miércoles, 28 de octubre de 2009

El costumbrismo Sexual en África - Parte II

Entre las tribus "nandis", todas las niñas, a partir de los 8 años de edad,
son consideradas como objeto de posesión común. Cualquiera puede coha-
bitar con ellas, sea muchacho u hombre adulto. En tanto que las niñas pe-
queñas, menores de 8 años, sólo tienen sus contactos con niños de su misma
edad, a partir de los 12 años son propiedad casi exclusiva de los guerreros
solteros. Sólo después de la edad de la circuncisión cambian las cosas; a partir
de ese momento ya no pueden ser consideradas como objeto de posesión
común.

En Uganda, los niños de la tribu de los Bnioli baten palmas para marcar
el ritmo cuando pasan niñas o mujeres y les cantan coplas como ésta:
niapala niapala pehumunie
moyo humunie omnie heshilingi
(Mi corazón anhela una vagina
Trae la vagina y el chelín).
A pesar de las posibilidades que se ofrecen para satisfacer las primeras
pulsiones instintivas, se encuentran aún en muchas tribus diversas prácti-
cas masturbatorias. Estas aparecen de un modo especial en la infancia.

No obstante, desaparecen muchO antes que en nuestros países, porque el
joven tribal Se entrega muchO antes a la actividad sexual normal. Los mu-
chachos negros del Africa Oriental, para masturbarse, se friccionan el glande
con el jugo lechoso de una planta eufOrbiácea que en lengua kisvaheli llaman
"veptirinquet". En tales manipulaciones no siempre actúan solos sino que
puede darse el casO de que Se reúnan variOs muchachOS para masturbarse
en compañía. La masturbación en las muchachas se prolonga mas tiempo,
sobre todo en las tribus hotontote y Sudanesas, en las que las madres
inducen a las niñas pequeñas a que adquieran el hábitO de estirarse la vulva
el clÍtOris para cOnSeguir aquel paulatinO y cOnsiderable alargamientO
de los órganos sexuales ue al final se cOnvierte en el "delantal hotentote"
tan citado por los etnólogos y exploradores.

Los basutos permiten relaciones sexuales entre sus jóvenes con tal de
que no lleguen al embarazo, pues entonces el joven tendría que pagar unas
cabezas de ganado. A las relaciones SeXuales entre solteros las denominan
“Xo raloka", es decir, "jugar", mientras que para la relación Sexual con
mujeres casadas tienen expresiones más duras, como por ejemplo "Seo tsoa"
que equivale a "fornicar."

En Nigeria del Norte se practica la "tSaranchi", o amistad juvenil, que
une tan estrechamente y para toda 1ă vida a los muchachos y muchachas
que se criaron juntos, que en cualquier momento puede el hombre tener
acceso a su amiga y llegar a la relación sexual. Lo mismo podría decirse
de instituciones malgaches como el "volambite" (matrimonio de prueba
y el "saodranto" o divorcio temporal, durante el cual el marido debe aban-
donar la casa por cierto tiempo.

Para la disolución del matrimonio son competentes, en primer lugar,
ambas familias, así como también el consejo de aldea y, finalmente, el jefe
de la tribu. Las negociaciones, en la mayoría de los casos, giran alrededor
de la devolución del precio de la novia y de la cuestión relativa al cónyuge
con quien han de quedarse los hijos, en lo cual la cuestión de la culpa tam-
bien desempeña su papel, aunque no de tanta importancia como en Europa.
Actualmente, sólo los niños pequeños se quedan con la madre, mientras que
los mayores se van con el padre.

Otro proceso costumbrista clásico de Africa, incluso en nuestros días,
es la poligamia, a la cual ha contribuido el eXceso de mujeres, probablemente
debido a la mayor mortalidad infantil masculina (el sexo femenino es bio-
lógicamente menos frágil). Entre los Ki­kuyus eXiste la costumbre de que
las muchachas se ofrezcan a un hombre en calidad de segunda o tercera
mujer para no quedarse solteras. En tal caso, el hombre no la puede recha-
zar, pero tampoco necesita pagar nada por ella. La poligamia tiene una
interesante consecuencia psicológica para la mujer africana. La maternidad
constituye el hecho central de su vida, de suerte que se siente más íntimamente
igada a los hijos que al marido. La mujer negra no es la mujer de su marido,
sino más bien la madre de sus hijos.

Entre los pueblos negros la prostitución presenta un carácter distinto.
Estos pueblos casi siempre han conocido la prostitución como consecuen-
cia de su contacto con los blancos, aunque luego se adaptaron rápidamente
a ella. Las prostitutas negras son fáciles de reconocer por su vestido, ya que,
contrariamente a la negra normal, suelen vestir de un modo muy llama-
tivo y lujoso. Hasta hoy los dialectos africanos no poseían vocablo alguno
para designar a la prostituta. Generalmente la llaman "mlaya", palabra
lăisvahcli que designa a la muchacha que se entrega a cualquiera, pero que
no implica la idea de una actividad de carácter lucrativo. En Africa, las
prostitutas tienen cierto prestigio: son mujeres que ganan dinero. Se trata
de un pueblo con actitudes materialistas. Además, hay diversas costum-
bres africanas que, en un mundo que tantas transformaciones ha sufrido,
fomentan la prostitución. Entre estas costumbres podemos citar las siguientes:
la gran predisposición de la negra a entregarse, la costumbre abusiva del
precio de la novia y las normas sobre el divorcio.

También existe en el mundo negro la homosexualidad, pero la variedad
costumbrista que apuntábamos al principio de este apartado hace que lo
que es bien visto y aceptado en un núcleo tribal sea rechazado en otros.
Así, por ejemplo, los kerakis mirarían como anormal al hombre que, en el
período anterior al matrimonio, se retrajese de las relaciones homosexuales.

Entre los siwas del Norte de África la homosexualidad ha alcanzado una 1
elevada proporción: allí, todos los hombres y jóvenes practican la relación
anal. Los hombres que no se entregan a estas prácticas son considerados
como anormales. Se prestan los hijos unos a otros v se discuten las aventuras
eróticas homosexuales con la misma franqueza que las relaciones con las à
mujeres. En los ritos de iniciación del pueblo keraki cada muchacho es ini—
ciado por los hombres adultos en el procedimiento del coito anal. Después
de haber representado el papel pasivo durante un año, pasa el resto de su
período de soltería cohabítando analmente con los nuevos iniciados. Los
kiwais tienen costumbres muy parecidas.

Finalmente hay en África algunas sociedades secretas cuya finalidad es
casi exclusivamente sexual. Por ejemplo, Gatti cuenta que en la aldea bantú
de Moholăo, en el Congo antes belga, entró en contacto con la población
de este lugar, que contaba exactamente 218 habitantes, de ellos 61 hombres,
113 mujeres y 44 niños. Había un considerable número de gente soltera:
19 hombres y 35 mujeres.,También observó Gatti que, casi la mitad de las
mujeres y aproximadamente un hombre de cada 10, estaban idiotizados O j
padecían una grave enfermedad que a simple vista no se notaba, pero que
suscitaba la impresión externa de imbecilidad.

Al parecer la aldea había sufrido los efectos de una grave enfermedad
intecciosa o se hallaba aquejada de bocio, pero, de un modo extraño, todos
los enfermos, Sin excepción, parecían estar bien alimentados v cuidados,
cosa extraña en las costumbres de la aldea, según las cuales se descuidaba
completamente a los enfermos incurables. Gatti investigó este conjunto de
hechos algo raros y descubrió que los habitantes sanos de aquella comuni—
dad eran adeptos de una sociedad secreta que raptaba y traía a dicha aldea
a jóvenes v adultos de otros poblados. Los hechiceros de la sociedad secreta
ponían entonces a las víctimas en un estado de hipnosis permanente que
sólo les dejaba aptitud para realizar las actividades sexuales. Los otros habi-
tantes de la aldea tenían la obligación de cuidar a estas criaturas sexuales
ir de mantenerlas dispuestas para uso de los miembros de la sociedad secreta.

Éstos se reunían periódicamente y se servían de las víctimas para su propia
satisfacción sexual, hasta que su estado de imbecilidad iba acentuándose
rnas y mas y finalmente, les conducía a la muerte, que a veces era acelerada
de forma violenta. El dato más curioso es el de que los principales miembros
de la sociedad secreta se reclutaban casi exclusivamente entre los llamados
africanos civilizados.

Creemos que esta exposición costumbrista de la sexualidad habrá sido
suficiente para dar una idea panorámica del estado actual de las más diver-
sas normas acerca de lo sexual. Ahora dejamos al lector la tarea de enjuiciar
estas normas y estos hechos v de dar su veredicto definitivo.

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