lunes, 28 de septiembre de 2009

LAS ENCUESTAS DE SEXOLOGÍA

Podríamos decir que la conquista de la realidad sexual se ha obtenido
particularmente en nuestro Siglo. El largo peregrinaje por los terrenos de
la sexualidad, los avances y los retrocesos experimentados en su búsqueda,
el premioso afianzamiento de las bases científicas, desembocaron, por fin,
en una etapa en que el sexo fue considerado como una realidad insoslayable
de la persona humana sobre la que había que investigar profunda e inin-
terrumpidamente.

Cuando los tabús que habían estado proyectando una zona de sombra
Sobre uno de los aspectos más vitales de la totalidad humana fueron atacados
y demolidos por las observaciones y los hallazgos científicos, se produjo
una exaltación del sexo, un estallido que fue tanto más violento cuanto
mayor había sido la represión que se había operado sobre él. Se llegó, tam-
bién, a la observación de que los mitos y los tabús sexuales habían sido ali-
mentados cuidadosamente por las capas conservadoras de la sociedad que
fueron reemplazadas de su función dirigente. Es decir, la sociedad humana
había entrado en un proceso de "purificación"; después de haber sido some-
tidas a crítica y consecuentemente modificadas las estructuras socioeconó-
y micas y políticas, fueron puestas en tela de juicio otras estructuras sobre las
que se basaba el comportamiento más íntimo de los hombres. Esta segunda
etapa de "purificación" o de demolición no ha encontrado todavía su punto
culminante. Los tabús y los mitos no se ejercen impunemente y no pueden
ser extirpados con la facilidad con que Se amputa un apéndice físico. La
historia humana se halla sobrecargada de experiencias que se sedimentan
en la conciencia individual y colectiva. Constituyen un lastre para el correcto
desarrollo y hay que contar con ellas como con cualquier otra realidad.

Los tabús sexuales estuvieron presentes en la trayectoria de todas las socie-
dades, han llegado hasta nosotros y forman carne de nuestro cuerpo. Si las
técnicas psicoterapéuticas individuales tienen una aplicación lenta y se ne-
cesita mucho tiempo para lograr un resultado positivo, debemos comprender
cuán laborioso ha de ser el proceso de liberación colectiva de los mitos.

Por supuesto, una vez encarrilados en la vía científica los resultados se y
hacen cada vez más palpables y el ciclo de liberación se torna más corto.

No hace falta ser estudioso de la materia para comprobar la enorme produc-
ción de estudios y de ensayos que se publican cada año.

El auge de una actitud científica provoca, por otra parte, una oleada de
vulgarización sobre la materia, hasta el punto de que muchas veces resulta
difícil al individuo no suficientemente preparado descartar los trabajos serios
de lo que es simplemente literatura barata. Nuestros tiempos están marcados
por el signo de la sexualidad. Cualquier persona de mediana edad en nues-
otros días puede comprobar que se ha pasado de una clandestinidad del com-
portamiento sexual a un exhibicionismo generalmente fraudulento. La lite-
ratura, la radio, el cine, la televisión y los anuncios que cubren las vallas de
las ciudades y de las carreteras recurren al erotismo para atraer la atención
de los ciudadanos. El individuo se halla presionado por un torrente de ideas
sexuales que le obligan la mayoría de las veces a revisar su propia conducta
y le introducen en mundos desconocidos. Cuando se habla machaconamente
de que el individuo debe realizarse personalmente, casi siempre queda im-
plícito que se trata de una realización sexual.

El período científico de la sexualidad ha de pasar necesariamente por
un sondeo del comportamiento sexual. Se ha dicho también que nuestra
época es la era de las estadísticas y de las encuestas; en cualquier país me-
dianamente civilizado existen institutos de opinión pública encargados de
establecer el cuadro de las fluctuaciones del comportamiento y de las acti-
tudes de los ciudadanos. Estos centros prestan una colaboración valiosa al
Estado y a cuantas instituciones se hallen interesadas en la marcha de los
asuntos públicos y privados. La técnica de las encuestas se ha enriquecido
notablemente hasta el punto de que cada vez reducen más las posibilidades
de error; la elaboración de los muestreos se realiza meticulosamente de forma
que todos los ciudadanos son susceptibles de hallarse incluidos en ellos.

La ciencia sexológica ha recurrido frecuentemente a las encuestas para
establecer unas líneas determinadas del comportamiento sexual. El instru-
mental que precisan es sumamente costoso y son pocas las encuestas que
han logrado una aproximación valiosa al fondo del problema. En general,
sólo unos equipos protegidos por instituciones poderosas han podido llevar
a cabo la ingente tarea de recoger un muestreo amplio. Existen, por otra
parte, intentos muy estimables de investigadores privados que arrojan sobre
sus hombros la responsabilidad de llevar a cabo la tarea con sus propias
fuerzas.

En principio, podemos establecer dos tipos de encuestas sexológicas com-
pletamente diferenciadas: las realizadas por médicos sobre casos clínicos o
por médicos cuyo interés primordial consiste en hallar unos resultados estric-
tamente científico-médicos, y las llevadas a cabo por sociólogos e incluso
por escritores que pretenden ampliar el círculo de lo estrictamente sexual
y relacionarlo con la totalidad del comportamiento humano. Presentare­
mos los ejemplos más valiosos de ambos intentos de investigación sexológica.

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