes para efectuar una indagación sObre la realidad sexual.

Más escasas, pOr nO decir inexistentes, sOn las encuestas que abórdan
la sexualidad desde un puntO de vista nO médicó, sinO sOcial.
Publicada pOr la revista Í72ćz‛z`Cć apareció en el mes de enerO de 1967 una
H encuesta sObre el cOmpOrtamientO sexual del varón barcelónes. LOS inves-
tigadóres ——lOs escritOres Lidia Falcón y EliseO BayO— realizarón el trabajó
cOmO una primera experiencia que habría de ser trasladada pósteriórmente
a tOdO el país.

distan de poseer las muestras individuales. LOS entrevistados incurren en
repetidas contradicciones. Primera diñcultad: la urgencia de reducir a pa-
labras y definir su propia conducta. Les causaba extrañeza tener que en-
frentarse con preguntas cuyas respuestas venían a ser obvias para ellos. NO
se habían interrogado nunca a sí mismos. Enfocaban las preguntas sólo desde
el plano material, y Se exasperaban cuando creían no acertar con las res-
puestas.

Eran duros O benevolos en el enjuiciamiento de los problemas, Según
estimaran que su postura se hallaba a salvo o no. Se manifestaron severos
en la salvaguardia de lo que consideraban su seguridad. Admitieron que
cuando se casan ejercen una dictadura... Se consideraban guardianes y
depositarios de las "garantías familiares". Se creían merecedores de toda
clase de privilegios y de disculpas por sus "debilidades". Desean que la mujer,
a la que coníiesan amar sobre todas las cosas, constituya para ellos una es-
pecie de reclinatorio O de desahogo de sus impulsos."

Las italianas Se Coußesau

Después de haber escuchado las confesiones de los italianos y de haber
ido a buscarles a lo largo de toda la geografía italiana, Gabriella Parca pu-
blicó un libro sobre la condición de la mujer. Esta vez tuvo que renunciar
al sistema de encuesta porque, comprendiendo bien a sus conciudadanas,
sabía que no obtendría un material aprovechable. Después de ver lo que
el varón italiano opina de la mujer y de conocer su comportamiento sexual,
es fácil dibujar el cuadro de las mujeres. Mariella Righini decía en Le Nouvel
Observateur, comentando el libro de Gabriella Parca: "Las italianas se con-
fïan fácilmente. A cOndición de que nO se las interrógue. jamás verá el SOI
en nuestra patria un infórme cOmO el de Kinsey. El verdaderó rOStrO de nues—
tra hermana latina es necesarió buscarló en la penumbra de lOs cOnfesiO­
nariós O en el anOnimatO de lOS "cOrreOs sentimentales"." Y aquí es precisa-
mente dOnde Gabriella Parca fue a buscar el material. Examinó miles de
cartas dirigidas a dOs de lOs Semanariós de más difusión en Italia pOr mujeres
cuyas edades Oscilaban entre trece y sesenta añOs. Las cómunicantes anó―
nimas abrían sus secretOs y manifestaban la tOrtura en que estaban viviendó.

Una de las muchachas planteaba su "casO": se había prOmetidO a un jóven
y las respectivas familias se hallaban pOr fin dispuestas al matrimOniO. PerO,
un día, la muchacha recibió un anónimO en el que se le decía que había sidO
"deshOnrada" a lOs OchO añOs. La muchacha explicaba en su cOrreO senti-
mental que ni siquiera Se acórdaba de aquel hechO, perO que, sin embargo,
había decididó rOmper el nOviazgO. "¿ Qué va a ser de mí?", se preguntaba
angustiósamente. Otra cómunicante se tórturaba pOrque, según ella, había
perdidó la virginidad pOr un accidente cuandO era niña. Sus futurOs suegrOs
querían cOmprObar su virginidad y ella nO sabía que hacer. Otra muchacha
manifestaba que su hermana había sidO seducida, hacía añOs, pOr un indi-
viduo que nO había queridO casarse. La cómunicante expOnía su próblema
cónsistente en si debía cómunicar a su nOviO la "desgracia Ocurrida a su her-
mana”. LOS ejemplós se prOlOngan hasta las cien cartas selecciónadas y pu-
blicadas pOr Gabriella Parca.

El divorcio

El 55 por cien de los entrevistados por Gabriella Parca se muestran favora-
bles al divorcio y sumados a otros porcentajes más pequeños que se inclinan
por un divorcio condicionado, especialmente a la existencia o no de hijos,
constituyen un total de 67 por cien: 2 de cada 3 entrevistados. Estos datos
son un poco distintos de los obtenidos por un sondeo Doxa, en 1949, en el
cual resultaban favorables el 40 por cien de los entrevistados. es decir 2 de
cada 5. Se hallan más conformes con otro sondeo más reciente, aunque limi-
tado a una pequeña ciudad siciliana de 70 OOO habitantes, efectuado por la
pedagoga María Riciardi Ruocco, en el cual se declaraban favorables el
54 por cien de los entrevistados.

En Italia nacen 50 OOO hijos ilegítimos al año y la exigencia de una reforma
(aunque ningún partido político se ha atrevido a afrontar el problema hasta
ahora) ha entrado en el ánimo de los italianos.

Reacciones ante el adulterio

Los hombres entrevistados, cuando debían responder a la pregunta de
cómo reaccionarían si Se enteraran de que su mujer les traiciona, se pronun-
ciaron por una serie de alternativas. Gasi todos coincidieron en que se sepa-
rarían de ella y muchos de ellos afirmaron que llegarían a recurrir a la vio-
lencia. Muy pocos optaron por intentar comprender las causas del adulte-
rio y procurar un remedio adecuado y racional.
Pero, cuando la pregunta les fue hecha en sentido contrario, es decir,
cómo juzgaban ellos que debería reaccionar la esposa ante el adulterio del
marido las respuestas fueron muy distintas. La gran mayoría que en el caso
anterior se pronunciaron por la separación, piensa que la mujer debería
perdonarlo y mostrarse más dulce y afectuosa que nunca para intentar
reconquistarlo.

El adulterio

"Si es verdad ————dice Gabriella Parca—— que el adulterio es la válvula
de Seguridad del matrimonio, es preciso reconocer que en nuestro país se
corre en esto bastante deprisa. Más de la mitad de los casados entrevistados,
exactamente el 51 por cien, han tenido relaciones eXtraconyuga1es." Los
motivos del adulterio no están muy claros. "Entre nosotros -—dice Gabriella
Parca——— el adulterio del hombre es más que nada un hábito mental, que
nace del modo tradicional de considerar a la mujer: una buena mujer que
se ocupa de la casa y de los hijos y a quien, a cambio de esta prestación, se
tiene la obligación de mantener... Tener relaciones con otra mujer es para
el hombre "un hecho natura1", dicen los entrevistados. "Es un cretino quien
no lo hace" porque "e1 hombre es cazador", porque "lo hacen casi todos".
Mientras que la idea de que la mujer pueda tener relaciones extraconyugales
es totalmente inconcebible, "quizá porque la mujer ha sido siempre la contra-
figura del hombre", afirma un obrero o porque "la mujer es más fría, más
tranquila, no tiene necesidad fiSiológica", asevera un obrero piamontés.

Gabriella Parca demuestra con su encuesta que rara vez se tienen las
relaciones extramaritales con prostitutas o con muchachas solteras, sino que
en la mayoría de las veces se tienen con mujeres casadas.

La virginidad de la mujer

"Uno de los pilares de la moral oficial que regula las relaciones entre los
Sexos es la virginidad de la mujer", constata categóricamente Gabriella
Parca. El 52 por cien de los entrevistados de toda Italia (el 72 por cien en
el Sur, el 49 por cien en el centro y el 39 por cien en el Norte) consideran
importante casarse con una mujer virgen.

El 50 por cien en toda Italia (el 76 por cien en el Sur, el 47 por cien en
el centro v el 36 por cien en el Norte) han tenido su primera relación Sexual
con una prostituta.

Las encuestas en Italia

El Comportamiento del varón italiano
Gabriella Parca, socióloga y escritora, escribió un libro "Los italianos
se confiesan" que levantó una oleada de comentarios apasionados. Volvió
a la carga con un libro sobre el comportamiento sexual del varón italiano:
LOS Sultćmes. Acompañada de una colaboradora, Gabriella Parca recorrió
cerca de diez mil kilómetros y entrevistó a l.Ol8 hombres de la ciudad y
del campo que equivalen al 0,1 por 1.000 de la población masculina italiana
entre los veinte y los cincuenta años. Registraron las Conversaciones en un
magnetófono y, una vez recogidos los datos, extrajeron las conclusiones.

En el prólogo de I Sultani, Gabriella Parca avanza algunas cifras. El
1,8 por Cien de los entrevistados lamenta el Cierre de las Casas de prostitución.
El 71 por cien ha sostenido relaciones con prostitutas y el 66 por cien dice
que es importante casarse con una mujer virgen. El 75 por cien juzga mal
7 o pone en entredicho a una muchacha que haya tenido relaciones Sexuales
antes del matrimonio.

" Según Gabriella Parca, una Característica del hombre italiano es su
apego a la madre. Esta fijación actuará de manera determinante a la hora
en que el italiano elija esposa: buscará a una mujer dulce y comprensiva,
siempre dispuesta al perdón.

En el 50 por cien de los casos, los entrevistados han tenido su primera
relación Sexual con una prostituta; el 35 por cien con una muchacha; el
6 por cien con una mujer casada; el 4 por cien con la novia; el 3 por cien
con la esposa y el 2 por cien con la criada. La edad media para la primera
relación Sexual, en el sur de Italia, es a los l6-l7 años. Un hombre se aver-
güenza Si a los veinte años no ha tenido relaciones sexuales. Como es Sabido,
el valor de una mujer allí radica en su virginidad antes del matrimonio y
en su fidelidad después. El delito de honor (el ultraje a una muchacha recae
en la familia de ésta) cuesta anualmente un buen número de víctimas. El
hombre se habitúa a dividir a las mujeres en dos categorías: las que se ha-
cen respetar y las "otras". Entre las primeras elegiráa su mujer; las otras
le servirán para satisfacer sus instintos Sexuales.

Respecto de la vida sexual de los italianos antes del matrimonio, la en-
trevistadora manifiesta sus recelos ante las declaraciones de los interrogados
por dos motivos: "porque existe entre nosotros —­-dice- el mito de la viri―
lidad v porque, en general, el hombre italiano está insatisfecho de su vida
Sexual y es llevado a compensar con la imaginación lo que le falta en la rea-
lidad."

Sobre la vida sexual de los italianos se alza una protagonista de gran
importancia en los años que preceden al matrimonio: la prostituta. La re-
lación con la prostituta difícilmente puede ser satisfactoria, porque le falta
la participación afectiva. A este nivel las relaciones entre los sexos Se hallan
rotas y separadas por un abismo infranqueable. La mujer es tenida como
objeto, como instrumento de satisfacción. Gabriella Parca señala las con-
secuencias de este tipo de relación: el hombre se habitúa a no tener la mí-
nima cuenta de las reacciones de su compañera, llevándole al egoísmo más
completo... pero sobre todo, representa un grave handicap en sus relaciones
con otro tipo diferente de mujer, y en particular, con la esposa, cuando
la tenga. Probablemente este hábito es la principal causa de su insatisfacción,
de la cual, a su vez, no tiene conciencia, y de la frigidez femenina tan difun-
dida en Italia.

lunes, 28 de septiembre de 2009

La Conducta Sexual del varón

El informe Kinsey también demostró que los hombres obtenían la ma-
yoría de sus desahogos sexuales, pasados quince años de matrimonio, al
mar en de sus es osas. A los Cincuenta cinco años uno de cada dos norte-
americanos tenía un "lío" extraconyugal.

Una de las revelaciones más escandalosas del informe Kinsey fue la que
se refería a las practicas homosexuales del hombre norteamericano. El des-
cubrimiento fue difícilmente digerido y no faltaron voces que acusaron a
los investigadores de haber falseado los resultados. Los defensores de la
contrarrevolución sexual aceptaron los datos de la encuesta y propalaron e
la teoría· de que el incremento de la homosexualidad era una Consecuencia
de los logros obtenidos por la mujer en su lucha por los derechos. Según
ellos, la mujer se había "masculinizado" al obtener la igualdad de derechos
y, en consecuencia, el hombre Se había "feminizado". Pero el hecho es que
e los datos de Kinsey no demostraban que hubiera habido incremento de la
homosexualidad en la generación que siguió a las conquistas feministas.
El 37 por ciento de los hombres habían tenido, por lo menos, alguna experien-
cia homosexual el l3 or ciento eran redominantemente homosexuales
or lo menos durante un eríodo de tres años entre la edad de los 55
y el 4 por c1ento eran exclusivamente homosexuales (unos dos millones de
hombres).

LOS resultados del informe Kinsey fueron un revulsivo demasiado pode-
roso para la sociedad norteamericana. Cualquier consideración que se pue-
da hacer sobre ellos demostrará mil facetas distintas de la realidad. La en-
cuesta arrumbó algunos mitos. A título anecdótico basta citar cómo Se des-
i moronó gracias a los descubrimientos de Kinsey una de las teorías que j
había estado en boga años _anteS de la publicación de la encuesta y que in-
tentaba demostrar que cuanto más culta sea la mujer, mayores probabili-
dades habrá de que se le produzcan desórdenes sexuales más o menos gra-
ves (Farnham y Lunberg). Diez años después Kinsey demostraba que el
número de mujeres cuyo goce sexual era total en el matrimonio, v el número
de las que lo conseguían casi el 100 por cien de las veces, estaba relacionado
con su educación intelectual, en el sentido de que cuanto más cultas eran,
mayores probabilidades tenían de conseguir una satisfacción sexual plena.

Los dos informes Kinsey (sobre el comportamiento sexual del hombre
y de la mujer, respectivamente) realizados laboriosamente por un equipo
de colaboradores, exponían a la luz todas las particularidades del compor-
tamiento sexual. Los datos que más escandalizaron a la sociedad norteame-
ricana fueron: el 86 0/O de los menores de treinta años habían tenido relaciones
sexuales prematrimoniales (entre las mujeres esta cifra bajaba hasta el 50 0/Oy)
el 97 0/O de los hombres entrevistados se habían comportado, al menos una
vez en su vida, en alguna forma que esta penada por la ley de los Estados Uni-
dos; el 70 0/O habían tenido relaciones con prostitutas y el 4-O 0/0 de los hom-
bres casados habían tenido relaciones extramatrimoniales.



La lucha contra los grandes mitos
Los constantes estudios y encuestas sobre la realidad sexual han servido
de base para una apertura y una mayor responsabilización de las propias
vivencias. De la misma forma que en el siglo pasado los relatos sobre la vida
de los pueblos naturales y la exposición de otras formas de vida, significaron,
por el contraste que ofrecían con la Sociedad occidental, un revulsivo y una
puesta en marcha de las potencialidades reprimidas, las encuestas y la inda-
gación sobre el individuo en nuestros días han—impulsado los conocimientos
Sexuales por una vía positiva. Todos los aspectos de la convivencia y de la
relación entre los sexos han sido convenientemente analizados, disecció-
nados, expuestos y contrastados. La sexología ha abierto en nuestro tiempo
uno de los capítulos más prometedores; la "purificación" a que nos refería-
mos, si bien pasa por un período de inevitable sufrimiento -—como ocurre
en cualquier tratamiento terapéutico- traza un camino para la realización
completa del hombre y para el logro de su máxima felicidad.

Òtros investigadores han fijado su objetivo en otras zonas. Se ha indagado
―siempre será poco lo que Se haga en este sentido-- sobre la institución
matrimonial y se han descubierto algunas causas de la infelicidad y del fra-
caso de tantas parejas.

Albert Ellis, en su notabilísima Obra "La tragedia sexual norteamerica-
na", ha conseguido establecer las bases de un entendimiento positivo y fruc-
tífero; sus observaciones han demolido buena parte de los mitos que operan
sobre los individuos. La incompatibilidad sexual ha figurado como una de
las causas determinantes de la mayoría de los divorcios habidos en Norteamé-
rica. La inmensa mayoría de las situaciones definidas como incompatibilidad
sexual son, en realidad, desconocimiento de la mecánica Sexual. En el estu-
dio de K. B. Davis -—―señala Albert Ellis- hallamos pruebas de la frigidez
de las mujeres. Davis comprobó que el 26 por ciento de 2.000 mujeres casa-
das eran frígidas; en el estudio de 9.000 mujeres practicado por el "Margaret
Sanger Bureau" se llegó a la conclusión de que "una de cada cuatro muje- I
res no reaccionaba bien desde el punto de vista sexual"; y en un estudio
clínico de 500 mujeres casadas se comprobó que solamente el 47 por Ciento
desarrollaba una vida sexual satisfactoria. Los resultados del informe Kinsey
demostraban que el 17 por ciento de las mujeres del muestreo practicado
no experimentaban el orgasmo después de cinco años de matrimonio, y
que después de 20 años el ll por ciento jamás había llegado al orgasmo,
otro 13 por ciento lo experimentaba menos de un tercio de las veces que las
mujeres incluidas copulaban, y otro 12 por ciento alcanzaba el orgasmo
aproximadamente la mitad de las veces que realizaban el coito conyugal.

Las causas de la frigidez sexual habrían permanecido ocultas si no se
hubieran lanzado sobre ellas las técnicas de la investigación y de la encuesta.

Una a una las personas que se creían frígidas fueron analizando las causas
de su comportamiento. Los encuestadores reunieron los datos y pudieron
presentar una visión global del problema. Albert Ellis y otros importantes
historiadores del sexo establecieron que la frigidez es siempre resultante
de los grandes mitos y del "folklore" de las relaciones prematrimoniales.

Antes del matrimonio se incita a las muchachas a que sean provocativas hasta
el extremo, se les enseña a tentar al hombre, pero al mismo tiempo las rígi-
das normas del comportamiento les exigen "no caer". La consecuencia es
que se opera en su conciencia un trauma, verán siempre en el acto sexual
una acción torpe y vergonzosa. Al propio tiempo, operan sobre la conciencia
los grandes "Mitos del Coito". La copulación habrá de realizarse de una
manera determinada y cualquier forma que se aparte de la tradicionalmente
consagrada por las normas deberá ser desechada. A este respecto cita Albert
Ellis el "gran mito del orgasmo vaginal" que tantas zozobras ha causado
A a las mujeres, tantas frigideces ha engendrado y tantos matrimonios ha hecho
naufragar. Albert Ellis deshace el mito en los siguientes términos: "Como
Lombard Kelly ha insistido durante años y como Alfred C. Kinsey y
sus colaboradores han reafirmado en Conducta Sexual de la mujer, los corpúscu-
los sensoriales de los genitales de la mujer (que son análogos a las papilas
gustativas de la lengua o a los corpúsculos olfativos de la nariz) parecen
ubicados exclusivamente en el clítoris y no en toda la vagina. Las mujeres
(como los hombres) pueden alcanzar el orgasmo aunque estos corpúsculos
no sean estimulados directamente (como cuando, por ejemplo, son indi-
rectamente estimulados a través de otras sensaciones erógenas, o a través
de procesos psicológicos); pero por lo Común, los orgasmos femeninos son
en realidad orgasmos del clítoris. La unión del pene y la vagina puede pro-
mover el orgasmo al proveer estimulación indirecta a los corpúsculos Sen-
soriales situados en el clítoris; o en ciertas posiciones Copulativas, puede
determinar la estimulación directa del clítoris propiamente dicho. Poco
importa: el orgasmo femenino es de todos modos esencialmente clitorídeo
y no vaginal."

Al final de su documentadísima obra, Albert Ellis propone algunas de
las normas que él incluiría obligatoriamente en un código Sexual y ama-
torio inteligente, equilibrado y humano. Queremos señalar algunos de los pun-
tos que nos merecen especial interés: "Debe fundarse en la premisa de que
ningún acto sexual amatorio o conyugal debe ser proscrito o desalentado,
a menos que específica, innecesaria, gratuita y forzosamente determine que
un individuo lesione a otro u otros individuos." "Debe fundarse en la premi-
sa de que los hombres y las mujeres poseen necesidades sexuales biológicas
que pueden ser considerablemente modificadas por las costumbres y los
dictados del medio, pero que hasta cierto punto son irreprimibles." Propone
Albert Ellis que el código sexual racional sea consecuente y esté libre de con-
tradicciones, que sea honesto y sin hipocresía, esencialmente idéntico para
ambos sexos y que Si favorece a un sexo, lo haga únicamente en la medida
en que los miembros de dicho sexo necesiten realmente protección especial:
"Se fundará en una comprensión de las relaciones sexuales y amatorias
arraigadas directamente en la observación concreta, en el estudio clínico
y en la experimentación controlada. Por consiguiente, ha de ser un código
flexible que podrá variar a medida que los clínicos y los hombres de ciencia
realicen nuevas observaciones sobre el sexo, el amor y el matrimonio."

Albert Ellis ha llegado a estas conclusiones después de numerosos años
de vida entregada al estudio del comportamiento sexual; la validez de sus
proposiciones son refrendadas por el éxito obtenido, después de un largo
período de incomprensiones y de recelos. Según él, el código sexual de un
pueblo civilizado debe ser, ante todo, "flexible, no tradicional y objetivo".

No partirá de la premisa de que sólo un sistema de vida sexual y conyugal
es correcto, justo y apropiado, ni creerá que todos los individuos de una
sociedad dada deben ajustarse rigurosamente a dicho modo de vida. Por el
contrario, aceptará la idea de que existen muchas formas posibles de resolver
muchos diferentes problemas sexuales y amatorios, y que quizá sea más
conveniente dejar la solución de la mayoría de estos problemas al apren-
dizaje, a la reflexión y a la experimentación permanentes antes que a un
decreto dogmático e inmutable.

En el código de Albert Ellis se dan cita las conquistas más sobresalientes
de los científicos que han estado laborando por el esclarecimiento de la
realidad sexual. Han podido surgir en un país en que la contrarrevolución
sexual se alterna con las ideas más avanzadas en el campo de la sexología.

El Informe Kínsey- Escándalo

"La tragedia sexual norteamericana" se percibía en el ambiente. Se
aludía a ella, pero no se atrapaban los hechos concretos. Se hallaba diluida
y aunque todo el mundo hablaba de ella, nadie podía ofrecer una visión
global del problema. A Kinsey y a su equipo de investigadores correspondió
el acierto de mostrar la silueta definida del hombre y de la mujer norteame-
ricanos. Es verdad que la aparición de los informes fue rodeada de un ambiente
poco propicio a la reflexión científica y que los aspectos sensacionalistas del
problema encubrieron la verdad incontrastable de una "tragedia seXual".

A pesar de la oleada de sexualidad que inundaba el país a través de todos
los órganos de difusión, el comportamiento sexual estaba encubierto por
los ropajes de la más vieja hipocresía. Kinsey vino a demostrar que el com-
portamiento del hombre y de la mujer norteamericanos se hallaban más
cerca de la “perversión" que de la "normalidad". Ambos conceptos tuvie-
ron que ser replanteados. ¿Dónde están los límites de ambos? ¿Cuándo
un comportamiento sexual deja de ser "normal" para pasar a ser "perverso"?

La polémica dio su fruto y pudo consolidarse la base mínima de que sólo
los condicionamientos sociales definían la anormalidad de una actitud sexual.



La Conducta Sexual de la mujer
En los interrogatorios de Kinsey a 5.940 mujeres apareció que éstas,
después de diez o quince años de matrimonio, demostraban un apetito sexual
superior al que sus maridos podían satisfacer. Una de cada cuatro, al llegar
a la cuarentena, había tenido ya alguna experiencia sexual extramatrimonial.

La encuesta que hizo Betty Friedam en una zona residencial neoyor­ A
quina demostró también que las entrevistadas estaban ansiosas de que se
les preguntase sobre el aspecto sexual. Las relaciones extramatrimoniales
eran buscadas como válvula de escape de una situación opresiva y como
búsqueda de la personalidad.

Las encuestas y los informes sexológícos en la sociedad norteamericana

Max Lerner en su obra "America as a Civilization" afirma categórica-
mente que "Norteamérica ha llegado a dar más importancia al sexo que
cualquier otra civilización desde la romana". Numerosos historiadores y
sociólogos, a quienes se unieron ya hace tiempo un nutrido grupo de mé-
dicos, han puesto el acento en la creciente preocupación por las cuestiones
sexuales en los Estados Unidos. David Riesman llama al sexo "la última
frontera" y aduce como una de las causas fundamentales del fenómeno las
conquistas cotidianas de l.a llamada sociedad "de la opulencia”. "A medida
-dice Riesman -— que disminuye la preocupación por el trabajo, la sexua-
lidad impregna la mente durante las horas del día y durante los ratos de
ocio. Se la considera como una mercancía de consumo, no sólo para las
antiguas clases ociosas, sino para las masas modernas con mucho tiempo
libre..." La observación de Riesman no llega a tocar las raíces del problema,
aunque se aproxima notablemente a ellas. La sexualidad impregna también
la mente de la persona que se halla agobiada por el trabajo y de aquella
que no encuentra en su actividad cotidiana el necesario aliciente. Intenta
realizarse a través de la imaginación sexual y el erotismo se convierte en una
de las primeras realidades nacionales.

La contrarrevolución sexual que siguió a un período de auge de un com-
portamiento sexual más dinámico y más abierto volvió a imponer los mitos
sexuales en la sociedad americana. Del erotismo se pasó a las formas públi-
cas de la pornografía. La contradicción ejercida sobre el sexo, basada en
una publicidad abierta de actitudes sexuales que no podían Obtener su cul-
minación lógica, provocó una serie de traumas y desencadenó un conflicto
de proporciones colectivas. El Dr. Strecker, en su informe publicado en 1946,
reveló que tres millones de hombres sufrieron de psiconeurosis en los pri-
meros días de su incorporación a filas a causa de su falta de madurez y de
su incapacidad para enfrentarse con el cambio radical experimentado en
su vida.

Se pretendió que la sexualidad fuera una válvula de escape y un susti­
tutivo, pero, al ser establecida sobre bases falsas, estalló, pasado un tiempo,
y creó la "tragedia sexual norteamericana", tan brillantemente diagnosti-
cada por Albert Ellis. La agudización del problema se debió también, fun-
damentalmente, a la reclusión de la mujer en los estrechos límites del hogar;
después de su epopeya feminista, de una lucha enérgica por conquistar
un puesto en la sociedad, la mujer sufrió un ataque frontal y solapado a la
vez que la despojó de su personalidad y la convirtió en un objeto casi eXclu―
sivamente sexual. "En los quince últimos años -―dice la autora feminista
Betty Friedam- la frontera de la sexualidad se ha visto obligada a exten­
derse quizá más allá de los límites posibles, para llenar el tiempo libre, para
colmar el vacío creado por la negación de más elevados objetivos y metas.

El creciente apetito sexual de las mujeres norteamericanas ha sido demos-
trado documentalmente hasta la saciedad por el informe Kinsey, por los
sociólogos y los novelistas de los barrios residenciales, por la publicidad
destinada a las masas, anuncios en televisión, cine y las revistas femeninas
que alcahuetean fomentando el voraz apetito femenino por las fantasías
sexuales. No es una exageración decir que varias generaciones de inteligentes
mujeres norteamericanas han sido reducidas con éxito a criaturas meramente
sexuales, a buscadoras de la sexualidad.

Albert Ellis, presidente de la Sociedad del Estudio Científico del Sexo
y jefe del Consejo Nacional de Relaciones familiares, uno de los hombres
más versados en las cuestiones sexológicas, ha dedicado buena parte de su
actividad a seguir implacablemente todas las manifestaciones sexuales que
se dan en la sociedad norteamericana. Sus libros y sus enciclopedias sobre
el sexo incluyen el arsenal más abundante de datos sobre el comportamiento
sexual norteamericano. En enero de 1950 y en enero de 1960 estudió todas
las alusiones al sexo en los periódicos, revistas, emisiones radiadas y televi­
sadas, canciones populares, novelas, etc. Las palabras referentes al acto X 1,
sexual habían aumentado considerablemente de una fecha a otra. Los ins-
rrumentos de difusión se referían abiertamente a los "órganos sexuales",
"cópulas", "fornicación", "adulterio", etc.

"Las descripciones ———decía Albert Ellis_—— de los órganos sexuales... son
tan frecuentes en las novelas modernas que uno se pregunta si se han con-
vertido en un requisito para poder incluirlas en las listas de los libros más
vendidos. Como quiera que las antiguas y discretas descripciones del coito
parece que han perdido su capacidad de excitar al lector, e incluso las des-
viaciones Sexuales se han convertido ahora en lugares comunes de la novela
moderna, el actual y lógico paso parece consistir en las descripciones deta-
lladas de los órganos sexuales..."

Albert Ellis eligió un método de investigación original que había de
resultarle extraordinariamente fructífero. Sus encuestas y sus investigacio-
nes se ciñeron preferentemente al estudio detallado de los más importantes
órganos de difusión; a través de ellos se canalizaban los impulsos irracionales
y dirigidos de la sexualidad.

LAS ENCUESTAS DE SEXOLOGÍA

Podríamos decir que la conquista de la realidad sexual se ha obtenido
particularmente en nuestro Siglo. El largo peregrinaje por los terrenos de
la sexualidad, los avances y los retrocesos experimentados en su búsqueda,
el premioso afianzamiento de las bases científicas, desembocaron, por fin,
en una etapa en que el sexo fue considerado como una realidad insoslayable
de la persona humana sobre la que había que investigar profunda e inin-
terrumpidamente.

Cuando los tabús que habían estado proyectando una zona de sombra
Sobre uno de los aspectos más vitales de la totalidad humana fueron atacados
y demolidos por las observaciones y los hallazgos científicos, se produjo
una exaltación del sexo, un estallido que fue tanto más violento cuanto
mayor había sido la represión que se había operado sobre él. Se llegó, tam-
bién, a la observación de que los mitos y los tabús sexuales habían sido ali-
mentados cuidadosamente por las capas conservadoras de la sociedad que
fueron reemplazadas de su función dirigente. Es decir, la sociedad humana
había entrado en un proceso de "purificación"; después de haber sido some-
tidas a crítica y consecuentemente modificadas las estructuras socioeconó-
y micas y políticas, fueron puestas en tela de juicio otras estructuras sobre las
que se basaba el comportamiento más íntimo de los hombres. Esta segunda
etapa de "purificación" o de demolición no ha encontrado todavía su punto
culminante. Los tabús y los mitos no se ejercen impunemente y no pueden
ser extirpados con la facilidad con que Se amputa un apéndice físico. La
historia humana se halla sobrecargada de experiencias que se sedimentan
en la conciencia individual y colectiva. Constituyen un lastre para el correcto
desarrollo y hay que contar con ellas como con cualquier otra realidad.

Los tabús sexuales estuvieron presentes en la trayectoria de todas las socie-
dades, han llegado hasta nosotros y forman carne de nuestro cuerpo. Si las
técnicas psicoterapéuticas individuales tienen una aplicación lenta y se ne-
cesita mucho tiempo para lograr un resultado positivo, debemos comprender
cuán laborioso ha de ser el proceso de liberación colectiva de los mitos.

Por supuesto, una vez encarrilados en la vía científica los resultados se y
hacen cada vez más palpables y el ciclo de liberación se torna más corto.

No hace falta ser estudioso de la materia para comprobar la enorme produc-
ción de estudios y de ensayos que se publican cada año.

El auge de una actitud científica provoca, por otra parte, una oleada de
vulgarización sobre la materia, hasta el punto de que muchas veces resulta
difícil al individuo no suficientemente preparado descartar los trabajos serios
de lo que es simplemente literatura barata. Nuestros tiempos están marcados
por el signo de la sexualidad. Cualquier persona de mediana edad en nues-
otros días puede comprobar que se ha pasado de una clandestinidad del com-
portamiento sexual a un exhibicionismo generalmente fraudulento. La lite-
ratura, la radio, el cine, la televisión y los anuncios que cubren las vallas de
las ciudades y de las carreteras recurren al erotismo para atraer la atención
de los ciudadanos. El individuo se halla presionado por un torrente de ideas
sexuales que le obligan la mayoría de las veces a revisar su propia conducta
y le introducen en mundos desconocidos. Cuando se habla machaconamente
de que el individuo debe realizarse personalmente, casi siempre queda im-
plícito que se trata de una realización sexual.

El período científico de la sexualidad ha de pasar necesariamente por
un sondeo del comportamiento sexual. Se ha dicho también que nuestra
época es la era de las estadísticas y de las encuestas; en cualquier país me-
dianamente civilizado existen institutos de opinión pública encargados de
establecer el cuadro de las fluctuaciones del comportamiento y de las acti-
tudes de los ciudadanos. Estos centros prestan una colaboración valiosa al
Estado y a cuantas instituciones se hallen interesadas en la marcha de los
asuntos públicos y privados. La técnica de las encuestas se ha enriquecido
notablemente hasta el punto de que cada vez reducen más las posibilidades
de error; la elaboración de los muestreos se realiza meticulosamente de forma
que todos los ciudadanos son susceptibles de hallarse incluidos en ellos.

La ciencia sexológica ha recurrido frecuentemente a las encuestas para
establecer unas líneas determinadas del comportamiento sexual. El instru-
mental que precisan es sumamente costoso y son pocas las encuestas que
han logrado una aproximación valiosa al fondo del problema. En general,
sólo unos equipos protegidos por instituciones poderosas han podido llevar
a cabo la ingente tarea de recoger un muestreo amplio. Existen, por otra
parte, intentos muy estimables de investigadores privados que arrojan sobre
sus hombros la responsabilidad de llevar a cabo la tarea con sus propias
fuerzas.

En principio, podemos establecer dos tipos de encuestas sexológicas com-
pletamente diferenciadas: las realizadas por médicos sobre casos clínicos o
por médicos cuyo interés primordial consiste en hallar unos resultados estric-
tamente científico-médicos, y las llevadas a cabo por sociólogos e incluso
por escritores que pretenden ampliar el círculo de lo estrictamente sexual
y relacionarlo con la totalidad del comportamiento humano. Presentare­
mos los ejemplos más valiosos de ambos intentos de investigación sexológica.

Jung y las nuevas teorías sobre la Sexualidad

Jung, que nunca había compartido totalmente las teorías de Freud
sobre la libido, Se separó del maestro en 1912. Su obra Psicología del incons-
ciento presentaba una visión distinta de la libido, que era, según él, el con-
junto de energía psíquica que abarcaba el sentido general de una fuerza
de la vida. jung rompía con el pansexualismo de Freud afirmando que,
si bien esta fuerza tiene en sus orígenes un fuerte contenido sexual, llega a
desexualizarse mediante su evolución. Destacó también la importancia de
los primeros años de la vida, aunque haciendo notar que la relación padre-
hijo no era eminentemente sexual. jung representó al numeroso Sector de
la sociedad que se había escandalizado por la "visión monstruosamente
sexual de los niños" y afirmó que el interés que éstos demostraban por sus
órganos sexuales era inocente. jung volvía del revés la primera teoría freu-
diana del instinto y anteponía el de conservación al de la líbido en los pri-
meros años de la vida. Así, el interés que mueve al niño hacia la madre no
y es erótico, sino que se halla determinado por la función nutritiva materna.

Subrayó la importancia sexual de la época de la prepubertad y estableció
que la neurosis, lejos de ser provocada por una experiencia sexual, puede
ser originada por las tensiones existentes entre los padres. jung aportó tam-
bién una teoría, la del instinto colectivo, que fue aceptada por Freud. Según
ella, las experiencias humanas crean un poso que condiciona la vida de los
individuos. Así se explicaría la similitud de los mitos y de los símbolos que
se encuentra en diferentes culturas y civilizaciones.

Alfred Adler, el primer disidente

Alfred Adler, que había sido uno de los primeros entusiastas de las teorías
de Freud y uno de sus más enérgicos defensores cuando el maestro se hallaba
prácticamente solo, fue también el primer discípulo que se separó del campo
del psicoanálisis. La polémica entablada entre ambos, su choque final y
el abandono de la escuela freudiana por parte de un valioso equipo de mé-
dicos se llevó a cabo en un tono acre y violento. Adler Se esforzó Siempre
en negar toda influencia recibida de Freud, "eXcepto la derivada del valor
instructivo de sus errores". Se separó en l9ll y creó la "ASociación de Psi-
coanálisis libre", en el momento de mayor auge del psicoanálisis impulsado
por Freud. Adler se levantó enérgicamente contra la formulación del com-
plejo de Edipo y, en consecuencia, contra la doctrina que estimaba el ins-
tinto sexual como única fuente de las neurosis.

Sintetizando: como dice Bernstein, Adler recusó en masa la doctrina
de Freud; desistió de la concepción de un inconsciente con su red de instintos
e impulsos heredados como principio motor de la vida anímica; la estrati-
ficación de la personalidad en instancias y la teoría de los conflictos; la ín-
dole e importancia de la sexualidad como compartimiento autónomo de
la personalidad; el carácter natural del complejo de Edipo, al que reputaba
—como ahora muchos psicoanalistas heterodoxos, v a título de discrepan-
cia fundamental y distintiva-— mero producto de la educación; la interpre-
tación sexualista de los sueños; las teorías del instinto tćmćžtico, de la neurosis,
de la regresión, del autocastigo... Y naturalmente, su técnica de explora-
ción y de tratamiento.

Según Adler, creador de la Escuela de Psicología individual, las facul-
tades, los instintos, los traumas, la sexualidad, etc., carecen de función causal
sobre el aparato psíquico. El pensamiento, la acción y las expresiones del
ser humano, en una palabra, toda la conducta de éste, va orientada hacia
una finalidad. El individuo, en consecuencia, no padece cualquier tipo dei
neurosis, Sino la que se ajusta a su finalidad.

Como réplica a las teorías de Freud, Adler manifestó que la voluntad
de poder, la superación del sentimiento primitivo y universal de inferioridad
que hay en el ser humano, y no las motivaciones Sexuales, son las que deter-
minan la actuación del hombre. Este se convierte en neurótico, no por un
trauma ocasionado por la represión de sus impulsos sexuales, sino por la
incapacidad de poder realizar Su plan previsto. El neurótico incluso busca
en su enfermedad la última posibilidad de dominar a los demás. "Ante
ciertas condiciones etiológicas ~——~inseguridad, asociabilidad, ambición- la
neurosis aparece como recurso al servicio de estos logros: 1- conquista,
mediante el sufrimiento, de una situación privilegiada. 2- evitación, mediante
excusas, de los deberes, responsabilidades y dificultades de la existencia,
utilizando el inmejorable pretexto que ante sí mismo y ante los otros sumi—
nistra la enfermedad, la incapacidad o la perversión" (]. Bernstein).

En contradicción radical con Freud, Adler expuso la teoría de que los
impulsos sexuales no sólo no provocan el origen de la neurosis, Sino que el
ser humano que quiere añrmarse y sentirse superior utiliza el medio sexual
para lograrlo. Resumiendo: como dice C. Thompson, "Adler fue el pri-
mero en indicar que los trastornos sexuales en lugar de producir la neurosis,
constituyen una de las situaciones en que se manifiesta la neurosis. No obs-
tante, hay que reconocer que Adler da demasiada importancia al papel
de la lucha por el poder en la vida sexual. Aunque en nuestra cultura Sea
F intenso el espíritu competitivo y muchas veces se halle complicado con ma-
tices sexuales, Adler llegó al extremo de no admitir la existencia del amor
no competitivo".

domingo, 27 de septiembre de 2009

Las teorías freudianas sobre la líbído

Numerosos críticos han explicado el "pansexualismo" de Freud por el
carácter antisexual que tenía la sociedad de su tiempo. El médico vienés,
dice, resumiendo, Betty F riedam, "desarrolló su teoría describiendo como
sexuales todas las fases del desarrollo, aplicando fórmulas sexuales a todos
los fenómenos que observaba". Sus pacientes, especialmente las mujeres,
vivían comprimidos por una tupida malla de convencionalismos que con-
denaban las manifestaciones sexuales de todo tipo. El concepto de libido nació
del intento de explicar el fenómeno de la histeria, que se manifestaba en
numerosos pacientes. Freud observó que la energía sexual aplastada, sin
ninguna posibilidad de salida, se concentraba en determinadas zonas y
hacía aparecer los fenómenos neuróticos. El paciente sufría una obsesión, el
peso de una idea intolerable que no podía arrancar de su mente. La obsesión
era, en definitiva, la expresión consciente de la idea intolerable, referida
siempre a alguna idea sexual.

La neurosis de angustia fue la etapa siguiente del desarrollo del concepto
de la libido. A veces, la expectación angustiosa no es consciente, pero puede
llegar a serlo sin que ello signifique que haya que pasar necesariamente por
un proceso racional.

Las relaciones sexuales no satisfactorias pueden provocar la neurosis de
angustia. Esta sería una reacción fisiológica derivada de la frustración del
orgasmo sexual. Freud señala el coitus interruptus como el principal generador
q de la angustia Sexual. Clara Thompson resume estas cuestiones en una con-
clusión: "Tanto la neurosis histérica como la neurosis obsesiva, la neuras-
tenia como la neurosis de ansiedad, tienen su causa inmediata en un dese-
quilibrio especial de la economía nerviosa, y todas tienen un origen común
en una alteración de la vida sexual presente. En las otras neurosis el dese-
quilibrio se produce por hechos traumáticos de la vida pasada."

El concepto de ltbido formaba parte de la primera teoría de Freud sobre
los impulsos de los instintos. Aunque afirmaba que el hombre era movido
por el instinto de conservación y el de procreación, Freud puso el acento
determinante en el instinto Sexual, por cuanto el de conservación no supo-
nía una carga de comprensión en el individuo. Ya hemos señalado cómo,
al descubrir el carácter fantástico de algunas experiencias traumáticas in-
fantiles, Freud estableció el complejo de Edipo, que consiste en una fijación
erótica del hijo en la madre. Pero algunas situaciones clínicas en las que
aparecían traumas anteriores a la edad en que podía operar el famoso com-
plejo, le impulsaron a llevar sus investigaciones por un terreno anterior.
Así empezó el estudio de lo que él llamaba fases pregenitales de la líbido.

El concepto de "seXualidad" se amplía y ya no se refiere exclusivamente
a los órganos genitales. A partir de estos estudios, el término sexual se apli-
caría a cualquier sensación de placer corporal e incluso abarcaría una acep-
ción más extensa, cuando por el concepto de sublimación, englobase otro
tipo de satisfacciones, como la ternura y hasta la satisfacción provocada por
la ejecución de algún trabajo. Esta parte más avanzada de la teoría panse-
xualista de Freud ofrecería blancos muy vulnerables a los dardos de sus con-
tradictores. Clara Thompson lo dice en una frase: "Es realmente difícil
de admitir que cualquier actividad humana tenga como base una energía
E sexual en el sentido estricto."

Mas adelante, Freud relacionó el erotismo con todos los órganos del
cuerpo. Así pudo formular su hipótesis sobre el período oral y anal. El niño
descubre que el primer órgano que le provoca placer es la boca y a través
i de ella realiza su carga erótica. Succiona el pecho de la madre, o la boca
del biberón, con total delectación y, cuando termina de actuar, cae en un
estado muy parecido a la fase que sigue al orgasmo. Hacia el final del pri-
mer año de vida, el niño traslada su interés al ano; el placer erótico se rela-
ciona con la retención y la expulsión de los excrementos. El niño ha descu-
bierto que puede "someter" a sus padres reteniendo los excrementos, ya
que aquéllos se muestran muy interesados en la ejecución de esta tarea fisio-
lógica. Pasada esta fase, el niño traslada su interés al miembro viril, lo que
ocurre hacia los tres años de edad. La niña Se fija en el clítoris, ya que toda-
vía no ha podido advertir que le falta el pene. El período siguiente es ya
edipiano, y se prolongara mas en la hembra que en el varón, ya que aquélla
no sufre el terror a la castración. Los deseos sexuales se anulan o quedan
dormidos hasta la edad de la prepubertad, en la que el notorio funciona-
miento de las glándulas sexuales despierta nuevo interés en el individuo.

Freud señala en la pubertad una bifurcación del macho y de la hembra.
Aquél persiste en su interés por el falo, mientras que ésta prescinde del clí-
toris y asume su condición femenina, que no es otra que la actitud de Sumi-
sión. Si la ansiedad falica sigue dominando a la mujer, se llegara a un rechazo
de la condición femenina y explicara las manifestaciones patológicas de la
inadaptación de la mujer. Freud sigue confundiendo las manifestaciones de
la sociedad de su tiempo con los fenómenos biológicos. Sería larguísima la
lista de autores y de obras que podría aportarse para lograr una puntuali-
zación crítica de las teorías de Freud. Las observaciones antropológicas,
como dice C. Thompson, por ejemplo, han demostrado que el complejo
de Edipo, tal como Freud lo describía, no es universal, Sino un producto de
la sociedad patriarcal monogámica.

Se puede prescindir de las indudables aportaciones valiosas de Freud:
los aspectos negativos, fácilmente identificables actualmente gracias a las
continuas observaciones científicas, no han de provocar —―—como ha suce-
dido con excesiva frecuencia- un rechazo de aquellas. Freud tuvo la acer-
tada e importantísima visión de iluminar los misterios de los primeros años
de la vida y de hacer que la ciencia los situara en un lugar principal. Los
disidentes del movimiento creado por el médico vienes también han tenido
que recurrir al estudio de la infancia como zona generadora de influencias
determinantes.

sábado, 26 de septiembre de 2009

El psicoanálisis

El psicoanálisis es, en primer lugar, una técnica o un método terapéutico
de los trastornos mentales. Desde que lo iniciara Freud,en la última década
del siglo pasado hasta nuestros días, el método ha variado notablemente,
de acuerdo con los diagnósticos y con las teorías sobre los traumas psíquicos.

Clara Thompson divide el desarrollo del psicoanálisis en cuatro períodos
principales:

El primero es la época de los grandes descubrimientos deducidos de las
observaciones clínicas.

Cabe citar las teorías sobre la motivación inconsciente, la represión, los
fenómenos de resistencia y de transíerencia, la angustia v la etiología de las
neurosis. Se trata del primer intento serio de curar las maniiestaciones pato-
lógicas buscando sus causas. En la opinión de C. Thompson v de otros histo-
riadores, este período es el que demuestra la capacidad creadora de Freud.

Son años de soledad v de angustia para el médico de Viena. Trabajó Solo
contra corriente. Su compañero Breuer le abandonó, y Freud se impuso
la titánica tarea de investigar por sí mismo.

Freud formula en este período la teoría de la líbido Según la cual la bús-
queda del placer erótico se sitúa como la actividad fundamental del ser
humano. El trauma sufrido por la represión de ésta, provoca la histeria y
la neurosis obsesiva. La histeria se produce cuando el paciente ha sido víc-
tima de una agresión Sexual en la infancia, mientras que la neurosis obsesiva
se manifiesta en aquellos enfermos que han mantenido en su infancia un
comportamiento Sexual activo. "Visto a la luz de los conocimientos ulterio-
res ——dice Clara Thompson- el error de Freud consistió en creer que los
traumas y las frustraciones sexuales son los principales o únicos problemas
generadores de neurosis."

En la primera década del siglo XX Freud amplió su teoría, merced a nue-
vas observaciones sobre pacientes cuyos traumas Sexuales eran pura fan-
tasía. La enfermedad, real, se presentaba, no a causa de una experiencia
sexual objetiva, sino a la tendencia del paciente a imaginarse problemas
sexuales. Freud constató la frecuencia con que las pacientes imaginaban
una seducción sexual por parte del padre. Sus teorías sobre los sueños le
llevaron a deducir que había muchos deseos en la mente humana que eran
desechados por el consciente. Llegado a este punto, Freud estableció el com-
plejo de Edipo y elaboró la teoría de la sexualidad infantil. El complejo
de castración provocaba un trauma de terror en el niño cuando descubría
que había seres ——la vista de una hermanita desnuda——— que no disponían
de pene. Al propio tiempo, la hermanita, al observar que "le faltaba algo en
el cuerpo", se dejaba dominar por la "ansiedad falica". "A medida —dice
Thompson—— que aumentaba el interés de Freud por esta materia, se
preocupaba menos de la teoría traumática de la neurosis y Se inclinaba,
a valorar la importancia de los factores constitucionales."

Al seguir esta orientación, Freud entraba en una vía muerta. Se alejaba
de un terreno positivo para adentrarse en una zona de especulaciones que
nunca podían ser refrendadas por la realidad. Los impulsos instintivos pa-
saron a ser el punto de consideración más importante para hallar las causas
de la neurosis. Freud abandona de hecho la valoración del ambiente fami-
liar y la influencia decisiva de los padres sobre los hijos, haciendo recaer
en los impulsos innatos de éstos la última responsabilidad de la situación
traumática. El lado positivo de esta teoría se circunscribía al interés de la
sexualidad en la infancia y a la importancia de ésta en el futuro desarrollo
del niño. Cronológicamente, estas nuevas teorías significan el segundo período
del desarrollo del psicoanálisis y abarcan el tiempo comprendido entre 1900
y una fecha indefinida que se proyecta desde 1910 a 1920.

Entre estas dos últimas fechas, cabe Señalar el tercer período del psico-
analisis. Fue una fase de amplia producción teórica que experimentó escasos
cambios en la técnica de la terapéutica. Freud explicó su concepto del nar―
cisismo y subrayó la importancia de la agresividad como impulso instintivo.
"Las neurosis traumáticas de los combatientes (de la guerra del 14-18)
replantearon la cuestión de la importancia de las causas sexuales. Se pudo
constatar que los soldados aquejados de neurosis a consecuencia de las ex-
periencias bélicas tenían un tipo de sueños que no podían ser explicados
fácilmente con las teorías de Freud. Los neuróticos de guerra tendían en
sus sueños a revivir experiencias traumáticas recientes. Freud compren-
dió que esto no podía ser interpretado como un deseo de realización sexual.

Su interés por estos sueños originó el desarrollo de sus conceptos de compul-
sión y de obSesión." (Clara Thompson: Pşrohoanaþrsisg Evolution and Deve-
lopment.)

El cuarto período del psicoanálisis comienza a mediados de l92O y se
prolonga hasta nuestros días. En los primeros años de esta etapa, los ana-
listas se esforzaban sobre todo en mejorar las técnicas terapéuticas y en hallar
métodos más efectivos. La relación médico-enfermo se estableció sobre bases
más extensas y se procuró aportar datos sobre la totalidad circunstancial
del paciente -—presiones Sociales, culturales, etc.-. Las diferentes escuelas,
cuyo bosquejo trazaremos a continuación, toman distintas direcciones en
virtud de su manera de entender la sexualidad.

Antes de cerrar el somero recorrido por la historia del psicoanálisis es
preciso hacer constar que tuvo su precursor en el sistema hipnótico de cura-
ción. Freud, en Colleetećl papers, explica así este método: "El hecho fundamen-
tal era que los síntomas de los pacientes histéricos se basaban en escenas
muy significativas, aunque olvidadas, de su vida pasada (traumas); la tera-
péutica fundada sobre esto consistía en hacer que los pacientes recordasen
y reprodujesen estas escenas en estado hipnótico (catarsis); estos síntomas
representaban una forma anormal de descarga de las cantidades de excita-
ción que no habían sido expresadas de otra manera (conversión)

Sígmund Freud, creador del método psícoanalítíco

El nombre de S. Freud llena por sí solo un capítulo —quizás el más
importante- de la Sexología, hasta el punto de que nuestra cultura actual
se halla ifluida por los descubrimientos y por los métodos del famoso mé-
dico vienés. Incluso sus detractores y las numerosas escuelas que se sepa-
raron de la ortodoxia del maestro tienen que recurrir a los métodos y al
vocabulario inventado por Freud. Su vida fue totalmente ajena a la impor-
tancia que Freud concedió al tema sexual, colocado en un lugar determinante.

Su biógrafo Ernest Jones dice a este respecto: "Sus descripciones de las acti-
idades sexuales son tan despreocupadas que a muchos lectores les han pa-
recido secas y totalmente desprovistas de calor humano. Por todo lo que
sé de él, diría que desplegó un interés inferior al interés medio en lo que con
frecuencia es un tema apasionante. Nunca se observaba en él la menor frui­,
ción por aludir a algún tema sexual. Siempre dio la impresión de Ser una
persona excepcionalmente casta —la palabra "puritano" no estaría fuera
de lugar--, y todo lo que sabemos de su evolución en los primeros años
confirma esta opinión.

Antes de acercarnos, siquiera sea someramente, a la teoría de Freud
sobre la sexualidad, es necesario hacer una advertencia, propuesta sagaz-
mente por Clara Thompson, una de las historiadoras más lúcidas del psi-
coanálisis. Se trata de una postura científica, necesaria para no dar por ge-
neral lo que simplemente es particular. Clara Thompson dice: "Como
no tenía la perspectiva que se obtiene por el estudio comparativo de las cul-
turas, no podía valorar los procesos culturales como tales... Mucho de lo
que Freud creía ser biológico la investigación moderna ha demostrado que
era una reacción debida a un cierto tipo de cultura y no a algo característico
de la naturaleza del hombre en general." Es decir, que Freud describió
como característico de la naturaleza humana universal lo que era mera-
mente característico de ciertos hombres y mujeres europeos de la clase media
de finales del siglo XIX.

Los estudios de psicología Sexual de Havelock Ellis

Havelock Ellis es, sin duda, el primer puntal sólido en la historia de la
sexología. Dedicó prácticamente toda su vida a estudiar el problema del
sexo que, según él, era "el problema central de la vida". Así, en, el prólogo
a los "Estudios de Psicología SeXual" escribió, en l897:
"Y ahora que el problema de la religión ha sido prácticamente plantea- ,
do, y que el problema del trabajo Se ha situado sobre una base práctica,
la cuestión del Sexo ——-con las cuestiones raciales que se asientan en él
se eleva ante las generaciones futuras como el principal problema al que
debe buscarse Solución. El sexo está en la raíz de la vida, a la que nunca
podremos reverenciar en tanto no sepamos cómo entender las cuestiones
sexuales."

Los "EstudiOs de Psicología sexual" (existe una versión castellana pre-
sentada por la Ed. Reus, Madrid, 1913, que consta de siete tomos) enfocan,
de manera sorprendentemente exhaustiva para la época en que fueron escri-
tos, temas como: el pudor, la periodicidad Sexual, el autoerotismo, la inver—
sión sexual, el impulso sexual, la estesiología sexual en el hombre (el tacto,
el olor, el oído y la vista), el simbolismo erótico, el mecanismo de la detu-
mescencia, el estado psíquico durante el embarazo, la madre y el niño, la
educación sexual, la valoración del amor, la castidad, la continencia sexual,
las causas y los remedios de la prostitución, el curso de las enfermedades
venéreas v el m atrimonio.

Ellis se planteó la tarea de considerar críticamente algunos conceptos
sólidamente afincados en su tiempo. Los puso en tela de juicio y llegó a con-
clusiones sorprendentes, según las cuales la educación y la costumbre influían
de forma determinante en aquéllos. Por ejemplo, H. Ellis fue uno de los
primeros científicos que echó por tierra las teorías antifeministas que habían
estado en boga hasta entonces. Podemos citar, a guisa de anécdota, la par-
ticipación definitiva de H. Ellis en una polémica que había traído enzarzados
a los científicos del Siglo Xñă, preocupados en afirmar las diferencias de cons-
titución del hombre y de la mujer referentes a la respiración. Hemos podido
comprobar en documentos de la época cómo esta cuestión se había Situado
en el centro de las discusiones, hasta el punto de que algunos científicos,
como el francés M. Serres, aceptando la diferencia constitucional del aparato
respiratorio, exponía la vertiente favorable de las mujeres, atribuyéndoles
un papel más importante en la reproducción por el solo hecho de gozar de
un aparato respiratorio más perfecto.

Ellis zanjó la cuestión al aportar numerosos datos extraídos de sus
observaciones clínicas. Se decía entonces que la respiración del hombre era
abdominal, mientras que la de la mujer era costal. H. Ellis manifestó que la
respiración costal era efecto de los peculiares vestidos que usaban las mu-
jeres. Viola Klein cita, a este respecto, un fragmento de xlíćm and Woman,
la obra que H. Ellis dio a la imprenta en 1894. Dice así: "La evidencia lleva
claramente a la conclusión de que las diferencias sexuales, en lo referente
a la respiración, que se encuentran en las razas civilizadas, no son, como se
suponía antiguamente, caracteres sexuales naturales, Sino únicamente el
resultado de la compresión artificial del tórax que antes practicaban las
mujeres."

Con igual fortuna H. Ellis desbarató otro de los Sofismas en boga: el
referente a las diferencias sexuales en la constitución y peso del cerebro
humano. lntrodujo una especie de "culto" científico a la naturaleza y a su
carácter evolutivo, de forma que todos los estudios que Se hicieran en lo su-
cesivo sobre el comportamiento Sexual deberían ser enfocados bajo el pris-
ma de lo cambiante, del influjo de la totalidad de la vida sobre un aspecto
determinado de la misma. Esta actitud rigurosa de Ellis sentó un precedente
ineludible, que deberían tener en cuenta los científicos Subsiguientes.

NUESTRA FORMACION E INFORMACION EN MATERIA SEXUAL

GRANDES FIGURAS DE LA SEXOLOGÍA
A pesar de que la Sexualidad supone una actividad de básica importancia
en la vida del individuo y, consiguientemente, en la de la Sociedad, ha sido
desechada y relegada al olvido a lo largo de casi toda la aventura histórica
del hombre. El rápido recorrido que hemos efectuado por las Culturas y civi-
lizaciones pasadas ha puesto al descubierto cómo la sexualidad ocupaba
Siempre un papel determinante en la vida de aquellas, pero, al mismo tiempo,
hemos visto cómo era realizada de manera un tanto clandestina. Especial-
mente en la cultura occidental —-·a causa de la influencia determinante¢
del cristianismo-— la sexualidad fue durante muchos siglos considerada
como tabú.

No obstante, gracias a la tenacidad de hombres esforzados que no du-
daron en enfrentarse con el clima oficial anticientífico, no faltó nunca un
sutil hilo de investigadores que trabajaron en la oscuridad con escasos y
deficientes materiales. Les animaba una intención científica y, a veces,
incluso se pertrechaban de todo el bagaje de que podían echar mano; a ellos
Se deben observaciones curiosas e interesantes que testimonian el constante
bucear del hombre en una zona tan oscura.

El auge de las ciencias de la Sexualidad

A finales del siglo XIX varios científicos asumieron la herencia de las me-
jores conquistas cientíûcas en el campo de lo Sexual y dieron a conocer sus
libros, capitales en el futuro, sobre un tema tan debatido y tan ligado a la
vida misma. En 1894, Havelock Ellis publicó su Man and Woman, A Stuajø
of Søcondagø ana' Toroiagz Sexual Charaoters; Lombroso dio a conocer La Donna
Dolinquente, La Prostituta E la Donna Normalo, y Ferrero escribió un ensayo
sobre el "problema de la mujer desde un punto de vista biosociológico".
Havelock Ellis consideró al sexo como el problema central de la vida.

En el capítulo dedicado a las escuelas de sexología tendremos que dedicarle
un amplio espacio aparte, lo mismo que a Weininger ya Freud, que dieron
a la imprenta sus obras fundamentales en los albores del siglo XX.
Sólo nos cabe citar, como colofón de este tema, el cauce por el que dis-
currían las costumbres y las actitudes fundamentales de aquella época, tan
cercana ya a la nuestra.

En un período de condiciones sociales y económicas cambiantes, en el
que los valores intelectuales y morales son sometidos a una profunda criba,
cuando aparece en el mundo una manera distinta de comprender la vida,
las nuevas actitudes y la nueva moral coexisten todavía con los restos de épo-
cas pasadas. Es preciso citar a este respecto la obra de Weininger por lo que
tiene de canto de despedida a las antiguas tradiciones. Weininger elabora
sentando un precedente para las escuelas de hoy, que viven solamente
de cara al pasado- un rudo ataque a la cuestión sexual. Según él, el amor
y el sentimiento sublime no tienen nada que ver con la sexualidad. Así afir-
mará rotundamente que no puede haber nada más bestial y más grosero
que el sexo. El acto sexual es, para él, una degradación de la mujer y, por
consiguiente, una inmoralidad. Weininger no sospecha que su ataquees,
en el fondo, un arma de dos filos y que, en definitiva, no hace otra cosa que
censurar el comportamiento sexual de su tiempo. El acto sexual será_inmoral
si se realiza sobre la base del sometimiento de la mujer, si sólo se la consi-
dera como objeto de placer. Pero esta situación tan notoria no es vista Sufi-
cientemente por Weininger que, al afirmar como verdad incontestable que
la "mujer no 65 en sí misma, sino que depende del hombre", sólo le deja dos
salidas: o la prostitución o la maternidad. Weininger no supo distinguir i
claramente la realidad de la situación de su época que era, en definitiva,
una situación heredada. La mujer no tenía —-—no tiene- que renunciar a su
sexualidad para convertirse "en persona", sino que, por el contrario, es pre-
ciso que desaparezcan las ·condiciones Sociales que hacen de la sexualidad
y de la pasividad la única explicación y función de la mujer en el mundo.

En nuestros días, el desarrollo de las ciencias en general, y en particular
el de la medicina, así como el establecimiento de una nueva filosofía de la
vida que estudiaremos detenidamente en el capítulo dedicado a la ética
sexual, han abierto las puertas al recto uso de la sexualidad, sin discrimina-
ciones y sin atentados contra la personalidad de los individuos, cualquiera
que sea su sexo.

El mejoramiento de los métodos de control de la concepción ha supuesto
indudablemente una garantía de ese respeto humano. La mujer, especial-
mente, se ha visto liberada. Al verse libre de la carga constante de la mater-
nidad, que durante tantos siglos la mantuvo atada a Sus peculiaridades fisio-
lógicas, ha podido elegir y desarrollar una profesión. Por otra parte, la dis-
crimínación entre sexo y procreación ha creado una nueva actitud hacia el
amor.

El comportamiento sexual establecido sobre bases justas de reciproci—
dad es condición indispensable para lograr el nuevo humanismo de que tanto
se habla en nuestros días. El rápido viaje que hemos efectuado por las civi-
lizaciones antiguas y modernas arroja la suficiente luz para que podamos
ver la línea zigzagueante que ha recorrido la humanidad en su lucha por
perfeccionarse, y sirve de ejemplo y de estímulo.

La rebeldía de las mujeres

La situación tuvo que llegar al límite. Las mujeres se rebelaron contra
aquel estado de cosas en las que eran consideradas como un objeto. La re-
belión tuvo que partir de las mujeres de la clase media, ahogadas en el tedio
de la inactividad. Al propio tiempo, las mujeres Se sintieron humilladas por
el hecho de que su sexo era el único medio de lograr la subsistencia. El ma-
trimonio Se vio igualmente atacado, puesto que hasta el momento sólo había
servido para asegurar la manutención de la mujer. Había muchas mujeres
que no habían encontrado la solución de su existencia en el matrimonio
y, por tanto, debían contribuir con su propio esfuerzo a la subvención de
sus necesidades.

La práctica de la lucha feminista surgió, pues, de una necesidad elemental.
Las mujeres exigieron mejor preparación y una participación más activa
en la vida de la sociedad.

Pero la lucha feminista encontró sus peores enemigos en la propia opi-
nión de las mujeres. l\/luchas de ellas se lanzaron a protestar contra la acti-
tud de las mujeres que exigían la igualdad de derechos. Lo cierto es que
a muchas mujeres, encabezadas por la reina Victoria, consideraban que la
lucha feminista les acarrearía los peores males, pues consideraban que no
se podía atacar la primacía del hombre.

En todas partes, como explica acertadamente Viola Klein, las femi-
nistas sólo formaban una pequeña minoría, muy despreciada y ridiculizada.
Su impopularidad fue, en parte, resultado de sus métodos belicosos de agita-
ción-. Considerando que el sexo había sido siempre motivo de enajenación
de la mujer, muchas feministas, vestidas con ropas de hombre, se manifes-
taban abiertamente como seres violentamente asexuados. "La exaltación
sufragista de la mujer -—-explica Viola Klein—— como superpersona racional
más alla de la vulgaridad de los instintos animales, su odio hacia el hombre como
enemigo número uno, su desprecio por su insaciable sensualidad, fueron
los puntos más vulnerables de su teoría."

No obstante, aquella rabiosa rebeldía de las mujeres contra la costum-
bre de que se las considerase como meros animales sexuales, objeto de pla-
cer del hombre, sentó la primera piedra para un escalamiento de la mujer
posiciones auténticamente humanas.

jueves, 24 de septiembre de 2009

La caza del marido

Esta situación laboral de la` mujer, y sus consecuencias, que hemos tra-
tado de dibujar someramente, se refería casi exclusivamente a las mujeres
del proletariado que habían decidido y habían sido llamadas para cubrir
en los centro·s de producción aquellos trabajos desechados por los hombres.

Pero una parte considerable de las mujeres pertenecientes a las clases me-
dias se consumían en la inactividad, a pesar de verse acuciadas por las ne-
cesidades. Pero, en su medio social, el trabajo era considerado como la peor
deshonra. Toda la educación que recibían consistía en perfeccionar la tac-
tica de cazar marido, de asegurarse por el matrimonio la subsistencia. Su
verdadero sentido en la vida consistía, pues, en vaciarse de contenido pro-
pio, en despersonalizarse. l\/Iatrimonialmente, era un ser colocado en depen-
dencia, eróticamente, un objeto pasivo. "Una mujer digna üdice la señora
Graves, citada por Viola Klein- no tiene deseos que reprimir, por cuanto
considera que es éste su deber, ya que su mas grande satisfacción esta en
"amar, respetar y obedecer"; y se somete con alegre aprobación a ese orden
establecido por Dios y la Naturaleza, y que rige las relaciones conyugales.
La mujer siente que no ha sido hecha para mandar, y encuentra su más
auténtica felicidad en someterse a aquéllos que esgrimen un legítimo cetro
de justicia, clemencia y amor."

Resulta abrumador considerar lo difícil que debió de ser para la mujer
de aquella época esgrimir las armas para cazar marido, ya que las normas
convencionales le dejaban pocos instrumentos de agresividad. "Las rela-
ciones con el sexo opuesto deben establecerse con excesiva precaución."

En los últimos años de la Inglaterra victoriana estaban en vigor cientos de
restricciones convencionales. Se aconsejaba moderación en las maneras, mo-
destia en el comportamiento, el cultivo asiduo de un tono de voz bajo y dulce,
y una forma de expresión cortés. La mujer tenía que demostrar que era
simplemente una muñeca; hasta que llegara la época de la sublevación de
las muñecas, simbolizada en la famosa obra de Ibsen.

La mujer tenía que esperar pacientemente a que el caballero se le de-
clarase. Con ello quedaban casi todas las puertas cerradas para la autén-
tica elección. La mujer descendió un escalón más en la historia de su depen-
dencia respecto del varón. Ni siquiera podía llamar la_atención de éste.

Constantemente se le aconsejaba que fuera discreta, que aceptara las pro-
posiciones del varón una vez éstas eran comprobadas suficientemente por
sus padres. En medio de esta situación, llegaba a consumirse y la represión
constante a que era sometida la hacía abocar a toda suerte de dolencias.

La palidez y la consunción de las mujeres, tan analizada y cantada por la
literatura de la época, era sin duda, y vulgarmente, un producto de la si-
tuación de ostracismo. Por otra parte, sólo la enfermedad le daba a la mujer
ocasión para hacerse notar.

Irene Clephane, en Towards Sex Freedom, explica gráficamente esta situa-
ción: "Es asombroso el número de personajes de la era victoriana que no
podían asentar un pie en el suelo, tan débiles se hallaban, y que ni siquiera
tenían una verdadera enfermedad. Para la mayoría de las mujeres de la
época victoriana este tipo de invalidez resultaba no sólo interesante, sino

atractivo; era casi el único medio de atraer la atención al tiempo que Seguían
Siendo modelos de corrección, en un mundo indiferente a Sus dotes inte­
lectuales o a Sus posibilidades deportivas; y las imágenes de las jóvenes que
hoy aparecerían hablando en el foro o disputando campeonatos de tenis
en Wimbledom tomaban forma entonces en retratos de de unas criaturas paté-
ticamente desvalidas, en las garras de una prolongada (pero no dolorosa)
enfermedad y objeto de la constante preocupación de sus cariñosos familiares."

La revolución francesa y la mujer

Un buen número de mujeres participaron activamente en las tareas de
la revolución, alentadas por los cerebros dirigentes, que veían en ellas a
las conductoras naturales de la ingente población femenina. La mujer sentó
las bases para futuras conquistas, pero las que vivieron en la época del esta-
llido no pudieron ver realizados sus sueños. Los padres de la revolución
condenaban, en general, el papel de la mujer. Diderot, en su Suþlømøut au
Uquge de Bougainville, degradaba a las mujeres al papel de meros comparsas
sexuales. Voltaire no escribió una sola línea en favor de las mujeres. Es co-
nocida la explicación que da Montesquieu en el Espíritu de las Lćgøes: "La
naturaleza -—―—dice——, que ha distinguido a los hombres por la fuerza y la
razón, no ha puesto otros límites a su poder que el de esta misma razón y
fuerza: ha dotado a las mujeres de gracias, queriendo que su ascendiente
acabara con ellas." Rousseau no le va a la zaga cuando, en la parte quinta
del Emilio, consagrada a la mujer, dice: "La mujer se hizo especialmente
para agradar al hombre: Si el hombre debe agradarle a su vez, es de una
necesidad menos directa; su mérito está en su poder: agrada por el mero
hecho de Ser fuerte." Al estallar la revolución, Condorcet y Sièyés solici-
taron la emancipación doméstica y política de la mujer, pero sus peticiones
fueron ahogadas por Mirabeau, Danton y Robespierre.

"¿En nombre de qué principio —decía Condorcet—-—, en nombre de
qué derecho, Se elimina a las mujeres, en un estado republicano, de las fun-
ciones públicas?... ¿Se alegara su debilidad corporal? Entonces sería nece-
sario someter a los diputados a un jurado médico y substituir cada invierno
los que padeciesen de gota."

El famoso Diario de la Mućlre Duc/zesne pinta con vivos colores la actitud
y los modales de la mujer en la Revolución francesa. "AsÍ me gustan las
francesas ——dice, después de describirlas tocadas con el gorro sobre la oreja,
a la dragona———: me congratulo al ver que mi sexo rivaliza en valor con los
hombres que, en otro tiempo, creyéndolas sólo aptas para sus haciendas,
las encerraban en jaulas como a animales bonitos. ;Pardiez que han mos-
trado que sabían manejar la espada tan bien como la rueca !" Describe luego
cómo peroraban en los clubs y termina afirmando que las mujeres han hecho
en la revolución mucho más de lo que se cree. Pero este entusiasmo durará
poco y los hombres replegarán velas en seguida. Una vez asegurado el triunfo
las mujeres volverán a ser recluidas en sus casas. Así lo hizo saber, el 9 de
Brumario, Amar, en nombre del Comité de Seguridad Pública y la Conven-
ción promulgó acto seguido un decreto por el que quedaban prohibidos
todos los clubs y sociedades populares de mujeres.

La revolución, no obstante, derribó la organización del matrimonio,
que quedó dividido en dos actos diferentes y completos en sí, tanto en su
naturaleza como en sus efectos. Por una parte, el matrimonio fue un sacra―
mento. Pero, por otro lado era un contrato susceptible por tanto de ser revi—
Sado. Es curioso señalar que la Ley por la que se establecía el divorcio no
fue defendida por los partidarios violentos de la revolución, sino por aque-
llos representantes del antiguo Régimen que habían logrado sobrevivir
gracias a sus compromisos políticos con las nuevas fuerzas. El propio duque
de Ôrleáns fue uno de los más decididos partidarios del divorcio.
Nace una actitud de revisión
La revolución francesa, con su alteración del equilibrio político, la revo-
lución industrial, con la secuela del auge de los movimientos de lucha social,
y las constantes migraciones, contribuyeron a crear una actitud de revisión,
a no dar por sentadas las cosas tal como se presentaban y a contrastar las
propias vivencias. La Historia entra en un período de cambio, de movimiento.

Mientras la tradición de la familia patriarcal —— dice Viola Klein (E1
Carácter femenino)- no se vio perturbada y no se conocieron otros modelos
contrastantes, todo lo establecido en la tradición social fue considerado
como una parte de la naturaleza humana. Las publicaciones de Bachofen,
de L. H. Morgan, de F. Engels y de E. A. Westermarck aumentaron el cono-
cimiento y sirvieron de pauta para contrastar las instituciones de la época
con otras anteriores.

Durante el siglo XIX la Ïnujer se convirtió en problema de la investiga-
ción científica, merced ala mujer se vio recluida en una zona mas limitada
de servidumbre, puesto que quedó mucho más patente su situación discrimi-
nada en un mundo, el de los hombres, que en un plano social empezaba a
Sacudirse su yugo milenario. El comportamiento sexual siguió teniendo el
acento del predominio masculino, resuelto según las particularidades de la
época que pasaremos a detallar. Entramos en el período de la filosofía indi­
vidualista, del predominio de los datos y de las encuestas, de la observación
empírica, de la razón, Salpicado de estallidos irracionales y de modos de
vida episódicos, algunos de los cuales, como el romanticismo, habrían de
dejar su propia impronta.

No ha sido ligereza si hemos calificado de servidumbre a la situación
de la mujer. Los trabajos pesados que debía realizar --—ella, considerada
tradicionalmente como sexo débil- la sumían muchas veces en penosas y
largas enfermedades. Los documentos sociales de la época hablan de mu-
jeres de treinta años que tenían el aspecto de ancianas de ochenta. Se recu—
rría a ella especialmente en los períodos de crisis y se la remuneraba con sa-
pretender ser un contribuyente al particular progreso del refinamiento, ya
que los precios de su mercado Se han visto elevados nuevamente de media
guinea a tres y media." Se pueden citar numerosos casos de venta, como
los registrados en un libro de H. W. V. Temperley, "La venta de esposas
en Inglaterra en l823". Emerson denunciaba textualmente en su libro
que "el derecho del marido a vender a su mujer se ha conservado hasta
nuestros días".

Existen numerosos testimonios escritos de la época, en los que se explica
con suficiente dramatismo la situación de carne de cañón de las mujeres.

El comisario de policía de uno de los barrios más populosos de París expli-
caba, en el siglo pasado, a Ernest Legouvé que había multitud de fabricantes
que Seducían a las mujeres trabajadoras, dueños de establecimientos que
despedían a las jóvenes que no querían entregárseles y amos que corrompían
a sus criadas. Entre las 5.083 muchachas prostitutas que, según Parent­
Duchatelet, existían en París en 1839, había 285 sirvientas seducidas por
sus amos y arrojadas después a la calle. Había comisionistas, oficiales y estu―
diantes que depravaban a las jóvenes llegadas de provincia o del campo y
se las llevaban a la capital, en donde las abandonaban y eran recogidas
por la prostitución. Duchatelet cifraba su número en 409. En todos los gran-
des centros industriales, en Reims, en Lille, especialmente, había compa-
ñías organizadas para el reclutamiento de los burdeles de París. La obra
documental COYZCÍŽCZIÕTL de [Os Obreros, de M. Villermé, recoge estos y otros hechos
igualmente explicativos. Se podía ver a los rufianes apostados a la entrada
de los talleres, acechando los tiempos de escasez de trabajo y de penuria,
los días de desesperación y de enfermedad —apostilla Legouvé—, y que,
luego de haber pactado con la miseria, expedían su mercancía a la capital.

El hacinamiento de los obreros en departamentos que servían de dormitorio
a los trabajadores de uno y otro sexo, terminaba de provocar el clima ne-
cesario para establecer la pendiente.

La ganancia de las mujeres ni siquiera bastaba para mitigar el hambre.
Esta circunstancia ha sido igualmente comprobada por algunos publicistas
españoles.

Adolfo Llanos Alcaraz que publicó su libro "La mujer en el siglo x1x"
(Madrid, 1864) coincide también en señalar que "para las mujeres, a cierta
edad, buscar novio no es ni más ni menos que un oficio". La languidez y la
palidez de las mujeres era producto, según el autor español, de la reclusión
a que se hallaban Sometidas. Están excluidas por el peso de los convencio-
nalismos sociales del amor. Cualquier hombre puede llamar a su puerta y ‘
a ellas sólo les cabe resignarse a que la aparición del varón no sea muy des-
ventajosa. Machaconamente se repite en la literatura de la época el con-
sejo inveterado de que la mujer no debe tentar al destino, Sino que ha de W,
esperar pacientemente. Llanos Alcaraz dice textualmente: "No olvidéis nunca
que vuestro destino es esperar. Que deben venir a buscaros. Que ni debéis
buscar ni salir al encuentro. Mujer que esþćm siempre es digna. Mujer que
busca Siempre es miserable." La mujer ni siquiera debe lamentarse de que
la espera resulte vana y de que nadie llame a su puerta pidiéndola en ma-
trimonio. El autor, representativo de los valores establecidos en su época,
las consuela haciéndolas Saber que, tal vez, de haber conseguido marido,
la suerte hubiera sido más funesta. Y si, a pesar de todo, consiguen casarse
y el matrimonio fracasa, a la mujer no le queda ninguna Salida, salvo la
resignación. Nunca es el hombre el que se equivoca. Buscad, si no, las causas
de la disolución del matrimonio y siempre encontraréis a una mujer frívola,
manirrota, sensual y egoísta. Les aconseja que no se dejen llevar por la ver-
guenza en el caso de que el matrimonio haya fracasado; deben resignarse
al sufrimiento y "llevar la cruz", aunque no tengan culpa alguna.

La mujer es un juguete para el marido. La constante de esta afirmación
la encontraremos una y otra vez en los escritos de la época. En ocasiones,
este juguete puede resultar peligroso y comprometer, consiguientemente, a
quien lo usa. Por ello, los tratadistas al estilo de Llanos Alcaraz proponen
una mayor instrucción de la mujer, alarmados por la nefasta influencia que
ésta puede ejercer sobre los hombres.

También ofrece Llanos Alcaraz un cuadro sentimental y blandengue,
narrando la biografía de la modistilla, una de tantas empleadas que no tie-
nen qué comer ni camisa que mudarse. Empujadas por el hambre y la de-
sesperación se embarcan en el carro del vicio y tratan de resolver por el
seXo lo que la sociedad les niega por el trabajo.

Legouvé eXponía que una mujer sola, sin contar la compra de muebles
y vestidos, no podía vivir en una ciudad por menos de 248 francos anuales.

Ahora bien, en la juventud de la mujer, su ganancia ascendía a 172 fran-
cos, en la madurez a 250, y en la decadencia, a 126. Y concluía: "Muertas ,
de necesidad y arrebatadas por la desesperación, fijan las mujeres sus ojos
en ese cuerpo que no pueden sostener con el trabajo y recuerdan que son
hermosas: o sí no hermosas, a lo menos mujeres. No quedándoles más que
su seXo, lo convierten en instrumento de lucro. En Reims, en Lille y en Se-
dan, muchas jóvenes, después de terminado su ingrato trabajo, empiezan
lo que ellas llaman su quinto cuarto de jornal."

Parent-Duchatelet opinaba que, de 3.000 muchachas prostitutas, sola-
mente 35 estaban en condiciones de mantenerse honradamente, que 1.400
habían sido impulsadas a aquella situación por la miseria y que una de ellas.
al resolver prostituirse, hacía más de tres días que no había comido. notable y sustancial avance de las ciencias y al
papel insoslayable que tenía la mujer en la revolución industrial. Ello no
quiere decir que la situación de la mujer se orientara por cauces más justos,
ni que el comportamiento sexual alcanzara un nivel cualitativamente dis-
tinto. Por el contrario, la mujer se vio recluida en una zona mas limitada
de servidumbre, puesto que quedó mucho más patente su situación discrimi-
nada en un mundo, el de los hombres, que en un plano social empezaba a
Sacudirse su yugo milenario. El comportamiento sexual siguió teniendo el
acento del predominio masculino, resuelto según las particularidades de la
época que pasaremos a detallar. Entramos en el período de la filosofía indi­
vidualista, del predominio de los datos y de las encuestas, de la observación
empírica, de la razón, Salpicado de estallidos irracionales y de modos de
vida episódicos, algunos de los cuales, como el romanticismo, habrían de
dejar su propia impronta.

No ha sido ligereza si hemos calificado de servidumbre a la situación
de la mujer. Los trabajos pesados que debía realizar --—ella, considerada
tradicionalmente como sexo débil- la sumían muchas veces en penosas y
largas enfermedades. Los documentos sociales de la época hablan de mu-
jeres de treinta años que tenían el aspecto de ancianas de ochenta. Se recu—
rría a ella especialmente en los períodos de crisis y se la remuneraba con sa-
pretender ser un contribuyente al particular progreso del refinamiento, ya
que los precios de su mercado Se han visto elevados nuevamente de media
guinea a tres y media." Se pueden citar numerosos casos de venta, como
los registrados en un libro de H. W. V. Temperley, "La venta de esposas
en Inglaterra en l823". Emerson denunciaba textualmente en su libro
que "el derecho del marido a vender a su mujer se ha conservado hasta
nuestros días".

Existen numerosos testimonios escritos de la época, en los que se explica
con suficiente dramatismo la situación de carne de cañón de las mujeres.

El comisario de policía de uno de los barrios más populosos de París expli-
caba, en el siglo pasado, a Ernest Legouvé que había multitud de fabricantes
que Seducían a las mujeres trabajadoras, dueños de establecimientos que
despedían a las jóvenes que no querían entregárseles y amos que corrompían
a sus criadas. Entre las 5.083 muchachas prostitutas que, según Parent­
Duchatelet, existían en París en 1839, había 285 sirvientas seducidas por
sus amos y arrojadas después a la calle. Había comisionistas, oficiales y estu―
diantes que depravaban a las jóvenes llegadas de provincia o del campo y
se las llevaban a la capital, en donde las abandonaban y eran recogidas
por la prostitución. Duchatelet cifraba su número en 409. En todos los gran-
des centros industriales, en Reims, en Lille, especialmente, había compa-
ñías organizadas para el reclutamiento de los burdeles de París. La obra
documental COYZCÍŽCZIÕTL de [Os Obreros, de M. Villermé, recoge estos y otros hechos
igualmente explicativos. Se podía ver a los rufianes apostados a la entrada
de los talleres, acechando los tiempos de escasez de trabajo y de penuria,
los días de desesperación y de enfermedad —apostilla Legouvé—, y que,
luego de haber pactado con la miseria, expedían su mercancía a la capital.

El hacinamiento de los obreros en departamentos que servían de dormitorio
a los trabajadores de uno y otro sexo, terminaba de provocar el clima ne-
cesario para establecer la pendiente.

La ganancia de las mujeres ni siquiera bastaba para mitigar el hambre.
Esta circunstancia ha sido igualmente comprobada por algunos publicistas
españoles.

Adolfo Llanos Alcaraz que publicó su libro "La mujer en el siglo x1x"
(Madrid, 1864) coincide también en señalar que "para las mujeres, a cierta
edad, buscar novio no es ni más ni menos que un oficio". La languidez y la
palidez de las mujeres era producto, según el autor español, de la reclusión
a que se hallaban Sometidas. Están excluidas por el peso de los convencio-
nalismos sociales del amor. Cualquier hombre puede llamar a su puerta y ‘
a ellas sólo les cabe resignarse a que la aparición del varón no sea muy des-
ventajosa. Machaconamente se repite en la literatura de la época el con-
sejo inveterado de que la mujer no debe tentar al destino, Sino que ha de W,
esperar pacientemente. Llanos Alcaraz dice textualmente: "No olvidéis nunca
que vuestro destino es esperar. Que deben venir a buscaros. Que ni debéis
buscar ni salir al encuentro. Mujer que esþćm siempre es digna. Mujer que
busca Siempre es miserable." La mujer ni siquiera debe lamentarse de que
la espera resulte vana y de que nadie llame a su puerta pidiéndola en ma-
trimonio. El autor, representativo de los valores establecidos en su época,
las consuela haciéndolas Saber que, tal vez, de haber conseguido marido,
la suerte hubiera sido más funesta. Y si, a pesar de todo, consiguen casarse
y el matrimonio fracasa, a la mujer no le queda ninguna Salida, salvo la
resignación. Nunca es el hombre el que se equivoca. Buscad, si no, las causas
de la disolución del matrimonio y siempre encontraréis a una mujer frívola,
manirrota, sensual y egoísta. Les aconseja que no se dejen llevar por la ver-
guenza en el caso de que el matrimonio haya fracasado; deben resignarse
al sufrimiento y "llevar la cruz", aunque no tengan culpa alguna.

La mujer es un juguete para el marido. La constante de esta afirmación
la encontraremos una y otra vez en los escritos de la época. En ocasiones,
este juguete puede resultar peligroso y comprometer, consiguientemente, a
quien lo usa. Por ello, los tratadistas al estilo de Llanos Alcaraz proponen
una mayor instrucción de la mujer, alarmados por la nefasta influencia que
ésta puede ejercer sobre los hombres.

También ofrece Llanos Alcaraz un cuadro sentimental y blandengue,
narrando la biografía de la modistilla, una de tantas empleadas que no tie-
nen qué comer ni camisa que mudarse. Empujadas por el hambre y la de-
sesperación se embarcan en el carro del vicio y tratan de resolver por el
seXo lo que la sociedad les niega por el trabajo.

Legouvé eXponía que una mujer sola, sin contar la compra de muebles
y vestidos, no podía vivir en una ciudad por menos de 248 francos anuales.

Ahora bien, en la juventud de la mujer, su ganancia ascendía a 172 fran-
cos, en la madurez a 250, y en la decadencia, a 126. Y concluía: "Muertas ,
de necesidad y arrebatadas por la desesperación, fijan las mujeres sus ojos
en ese cuerpo que no pueden sostener con el trabajo y recuerdan que son
hermosas: o sí no hermosas, a lo menos mujeres. No quedándoles más que
su seXo, lo convierten en instrumento de lucro. En Reims, en Lille y en Se-
dan, muchas jóvenes, después de terminado su ingrato trabajo, empiezan
lo que ellas llaman su quinto cuarto de jornal."

Parent-Duchatelet opinaba que, de 3.000 muchachas prostitutas, sola-
mente 35 estaban en condiciones de mantenerse honradamente, que 1.400
habían sido impulsadas a aquella situación por la miseria y que una de ellas.
al resolver prostituirse, hacía más de tres días que no había comido.