jueves, 24 de septiembre de 2009

El «DeCamerón». La Salida de la noche

El proceso de llegada a lo que hoy llamamos Renacimiento fue lento
y apenas podemos encontrar el corte que separa la existencia medieval de
las formas modernas de vida. Los cambios de la historia no se producen nunca
drásticamente, ni siquiera en esos momentos de revolución en los que pa-
rece que el antiguo régimen va a ser barrido radicalmente. Especialmente
en el ámbito de las costumbres y de las formas de vida, el desarrollo se rea-
liza más trabajosamente. La disolución de las superestructuras camina siem-
pre a la zaga de la caída vertical de las estructuras. Casi dos siglos después,
por ejemplo, de la conclusión de la Edad Media, podemos encontrar flore-
cimientos esporádicos de actitudes y de normas típicamente medievales. La
literatura representada por el /l7'/zezdís de Gezzzlez es, a este respecto, flor de otra
estación, mientras que la fabulosa narración de Boccaccio, por el contrario,
constituye, a mediados del Siglo xiv, un anticipo de las futuras corrientes.

La obra de Boccaccio Se caracteriza especialmente por haber proporcio-
nado la pauta de la trivialización del erotismo, dando una vuelta de cerra-
dura a la literatura amorosa medieval. Mientras que en ésta. los héroes i
formaban un grupo aparte, segregado de la clase social más alta, Boccaccio
abre la puerta a los plebeyos, a los burgueses y, en general, a las gentes de
baja extracción. Sus aventuras se escriben con letra muy minúscula; son
aventuras cotidianas en las que la relación sexual tiene una importancia
básica, elemental. La mujer Sustituye, lisa y llanamente, a la gran dama.

Esta ya no exige grandes heroísmos para que el hombre se haga acreedor
Sus gracias naturales; y el hombre, a su vez, no Se embarcará en luchas
por el honor y la fuerza, sino por la astucia y las habilidades tácticas.

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