jueves, 1 de octubre de 2009

El panorama del costumbrísmo Sexual en Norteamérica II

Las mujeres dedicadas a este negocio son llamadas "gold-diggers", busca-
doras de oro. De todas maneras, por muy importantes que puedan ser los
i factores económicos que han intervenido en este panorama de la vida con-
yugal americana, parece ser que el afán de lucro sólo juega, por lo general,
un papel simplemente secundario.

Kinsey trató de poner en evidencia las causas puramente sexuales que
desde los primeros años del matrimonio van conduciendo a un estado ani-
mico especial. Llegó a la conclusión de que los maridos suelen pecar mu-
chas veces de falta de las nociones anatómicas y fisiológicas más elementales,
razón por la cual la relación seXual no es satisfactoria en ambos cónyuges,
convirtiéndose en algo desagradable e incluso molesto, sobre todo para la
mujer. También ayudan a la fragilidad del matrimonio americano la fre-
cuencia de relaciones sexuales prenupciales, que se da sobre todo entre la
población estudiantil.

Ahora bien, el síntoma costumbrista por excelencia es elsustentado por
la homosexualidad, tanto masculina como femenina, que se va difundiendo
paulatinamente en todos los estados de la Unión federal americana. Tanto
en la Universidad como en el ejercito, la homosexualidad es bastante fre-
cuente y, según el "rapport" Kinsey, un 45 % de la población masculina
norteamericana ha tenido por lo menos una experiencia homosexual Com-
pleta, más o menos hacia la pubertad. Un l4 % son homosexuales toda su
vida. Se ha calculado la existencia en Nueva York de un millón de homo-
sexuales, un elevado número de los cuales (4000) son sancionados cada año
por atentados contra las buenas costumbres. Durante muchos años, el sector
neoyorquino de Greenwich Village ha sido conocido como el centro en que
los homosexuales femeninos y masculinos tienden a concentrarse, especial-
mente aquellos que presentan cierto talento artístico. La homosexualidad
abunda también muy especialmente en California, sobre todo en Hollywood.

En San Francisco de California las mujeres homosexuales disponen de una
y revista especializada, llamada "The Ladder" (la escalera), y tienen una orga-
nización representativa y oficial llamada "Las chicas de Bilitis". Esta organi-
zación celebra muchos congresos nacionales. La revista de los homosexuales
y 4 masculinos es "Cine".

Especial importancia, en esta constelación de síntomas, tiene el de la
prostitución clandestina. Este tipo de prostitución está formado por las
llamadas "call-girls", que cuentan con una clientela masculina fija, a la
que atienden por un sistema de citas telefónicas, sea acudiendo al lugar en
que el cliente las espera, sea en su propio apartamento o "suite" del hotel
en que residen con carácter permanente. Los clientes de este tipo de pros-
titución han sido llamados "_]ohn". Estos "john" requieren a la "call-girl",
no sólo para practicar actividad sexual, sino además para utilizarla en los
más distintos menesteres, como pueden ser asistir a una cena, a un teatro
o a una boîte, o bien para pasear, bailar, salir de compras, etc. Estas mucha-
chas suelen cobrar 20 dólares por servicio y ganan unos 20.000 dólares anua-
les libres de impuestos. En esta suma se incluyen diversos regalos monetarios
extras sobre el precio estipulado. El instrumento básico de trabajo de las
"call-girls" es el teléfono. Sus apartamentos suelen estar en lugares lujosos.

En Nueva York están ubicados generalmente alrededor de Park Avenue,
y en Chicago, en el Michigan Boulevard. Los encargados de "publiC rela-
tionS" de las grandes sociedades financieras se ocupan de preparar a todo
un equipo de "call-girls" para complacer a sus clientes o asociados en días
de asambleas o de otras actividades mercantiles.

Hasta dónde puede llegar la ola de antipuritanismo que sacude a la moral
sexual norteamericana lo demuestra el hecho de que, en más de 200 restau-
rantes y boites de California, las camareras sirven a la clientela en monokini,
la más extremada expresión social de la llamada "sexplotion" americana.

Y en Nueva York, en pleno Time’s Square, existen gran número de salas
de fiestas en las que las camareras visten maillots de color carne dando impre-
Sión de total desnudez. En este mismo barrio se exhiben las películas con
títulos mas provocativos, por ejemplo: "Los que cambian sus esposas", "Ch1cas
inmorales", "Los pantalones transparentes", "Violación o amor", etc. Igual-
mente, las librerías neoyorquinas presentan los títulos más estimulantes.
Citemos algunos: "DesnudoS a la hora del desayuno", "junglas de la lujuria",
“El muchacho como cebo", "El seXo y el soltero", etc.

Ahora bien, donde mejor se demuestra de forma colectiva la casi total
liberación de la moral seXual norteamericana es a través de lo que aconteció
cuando todo Nueva York se uedó a oscuras en el a a ón de la noche del
9 de noviembre de 1965. Este hecho singular fue descubierto casualmente
por un periodista del "New York Times" que cuando, fuera de servicio,
visitaba a una señora en la clínica de maternidad "Monte Sinaí", oyó decir
a una enfermera:
———No he visto en mi vida tanto movimiento.
Y la misma enfermera se echó a reír de pronto y añadió:
——Han pasado 9 meses desde el apagón.

En dicha clínica se registraron aquella noche 28 nacimientos, cuando
media es de 12. En el Bellevue Hospital, 24, cuando la media es de ll.

En el Columbia, 15 Sobre una media de ll; en el San Vicente, 1O sobre 7;
en el Brookdale, 18 sobre 1O y en el Coney Island, 8 sobre 5. Algunas par-
turientas lo confesaron. Pero el apagón no se limitó a Nueva York, sino que
afectó a una superficie de 207000 km2 (casi la mitad de España), ocupada
por unos treinta millones de habitantes y con ciudades como Boston, Albany,
New Haven, etc. En los trenes subterráneos quedaron aprisionadas 8OO OOO
personas. Pero, en la oscuridad, la gente Se volvió a encontrar a sí misma,
cada cual en su refugio ocasional y con sus aún más ocasionales compañeros.

Hubo pánico, pero también hijos. Los psicólogos y sociólogos de las Univer-
sidades de Cornell, Columbia y Ohio estudian al más alto nivel el hecho
del apagón del 9 de noviembre de 1965 y la ola de fecundidad que produjo.

En realidad, se cambiaron inesperadamente y de modo radical las costum-
bres de una masa de treinta millones de personas. Según Siegel, al apagarse
las luces las personas buscaron refugio unas en otras.

En América del Norte se ha definido el actual decenio como los "seXy
sixties" (los sesenta sexuales), y se concibe la denominación de los perio-
dos históricos por decenios (los años 20, los 30, etc.) así como antaño se con-
cebía por siglos. Incluso la historia se ha contagiado de la velocidad de los
reactores.

Toda esta panorámica antipuritana, favorecida por el más amplio as-
pecto sociopolítico de la democracia, ha implicado un nuevo tipo de mujer.

En principio la muchacha excluye de su mundo todo lo que puede oler a
tabú o a prohibición. Tiene absoluta libertad para elegir cualquier camino.
Desde los 18 años ya se le permite cierta coquetería, y la pérdida de su virgi-
nidad no acarrea demasiados problemas. Muchas veces, la chica se entrega
a un compañero sólo para demostrar que es libre de hacer lo que quiera ‛
y en cualquier momento. En esta entrega, sin embargo, no se llega a una
satisfacción adecuada, ya que se bebe mucho, antes y después, casi no se
habla, sólo eXiste una desnudez parcial, etc. El muchacho, por su parte,
apenas sabe lo que es cortejar a una chica. La primera actividad seXual
es más parecida a una violación que a un acto personal, afectivo, de inte-
gración antropológica. l\/Iuy a menudo este primer contacto con el sexo
opuesto se realiza en el rincón oscuro de un garaje, de un taller, de un par-
que, o en el interior de un coche. La persistencia de la insatisfacción trans-
forma poco a poco a la mujer en una indiferente para la normalidad seXual.

El mismo matrimonio es, muchas veces, un simple hábito, algo así como
un mecanismo. Los dos esposos trabajan mucho, llegan a casa cansados y se
preocupan de todo lo que pueda aumentarles el confort, pero apenas tienen
tiempo de hablar si se dedican un poco a la televisión, a los discos, a la lec-
tura de los periódicos o de sus revistas predilectas. La rutina de la relativa
prosperidad ha oXidado todo lo que podría haber de fresco, de auténtico
y de dulce en la cOnvivencia de lOS dOS SeXOS. SólO quedan la cOhabitación
la cOeXistencia erO nO existe la debida V erSOnal inte ración ni tam OcO
la intimidad armónica. De ahí al divOrciO cOmO nueva experiencia, SólO
hay un paSO. Las cOnverSaciOneS Se reducen muchas veces a prOhlemaS téc-
nicOS del cOche, a temas pOlíticOS O depOrtivOS; y, Si hay niñns, a preguntar
cOmO Se han pOrtadO antes de irse a dOrmir. SOn dialOgOs imperSOnaleS, téc-
nicOs y, pOr lO tantO, vacíOS de humanidad. La velada es cOrta, pOrque hay
que dOrmir las OchO hOraS para cOmpensar la fatiga de un vivir muy cOm—
plejO y deshumanizadO, cargadO de "StreSs"
alcOhOl y lOS tónicOS sOn OtrOS sucedaneOs de la intimidad y del dialOgO per-
SOnal.

EXpueStO ya el panorama del costumhrismo sexual norteamericano de-
gjamos al lector la libertad de juicio.

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