lunes, 28 de septiembre de 2009

Las encuestas y los informes sexológícos en la sociedad norteamericana

Max Lerner en su obra "America as a Civilization" afirma categórica-
mente que "Norteamérica ha llegado a dar más importancia al sexo que
cualquier otra civilización desde la romana". Numerosos historiadores y
sociólogos, a quienes se unieron ya hace tiempo un nutrido grupo de mé-
dicos, han puesto el acento en la creciente preocupación por las cuestiones
sexuales en los Estados Unidos. David Riesman llama al sexo "la última
frontera" y aduce como una de las causas fundamentales del fenómeno las
conquistas cotidianas de l.a llamada sociedad "de la opulencia”. "A medida
-dice Riesman -— que disminuye la preocupación por el trabajo, la sexua-
lidad impregna la mente durante las horas del día y durante los ratos de
ocio. Se la considera como una mercancía de consumo, no sólo para las
antiguas clases ociosas, sino para las masas modernas con mucho tiempo
libre..." La observación de Riesman no llega a tocar las raíces del problema,
aunque se aproxima notablemente a ellas. La sexualidad impregna también
la mente de la persona que se halla agobiada por el trabajo y de aquella
que no encuentra en su actividad cotidiana el necesario aliciente. Intenta
realizarse a través de la imaginación sexual y el erotismo se convierte en una
de las primeras realidades nacionales.

La contrarrevolución sexual que siguió a un período de auge de un com-
portamiento sexual más dinámico y más abierto volvió a imponer los mitos
sexuales en la sociedad americana. Del erotismo se pasó a las formas públi-
cas de la pornografía. La contradicción ejercida sobre el sexo, basada en
una publicidad abierta de actitudes sexuales que no podían Obtener su cul-
minación lógica, provocó una serie de traumas y desencadenó un conflicto
de proporciones colectivas. El Dr. Strecker, en su informe publicado en 1946,
reveló que tres millones de hombres sufrieron de psiconeurosis en los pri-
meros días de su incorporación a filas a causa de su falta de madurez y de
su incapacidad para enfrentarse con el cambio radical experimentado en
su vida.

Se pretendió que la sexualidad fuera una válvula de escape y un susti­
tutivo, pero, al ser establecida sobre bases falsas, estalló, pasado un tiempo,
y creó la "tragedia sexual norteamericana", tan brillantemente diagnosti-
cada por Albert Ellis. La agudización del problema se debió también, fun-
damentalmente, a la reclusión de la mujer en los estrechos límites del hogar;
después de su epopeya feminista, de una lucha enérgica por conquistar
un puesto en la sociedad, la mujer sufrió un ataque frontal y solapado a la
vez que la despojó de su personalidad y la convirtió en un objeto casi eXclu―
sivamente sexual. "En los quince últimos años -―dice la autora feminista
Betty Friedam- la frontera de la sexualidad se ha visto obligada a exten­
derse quizá más allá de los límites posibles, para llenar el tiempo libre, para
colmar el vacío creado por la negación de más elevados objetivos y metas.

El creciente apetito sexual de las mujeres norteamericanas ha sido demos-
trado documentalmente hasta la saciedad por el informe Kinsey, por los
sociólogos y los novelistas de los barrios residenciales, por la publicidad
destinada a las masas, anuncios en televisión, cine y las revistas femeninas
que alcahuetean fomentando el voraz apetito femenino por las fantasías
sexuales. No es una exageración decir que varias generaciones de inteligentes
mujeres norteamericanas han sido reducidas con éxito a criaturas meramente
sexuales, a buscadoras de la sexualidad.

Albert Ellis, presidente de la Sociedad del Estudio Científico del Sexo
y jefe del Consejo Nacional de Relaciones familiares, uno de los hombres
más versados en las cuestiones sexológicas, ha dedicado buena parte de su
actividad a seguir implacablemente todas las manifestaciones sexuales que
se dan en la sociedad norteamericana. Sus libros y sus enciclopedias sobre
el sexo incluyen el arsenal más abundante de datos sobre el comportamiento
sexual norteamericano. En enero de 1950 y en enero de 1960 estudió todas
las alusiones al sexo en los periódicos, revistas, emisiones radiadas y televi­
sadas, canciones populares, novelas, etc. Las palabras referentes al acto X 1,
sexual habían aumentado considerablemente de una fecha a otra. Los ins-
rrumentos de difusión se referían abiertamente a los "órganos sexuales",
"cópulas", "fornicación", "adulterio", etc.

"Las descripciones ———decía Albert Ellis_—— de los órganos sexuales... son
tan frecuentes en las novelas modernas que uno se pregunta si se han con-
vertido en un requisito para poder incluirlas en las listas de los libros más
vendidos. Como quiera que las antiguas y discretas descripciones del coito
parece que han perdido su capacidad de excitar al lector, e incluso las des-
viaciones Sexuales se han convertido ahora en lugares comunes de la novela
moderna, el actual y lógico paso parece consistir en las descripciones deta-
lladas de los órganos sexuales..."

Albert Ellis eligió un método de investigación original que había de
resultarle extraordinariamente fructífero. Sus encuestas y sus investigacio-
nes se ciñeron preferentemente al estudio detallado de los más importantes
órganos de difusión; a través de ellos se canalizaban los impulsos irracionales
y dirigidos de la sexualidad.

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