jueves, 29 de octubre de 2009

EL DESNUDO EN LA NATURALEZA Y EN EL ARTE


En nuestra cultura occidental se considera erógeno el exponerse des-
A nudo a la vista de los otros. En la determinación de las diferentes reacciones
del impulso sexual ante el desnudo intervienen indudablemente las diver-
sensibilidades individuales, las costumbres y los hábitos. En los pueblos
en que la desnudez es natural no se observan manifestaciones particulares
de excitación erótica en los hombres ni de confusión sexual en las mujeres.

Algunas profesiones implican el trato frecuente con personas desnudas v no
por eso demuestran un mayor tono de excitación sexual. La misma situación
se obtiene en las colonias desnudistas, comunes a los dos sexos, fundadas en
Alemania, Francia, Inglaterra, Hungría y Austria. Por ejemplo en la de
Pisiópolis, próxima a París, centenares de jóvenes desnudos reman, juegan
y corren con muchachas también desnudas sin que ello suponga nada anormal.

Parece admisible que el desnudismo anula la emoción del pudor Cor-
poral, aleja las pulsiones eróticas de la curiosidad localizada en los órganos
genitales de hombre v mujer v en el seno femenino, v favorece el placer visual
de la plástica en movimiento. Respecto a los niños v jóvenes, el desnudismo
posee una extraordinaria eficacia protectora, porque les aparta de la curio­
sidad genital y de las prolongadas quimeras evocativas, educando en con-
secuencia la castidad del pensamiento.

Podemos preguntarnos hasta qué punto la vista de los órganos genitales
excita o no la sexualidad. En nuestra civilización, la vista de estos órganos
es menos excitante de lo que parece. Para el muchacho, cuya eléctividad ii
erótica es muy frágil, y su pulsión sexual parcelaria, localizada a través de
vifpi j fragmentos de percepción sexual (pechos, pelos, nalgas, vientre, etc.), el
descubrimiento de la vulva es más repulsivo que excitante. Posteriormente,
la relación sexual habitual en su madurez le ayudará a reconciliarse con la
genitalidad femenina. Naturalmente, en algunos casos hav un gran interés
por este órgano en cuanto puede evocar las caricias de los prélímíH&f€S del
acto sexual. Pero en general puede decirse que de no existir una anómala
especialización regional erógena con respecto a la vulva, no es en sí excitante.
Parece. por otra parte, que la poca visibilidad superficial del órgano genital
femenino ha contribuido a justificar la general preferencia estética por el
cuerpo femenino no genital.

Los órganos genitales masculinos no presentan ninguna belleza especial
no son excitantes por lo general, ya que parecen una regresión a los estados
primitivos de la animalidad presentándose como lo genital sin adorno. Es
órgano antiestético, de manera que pocos artistas se han atrevido a re-
gnroducirlo en estado de erección, fenómeno natural que tiene su valor,
sobre todo respecto a la mujer.

Se ha dicho que el desnudo anula el excitante misterio de los sexos, pero
tanto el hombre como la mujer no pierden su profundidad v su belleza al
quitarse la ropa. El desnudo en la antigüedad era algo socialmente acep-
tado y en los gimnasios y en los baños la desnudez era obligada. Todo hombre
digno de la antigüedad clásica debía saber leer y nadar. En las termas roma-
nas, donde los baños eran miXtos, las mujeres charlaban de sus cosas y los
hombres de sus negocios. En este aspecto, la historia presenta también un
constante movimiento pendular. Con el Cristianismo se prohíbe el desnudo
como fuente de pecado y, consecuentemente, los baños públigos. Así sigue
sucediendo durante la Edad Media. Posteriormente, el Renacimiento vuelve
al desnudo, a copiar la antigüedad clásica, y se glorifican de nuevo el baño
y el desnudo bien limpio. En el siglo Xvn, la gente se aparta de los baños
y vuelven los ropajes, ahora con una característica básica de barroco adorno:
lo sencillo no es estético en este tiempo.

Con la Revolución francesa se acentúa la falta de higiene y entonces
es de buen gusto emparentar con la suciedad; bañarse es casi una prueba
de ser reaccionario. Incluso en el siglo X1X bañarse en el mar estaba consi-
derado una grosería. Pero, a fines del pasado siglo, una ola de liberalismo
se eXtiende sobre las costumbres en general, y empiezan a poblarse las playas
con los vistosos maillots de baño. Actualmente impera la~higiene y todo el
mundo sabe la importancia de los baños de mar y del bronceamiento por
la acción solar. Estos factores han ido transformando los antiguos y púdicos
trajes de baño en los actuales, más reducidos, que permiten un máximo de
contacto con el agua y una mayor superficie dérmica para el bronceamiento.

Hoy se observa una tendencia cada vez más creciente hacia el natura-
lismo, como compensación del artificialismo con que Se vive en el mundo
automatizado y en la sociedad tecnificada de hoy. Este naturalismo consiste
en un acercamiento cada vez mayor a la naturaleza y, por lo tanto, a las
formas de vida y a los usos naturales. El turismo actual no demasiado abur-
guesado y, por ende, de espíritu libre, prefiere el "camping" al hotel y al
apartamento. Y el desnudismo cada día resulta más extendido, por lo menos
en formas parciales, ya que el integral sólo se practica en cotos cerrados.

Este acercamiento a la naturaleza transforma las relaciones interhumanas
en algo más sencillo y confiado y anula poco a poco el peso negativo de mu-
chos complejos, tabús, prejuicios y represiones insertos en las milenarias
tradiciones de la vida humana, a veces negativamente civilizada.
Ahora bien, hay mucha gente que confunde el naturalismo con el liber-
tinaje, como si la ropa fuese el talisman misterioso bajo cuyos efectos las
personas se olvidasen de sus instintos y de su sexualidad. El papel del nudismo
no es convencer a todo el mundo para que practique el desnudismo, sino
que consiste en educar a los que lo practican para que este naturalismo les
resulte cada vez mas positivo. En realidad, el nudismo, aparte de su punto
de vista práctico de higiene y liberación física, tiene un sentido simbólico
muy interesante: se considera el vestido como el símbolo de la limitación
humana a través de la artificialidad, la superprotección, la esclavitud del
confort. etc. Dejar los vestidos supone, pues, encontrarse mas cerca de uno
mismo. mas libre v más auténtico.

De todas maneras, para llegar a esto, el nudismo tiene que atravesar
una larga etapa educativa en torno a la naturaleza humana y sobre este
mismo simbolismo que le da sentido. Fuera de esta educación especial, la
desnudez es sólo un hecho neutro v, por lo tanto, expuesto a las mas variadas
interpretaciones y críticas. Sin este sentido, el desnudismo resultaría pelí-
groso. porque implicaría nuevas aberraciones. Desnudismo no quiere decir
prescindir de los vestidos de una forma radical, sino simplemente aprender
a ver la desnudez como normal y como algo conocido. Por eso, la practica
nudista sólo se realiza en ambientes apropiados y en breves lapsos de tiempo
(ñnes de semana, vacaciones veraniegas, etc.).

Finalizaremos este capítulo con algunos comentarios sobre el desnudo
en el arte. El desnudo artístico casi nunca ejerce acción erotizadora. Se
presenta de las formas mas variadas, adoptando diversas modalidades, según
la parte del cuerpo humano preferentemente representada: desnudo tora-
cico. abdominal, dorsal, glúteo-coxal, con los órganos genitales ocultos por
hojas. por las manos, por telas ligeras y flotantes, por la contigüidad o cruza-
miento de los muslos; con genitales evidentes, artificiosamente pequeños si
se trata de hombres. Los genitales femeninos raramente se representan.

También se expresa artísticamente el desnudo en diversas posiciones, acom-
pañado de otras personas desnudas del mismo sexo o no, o de otros objetos
y animales, etc.
Algunas corrientes artísticas modernas huyen deliberadamente del des-
nudo. de tal manera que, en l9l2, en el manifiesto de los cinco pintores
futuristas de Milan, se pedía que durante diez años el desnudo fuese supri—
mido totalmente de la pintura. En realidad, el desnudo artístico no es porno­
plástico porque la belleza artística sublima la sexualidad y la trasciende.
Esta universalmente aceptado el desnudo artístico, como nos demuestran
constantemente los museos y las exposiciones. Pueden ser obscenos, no por
el desnudo en sí, sino por las actitudes que presenten las obras más o menos
eróticas. Pero esto sucede escasas veces en el arte.

Al arte. naturalmente, sólo le interesa la belleza pura; por lo tanto el
A cuerpo humano, con su belleza plástica, cae dentro de los objetivos del arte.

El desnudo artístico ya no es simplemente un desnudo, sino que posee sobre
sí un arte que lo vela de a‘l‘guna manera (la estilización, por ejemplo). El
artista pinta o esculpe desnudos pero su misma actividad artística los trans-
forma en algo muy alejado de lo que en sí es el desnudo. Se podría decir
que se trata de unos desnudos revestidos por el arte. Por ello, en muchos
desnudos artísticos no aparecen los genitales, porque no interesan estética-
mente. La estética del desnudo esta, antes que nada, en el esquema corporal,
en la belleza casi geométrica del cuerpo, belleza que podría transcribirse
en curwas y otras líneas. Esa es la razón de que el desnudo artístico no excite
la sexualidad. no erotice, porque prescinde de ella o la trasciende.

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