miércoles, 9 de septiembre de 2009

Sexualidad y matrimonio II

El más profundo problema de la vida matrimonial es el de la ßćíolidaa'.
De él surgen multitud de conflictos. ¿En qué consiste en esencia, la fideli-
dad? "Si queremos definir la fidelidad diremos que se basa, esencialmente,
en el rechazo a'o[ Cambio" dice Gustav Thibon. He aquí su dificultad: rechazo
el cambio. La vida es, precisamente, cambio. El ser es tiempo. La ßdolia’aa’
es algo eterno que So inßltra en el Sor y, en tanto es un adarme de eternidad, es
negación del cambio, de la temporalidad de la vida. La fidelidad tiene que
ver no tanto con el "Eros" como con el "Ágape".

Veamos este problema en la situación concreta matrimonial: dos seres
se unen en un momento determinado de su vida. El amor, la apetencia del
uno por el otro, la llegada de los hijos, éstos y otros lazos se hallan desti-
nados a perpetuar la unión. Pero, por otro lado, la vida avanza. Esa convi-
vencia tan íntima que exige la vida matrimonial nunca es fácil. Pequeñas
incomprensiones comienzan a separar a los dos seres. El amor—pasión del
comienzo se extingue poco a poco. El instinto sexual se difumina en la nie-
bla del hábito y pierde presión, fuerza y vigor. En esta situación una tercera
persona surge en la vida de él —o en la de ella— y el deseo medio dormido
ee despierta apareciendo la infidelidad.

Examinemos más detenidamente la Situación. Cuando se nos plantea
al un conflicto de esta naturaleza parece que el factor decisivo ha sido "la ter-
cera persona" que ha aparecido en el escenario. La situación es análoga a
la de los Conflictos neuróticos. El trauma que ocurre en un momento deter-
minado de la vida parece engendrar la neurosis. La verdad es que la neuro-
sis estaba ya allí, en estado latente, y que el trauma no ha hecho más que
cristalizarla. Del mismo modo podríamos decir que la dehiscencia conyugal
estaba allí y la quiebra de la fidelidad no ha sido tanto debida a la tercera
persona, como a la situación interna del matrimonio.

Las situaciones en la vida son dispares y apenas es posible encontrar
un denominador común para todas ellas. Si quisiéramos buscar uno, ese
sería el aburrimiento. Las relaciones entre tedio y fidelidad son muy pro-
fundas y necesitan ser esclarecidas. El tiempo vivido no tiene la misma estruc-
tura que el tiempo físico. El tiempo físico es un tiempo anónimo, igual para
todos. El tiempo vivido es un tiempo personal. distinto en cada ser. Un mo-
mento de una vida personal contiene en su estructura íntima a toda ella.
El tiempo personal avanza, no uniformemente como el físico, sino discon-
tinuamente, cada momento es más rico que el anterior porque el pasado
lo enriquece. Así, los momentos de cada vida son distintos entre sí. La espe-
ranza del futuro los mantiene enhiestos. El sentido de la vida se pierde cuando
el tiempo personal Se degrada y se aproxima, en su estructura, al tiempo
biológico.

En toda neurosis existe una alteración de esa vivencia del tiempo per-
sonal. La avidez del neurótico por el pasado es una característica de su neu-
rosis, descubriéndonos en esa versión al pasado en que falla su vida. La falta
de uniformidad del tiempo personal es la que determina la presencia de
momentos "aciagos" y de momentos "estelares" en la vida. Antes, el hom-
bre pensaba que tales diferencias dependían de los astros. El hombre moderno,
con su tendencia racionalizadora, ha querido interpretar esos momentos
"diferenteS" en virtud de las experiencias de su pasado personal. Pero hay,
en la estructura íntima del hombre, zonas que se mueven extemporánea-
mente con respecto a la racionalidad, sobre todo cuando enferman. La
angustia, el asco, el aburrimiento, etc. emergen de planos vitales; pero si
aparecen con una luz especial en el enfermo es porque son constitutivos
de los planos vitales del sano. El hombre institucionaliza su vida personal
para librarse de ese vaivén de sus planos personales. Una situación peligrosa
comienza cuando, ignorando ese vaivén profundo, se quiebra una deter-
minada institución, por ejemplo el matrimonio, atribuyendo la quiebra a
algo que es ajeno a él.

El "demonio del mediodía" que tantas quiebras produce en las vidas
matrimoniales no es el de la sexualidad, Sino el del tedio. Precisamente,
para defenderse de esa niebla de la falta de sentido de la vida que se engen-
dra en quien cae en el tedio, se busca el asidero instintivo­sexual como la
afirmación vital de un naufrago de la existencia. Entonces el marido o
la mujer— pretende encontrar en un nuevo enlace erótico ese Sentido de
la vida que había perdido. La experiencia nos dice muchas veces cuan alea-
torio era el camino emprendido.

El matrimonio es una relación interpersonal. La persona es una estruc-
tura abierta y se halla ampliamente sometida al principio de la comunica-
ción. El matrimonio es una forma especial y casi perfecta de comunicación
con el otro sexo. La Sexualidad no es un imperativo de la vida personal. Sino un ins-
trumento de lo mismo. Frente a ella la persona puede conservar una libertad
mayor que frente a otras necesidades instintivas, el hambre, por ejemplo. ,

Por eso la sexualidad es, al mismo tiempo, más enriquecedora de la persona;
En las crisis de la adolescencia el yo se forma en el juego del sexo con la meta-
física.

De la misma manera que hay conflictos conyugales que sólo en aparien- t
cia son Sexuales y en el fondo son personales, también hay neurosis y otros
cuadros patológicos que sólo en apariencia son debidos a conflictos conyu-
gales. Una de mis enfermas había estado en tratamiento psicoterapico en
una clínica extranjera durante ocho meses, por un cuadro depresivo. La
gran angustia de la enferma cristalizaba en tal agresividad contra su marido
que al hacer imposible la convivencia provocó la necesidad de una separa-
ción. El psicoterapeuta de aquel hospital no ·descubrió otra génesis `a su
angustia que el conflicto conyugal actual, si bien lo refería a insuficiencias
o insatisfacciones sexuales anteriores. El psicoterapeuta decidió aconsejar el
divorcio o separación como única solución a la crisis que la enferma pade-
Cía. Cuando esta me consultó más tarde, su angustia había disminuido,
pero había aumentado la situación conflictiva conyugal. Desde el punto
de vista clínico Se trataba de una fase depresivo-ansiosa. Tuvo todavía varias
oscilaciones en el curso de su depresión. En una de ellas, en —la que la enfer-
ma estaba mejor, los esposos hicieron un viaje. En Bruselas el marido, es-
tando borracho, le infringió la mayor ofensa de su vida, al intentar un mérzoge
à trois con una prostituta. La enferma se negó y renunció a continuar el viaje.

La agresividad que contra él venía arrastrando tenía ahora un motivo,mas
para encenderse y convertir en imposible la continuación del matrimonio.

Pasó el tiempo. Cesó, mediante el tratamiento adecuado, la fase depresivo-
ansiosa. La agresividad que no era causa de la angustia, sino manifestación-
de ella, también cesó. La paz conyugal volvió. De ello han pasado siete años.
Un nuevo hijo ha enriquecido el matrimonio y consolidado la unión.

No todos los casos son tan claros, pero con gran frecuencia se ven situa-
ciones analogas. Una depresión Se diagnostica como neurótica porque ofrece
la estructura de una neurosis. Una neurosis se estima como resultado de una
situación conflictiva conyugal. A veces se liga a un hecho cierto: el descubri-
miento, por parte de la mujer, de una aventura del marido o viceversa. En
pleno estado de angustia florecen los impulsos agresivos. La frontera entre
ambos esposos se eriza de dificultades y obstáculos. La ruptura de hostili-
dades incrementa la ansiedad. Una intervención inadecuada cuaja la situa-
ción.

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