jueves, 3 de septiembre de 2009

Dialéctica de los Sexos II

Fuera de un plano diagnóstico, lo que puede asegurarse es que, a me-
dida que el varón ha ido realizándose más en forma objetiva, se ha desubs-
tancializado. El dilema es trágico. O realizarse o desubstancializarse. El
mundo del hombre contemporáneo es una creación viril y como tal es rico,
colosalmente rico, en realizaciones, pero pobre, paupérrimo, en realidades
sustanciales y vitales.

De ese peligro salva al hombre la presencia de la mujer. La mujer es un
ser eoueeritriea. Excentricidad y concentricidad Se hallan ya expresadas en
la Simbología corporal sexual. "Tota mulier est in utero." El hombre ejecuta
y la mujer cobija. La mujer se halla más próxima a la fuente misma de la vida
que el varón, y su atracción la libra del peligro de la alienación. El mito
de Fausto y Margarita es ejemplarmente lúcido. Fausto, anhelando des-
cubrir el secreto de la vida, de la eterna juventud, vendiendo su alma al
demonio y sellando el pacto entre humos y retortas. Margarita, gravitando
sobre él en su alada peregrinación y, al final, trayéndole a la verdadera rea-
lidad de la vida humana y salvándole.

La mujer vive más apoyada en sí misma que el hombre, se satisface más
a sí misma. El narcisismo, tan natural en la mujer, es expresión minúscula
de esta característica esencial. El espejo sirve al varón para sus experimentos
físicos, quizá para afeitarse o para anudar su corbata. A la mujer el espejo
le Sirve para contemplarse, para llenar la circunstancia en que vive envuelta,
su mundo, con su propia figura. El varón organizará una fábrica según
el principio del rendimiento o de la eficacia. La mujer organizará una casa
a su imagen y semejanza. No importa que sea eficaz, sino que ella esté allí,
en la frescura apacible del rincón o en el pétalo que cae sobre la mesa.
La mujer es, pues, mediadora entre el hombre y la vida. El principio femenino
ha sido considerado por la filosofía romántica como el principio ctónico y
telúrico de la vida humana. Frente a la acción del varón Se halla el "pathos"
de la mujer. No es que la mujer sea más capaz de sufrir que el hombre, Sino
que sufre de otra manera, más íntima y vegetalmente.

Este esquema diferencial entre varón y hembra no es una intuición,
ni mucho menos una elucubración especulativa. En numerosos rasgos de
la conducta del hombre y de la mujer vemos esa diferencia. Cuando un
niño tira una piedra, su brazo se dispara vigorosamente del cuerpo, como
si quisiera alejarse del cuerpo con la piedra misma. La mujer, en cambio,
lanza la piedra como si algo Sujetase su brazo a su eje personal. El primer
movimiento tiene un evidente carácter de "excentricidad" y el segundo de
"concentricidad". En cualquier manifestación viril vemos agresividad, com-
batividad, interés dirigido al exterior, apetencia por los datos físicos y cien-
tíficos, sed de aventuras. En la mujer vemos interés por las artes dramá-
ticas, compasión, ternura, amor por el hogar, etc. En ios test de inteligencia,
los niños sobresalen en la comprensión, en el descubrimiento de las imágenes
absurdas, en los test de dirección, en los de analogías, recuento de bolas,
denominación de vehículos, palabras abstractas, ingenio, razonamientos
aritméticos e inducción. Las niñas, en cambio, destacan en los de recordar
imágenes, recitar, plegar un papel, abotonar, realizar comparaciones artís-
ticas, reunir objetos que hagan juego, anudar lazos, calcular edades, dibujar
una sarta de cuentas de memoria, etc. ¿Por qué hay esa diferencia en las cur-
vas de crecimiento en los niños y en las niñas? Hasta los l5 años crecen las
niñas más deprisa que los muchachos. A partir de esa edad el fenómeno se
invierte. Mientras el crecimiento se realiza dentro de la propia circunstancia,
en la mujer es más rápido. Cuando la circunstancia se salta empieza el hom-
bre a crecer más aceleradamente. ¿Por qué se suicidan más hombres que
mujeres, sino por ese carácter diferencial? Vivir la vida hacia afuera tiene,
sin duda, sus peligros. La excentricidad del varón llena su trayectoria vi-
tal de amenazas. En cualquier arrecife puede tropezar y hundirse su barco.

La mujer boga más serena y tranquilamente, como si se hallara apoyada,
por un pie invisible y madrepórico en el fondo mismo del mar.
Sería un grave error creer que este reconocimiento de la "alteridad"
de la mujer se ha logrado siempre. Su supuesta indigencia espiritual y aun
corporal es tema y punto de vista demasiado frecuente para que insista
sobre él. Incluso, a pesar de todo lo que el cristianismo ha hecho por la mujer,
se le ha achacado no reconocerla su cualidad humana. Y cuando se quiere
realizar el Salvamento de la dignidad de la mujer se apelacon frecuencia,
y casi con exclusividad, a uno de sus modos de realizarse, la maternidad.
¿Cuál es la condición de la mujer en el mundo contemporáneo? ¿Hay
una mutación? ¿() Se trata simplemente, en los fenómenos que observamos,
de leves irisaciones del lago profundo, quieto, inmóvil desde hace milenios,
de eso que se llama "el eterno femenino"?

Existe una nota en el mundo contemporáneo que se proyecta sobre esta
cuestión. El hombre actual nos muestra perfiles distintos del de otras épocas.
Estos perfiles no se refieren sólo a la influencia que en el mundo contempo-
ráneo puedan ejercer los avances científicos y técnicos. Yo más bien diría
que éstos son derivados del cambio de actitud histórica del hombre. En el
hombre contemporáneo ha tenido lugar un gigantesco proceso de "concien-
ciaCión" —de darse Cuenta. diríamos en buen castellano— de sí mismo y de
sus posibilidades. Las posibilidades del ser humano son casi infinitas, pero
este hecho ha permanecido soterrado y oculto a la conciencia del hombre
durante siglos. Ahora, el proceso es de signo inverso. Si se ha dicho, por res-
peto a la verdad y al misterio de la vida y la historia, que las posibilidades
del ser humano son "casi" infinitas, ahora he de decir que el hombre mo-
derno las siente como infinitas, suprimiendo la pequeña partícula limitativa.

Se especula con el futuro del hombre en la tierra como con algo ilimitado.
Es más, ya la tierra no basta y el hombre planea la vida en otros planetas.
El progreso humano no tiene límites se afirma. Esto quiere decir que el
hombre "se ha dado cuenta de sus poderes", y que durante muchos años
estaba como sesteando y ocupado en tareas menores. Pero esta elevación
al plano de la conciencia acaece no Sólo en lo que respecta a sus poderes,
sino a su propia intimidad personal. Bucea en sus entrañas con más ahínco
que nunca y, por otra parte, rasga afanoso y prometeico, el velo del misterio
que le envuelve.

Este mismo rasgo lo hallamos proyectado en la situación de la mujer
contemporánea. Ha tomado conciencia de sí misma, ha despertado de su
Sueño invernal y quiere participar activamente y no sólo vegetalmente en
la constitución del mundo nuevo. En ese despertar hay una vertiente polí-
tica que quizá no Sea la más importante. La mujer actual quiere gozar en la
vida civil de los mismos derechos y consideraciones que el hombre. En este
punto, la batalla está ganada, aunque hayan perdido algunas escaramuzas
y todavía no se halla reflejada en la letra de muchas leyeS. La mujer actual
tiene derecho a participar en la vida social con la misma amplitud que el
hombre. Tienen ese derecho y ellas verán el uso que hacen de él. Y, sobre
todo, percibirán, en su propia carne, la luz y la sombra que van implícitas
en toda participación activa en las tareas históricas.

Hace algunos años, bajo el patrocinio de la UNESCÓ, se organizó una
encuesta, dirigida por Mauricio Duverger, sobre la participación de las
mujeres en la vida política. En el plano electoral la participación de las mu-
jeres en la vida política es importante. Ni por su extensión, ni por su contenido,
difiere formalmente de la participación masculina. En general, se abstienen
A un poco más de votar que los hombres y su voto es —generalmente— un
poco más conservador que el de ellos. Se halla, tal vez, un poco más sometido
a las influencias religiosas. Pero las diferencias son débiles y no conciernen
más que a una pequeña parte del cuerpo electoral femenino. Sólo en circuns-
tancias excepcionales estas diferencias marginales pueden tener una influen-
cia importante en la mayoría gubernamental. Algunas de ellas se explican
por las diferencias de situación entre los Sexos, por ejemplo, el número más
elevado de viudas que de viudos o por la distinta configuración de las lla-
madas pirámides de la edad. Lo importante, sin embargo, es que desde el
punto de vista electoral, nada viene en apoyo de la afirmación de la existen-
cia de una naturaleza femenina irreductible y de una diferencia fundamental
entre el comportamiento del hombre y el de la mujer. Podría alegarse la
importancia de la autoridad marital en materia política, y afirmar que la
unidad de voto en el interior de la pareja conyugal resulta de un alineamiento
en la voluntad del marido. Pero ¿la decisión del marido, no se halla incons-
cientemente influenciada por la vida entera de la pareja y por la presencia
de la mujer? Si estuviera soltero, ¿decidiría en el mismo sentido?

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