lunes, 28 de septiembre de 2009

El Informe Kínsey- Escándalo

"La tragedia sexual norteamericana" se percibía en el ambiente. Se
aludía a ella, pero no se atrapaban los hechos concretos. Se hallaba diluida
y aunque todo el mundo hablaba de ella, nadie podía ofrecer una visión
global del problema. A Kinsey y a su equipo de investigadores correspondió
el acierto de mostrar la silueta definida del hombre y de la mujer norteame-
ricanos. Es verdad que la aparición de los informes fue rodeada de un ambiente
poco propicio a la reflexión científica y que los aspectos sensacionalistas del
problema encubrieron la verdad incontrastable de una "tragedia seXual".

A pesar de la oleada de sexualidad que inundaba el país a través de todos
los órganos de difusión, el comportamiento sexual estaba encubierto por
los ropajes de la más vieja hipocresía. Kinsey vino a demostrar que el com-
portamiento del hombre y de la mujer norteamericanos se hallaban más
cerca de la “perversión" que de la "normalidad". Ambos conceptos tuvie-
ron que ser replanteados. ¿Dónde están los límites de ambos? ¿Cuándo
un comportamiento sexual deja de ser "normal" para pasar a ser "perverso"?

La polémica dio su fruto y pudo consolidarse la base mínima de que sólo
los condicionamientos sociales definían la anormalidad de una actitud sexual.



La Conducta Sexual de la mujer
En los interrogatorios de Kinsey a 5.940 mujeres apareció que éstas,
después de diez o quince años de matrimonio, demostraban un apetito sexual
superior al que sus maridos podían satisfacer. Una de cada cuatro, al llegar
a la cuarentena, había tenido ya alguna experiencia sexual extramatrimonial.

La encuesta que hizo Betty Friedam en una zona residencial neoyor­ A
quina demostró también que las entrevistadas estaban ansiosas de que se
les preguntase sobre el aspecto sexual. Las relaciones extramatrimoniales
eran buscadas como válvula de escape de una situación opresiva y como
búsqueda de la personalidad.

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