lunes, 28 de septiembre de 2009

La Conducta Sexual del varón

El informe Kinsey también demostró que los hombres obtenían la ma-
yoría de sus desahogos sexuales, pasados quince años de matrimonio, al
mar en de sus es osas. A los Cincuenta cinco años uno de cada dos norte-
americanos tenía un "lío" extraconyugal.

Una de las revelaciones más escandalosas del informe Kinsey fue la que
se refería a las practicas homosexuales del hombre norteamericano. El des-
cubrimiento fue difícilmente digerido y no faltaron voces que acusaron a
los investigadores de haber falseado los resultados. Los defensores de la
contrarrevolución sexual aceptaron los datos de la encuesta y propalaron e
la teoría· de que el incremento de la homosexualidad era una Consecuencia
de los logros obtenidos por la mujer en su lucha por los derechos. Según
ellos, la mujer se había "masculinizado" al obtener la igualdad de derechos
y, en consecuencia, el hombre Se había "feminizado". Pero el hecho es que
e los datos de Kinsey no demostraban que hubiera habido incremento de la
homosexualidad en la generación que siguió a las conquistas feministas.
El 37 por ciento de los hombres habían tenido, por lo menos, alguna experien-
cia homosexual el l3 or ciento eran redominantemente homosexuales
or lo menos durante un eríodo de tres años entre la edad de los 55
y el 4 por c1ento eran exclusivamente homosexuales (unos dos millones de
hombres).

LOS resultados del informe Kinsey fueron un revulsivo demasiado pode-
roso para la sociedad norteamericana. Cualquier consideración que se pue-
da hacer sobre ellos demostrará mil facetas distintas de la realidad. La en-
cuesta arrumbó algunos mitos. A título anecdótico basta citar cómo Se des-
i moronó gracias a los descubrimientos de Kinsey una de las teorías que j
había estado en boga años _anteS de la publicación de la encuesta y que in-
tentaba demostrar que cuanto más culta sea la mujer, mayores probabili-
dades habrá de que se le produzcan desórdenes sexuales más o menos gra-
ves (Farnham y Lunberg). Diez años después Kinsey demostraba que el
número de mujeres cuyo goce sexual era total en el matrimonio, v el número
de las que lo conseguían casi el 100 por cien de las veces, estaba relacionado
con su educación intelectual, en el sentido de que cuanto más cultas eran,
mayores probabilidades tenían de conseguir una satisfacción sexual plena.

Los dos informes Kinsey (sobre el comportamiento sexual del hombre
y de la mujer, respectivamente) realizados laboriosamente por un equipo
de colaboradores, exponían a la luz todas las particularidades del compor-
tamiento sexual. Los datos que más escandalizaron a la sociedad norteame-
ricana fueron: el 86 0/O de los menores de treinta años habían tenido relaciones
sexuales prematrimoniales (entre las mujeres esta cifra bajaba hasta el 50 0/Oy)
el 97 0/O de los hombres entrevistados se habían comportado, al menos una
vez en su vida, en alguna forma que esta penada por la ley de los Estados Uni-
dos; el 70 0/O habían tenido relaciones con prostitutas y el 4-O 0/0 de los hom-
bres casados habían tenido relaciones extramatrimoniales.



La lucha contra los grandes mitos
Los constantes estudios y encuestas sobre la realidad sexual han servido
de base para una apertura y una mayor responsabilización de las propias
vivencias. De la misma forma que en el siglo pasado los relatos sobre la vida
de los pueblos naturales y la exposición de otras formas de vida, significaron,
por el contraste que ofrecían con la Sociedad occidental, un revulsivo y una
puesta en marcha de las potencialidades reprimidas, las encuestas y la inda-
gación sobre el individuo en nuestros días han—impulsado los conocimientos
Sexuales por una vía positiva. Todos los aspectos de la convivencia y de la
relación entre los sexos han sido convenientemente analizados, disecció-
nados, expuestos y contrastados. La sexología ha abierto en nuestro tiempo
uno de los capítulos más prometedores; la "purificación" a que nos refería-
mos, si bien pasa por un período de inevitable sufrimiento -—como ocurre
en cualquier tratamiento terapéutico- traza un camino para la realización
completa del hombre y para el logro de su máxima felicidad.

Òtros investigadores han fijado su objetivo en otras zonas. Se ha indagado
―siempre será poco lo que Se haga en este sentido-- sobre la institución
matrimonial y se han descubierto algunas causas de la infelicidad y del fra-
caso de tantas parejas.

Albert Ellis, en su notabilísima Obra "La tragedia sexual norteamerica-
na", ha conseguido establecer las bases de un entendimiento positivo y fruc-
tífero; sus observaciones han demolido buena parte de los mitos que operan
sobre los individuos. La incompatibilidad sexual ha figurado como una de
las causas determinantes de la mayoría de los divorcios habidos en Norteamé-
rica. La inmensa mayoría de las situaciones definidas como incompatibilidad
sexual son, en realidad, desconocimiento de la mecánica Sexual. En el estu-
dio de K. B. Davis -—―señala Albert Ellis- hallamos pruebas de la frigidez
de las mujeres. Davis comprobó que el 26 por ciento de 2.000 mujeres casa-
das eran frígidas; en el estudio de 9.000 mujeres practicado por el "Margaret
Sanger Bureau" se llegó a la conclusión de que "una de cada cuatro muje- I
res no reaccionaba bien desde el punto de vista sexual"; y en un estudio
clínico de 500 mujeres casadas se comprobó que solamente el 47 por Ciento
desarrollaba una vida sexual satisfactoria. Los resultados del informe Kinsey
demostraban que el 17 por ciento de las mujeres del muestreo practicado
no experimentaban el orgasmo después de cinco años de matrimonio, y
que después de 20 años el ll por ciento jamás había llegado al orgasmo,
otro 13 por ciento lo experimentaba menos de un tercio de las veces que las
mujeres incluidas copulaban, y otro 12 por ciento alcanzaba el orgasmo
aproximadamente la mitad de las veces que realizaban el coito conyugal.

Las causas de la frigidez sexual habrían permanecido ocultas si no se
hubieran lanzado sobre ellas las técnicas de la investigación y de la encuesta.

Una a una las personas que se creían frígidas fueron analizando las causas
de su comportamiento. Los encuestadores reunieron los datos y pudieron
presentar una visión global del problema. Albert Ellis y otros importantes
historiadores del sexo establecieron que la frigidez es siempre resultante
de los grandes mitos y del "folklore" de las relaciones prematrimoniales.

Antes del matrimonio se incita a las muchachas a que sean provocativas hasta
el extremo, se les enseña a tentar al hombre, pero al mismo tiempo las rígi-
das normas del comportamiento les exigen "no caer". La consecuencia es
que se opera en su conciencia un trauma, verán siempre en el acto sexual
una acción torpe y vergonzosa. Al propio tiempo, operan sobre la conciencia
los grandes "Mitos del Coito". La copulación habrá de realizarse de una
manera determinada y cualquier forma que se aparte de la tradicionalmente
consagrada por las normas deberá ser desechada. A este respecto cita Albert
Ellis el "gran mito del orgasmo vaginal" que tantas zozobras ha causado
A a las mujeres, tantas frigideces ha engendrado y tantos matrimonios ha hecho
naufragar. Albert Ellis deshace el mito en los siguientes términos: "Como
Lombard Kelly ha insistido durante años y como Alfred C. Kinsey y
sus colaboradores han reafirmado en Conducta Sexual de la mujer, los corpúscu-
los sensoriales de los genitales de la mujer (que son análogos a las papilas
gustativas de la lengua o a los corpúsculos olfativos de la nariz) parecen
ubicados exclusivamente en el clítoris y no en toda la vagina. Las mujeres
(como los hombres) pueden alcanzar el orgasmo aunque estos corpúsculos
no sean estimulados directamente (como cuando, por ejemplo, son indi-
rectamente estimulados a través de otras sensaciones erógenas, o a través
de procesos psicológicos); pero por lo Común, los orgasmos femeninos son
en realidad orgasmos del clítoris. La unión del pene y la vagina puede pro-
mover el orgasmo al proveer estimulación indirecta a los corpúsculos Sen-
soriales situados en el clítoris; o en ciertas posiciones Copulativas, puede
determinar la estimulación directa del clítoris propiamente dicho. Poco
importa: el orgasmo femenino es de todos modos esencialmente clitorídeo
y no vaginal."

Al final de su documentadísima obra, Albert Ellis propone algunas de
las normas que él incluiría obligatoriamente en un código Sexual y ama-
torio inteligente, equilibrado y humano. Queremos señalar algunos de los pun-
tos que nos merecen especial interés: "Debe fundarse en la premisa de que
ningún acto sexual amatorio o conyugal debe ser proscrito o desalentado,
a menos que específica, innecesaria, gratuita y forzosamente determine que
un individuo lesione a otro u otros individuos." "Debe fundarse en la premi-
sa de que los hombres y las mujeres poseen necesidades sexuales biológicas
que pueden ser considerablemente modificadas por las costumbres y los
dictados del medio, pero que hasta cierto punto son irreprimibles." Propone
Albert Ellis que el código sexual racional sea consecuente y esté libre de con-
tradicciones, que sea honesto y sin hipocresía, esencialmente idéntico para
ambos sexos y que Si favorece a un sexo, lo haga únicamente en la medida
en que los miembros de dicho sexo necesiten realmente protección especial:
"Se fundará en una comprensión de las relaciones sexuales y amatorias
arraigadas directamente en la observación concreta, en el estudio clínico
y en la experimentación controlada. Por consiguiente, ha de ser un código
flexible que podrá variar a medida que los clínicos y los hombres de ciencia
realicen nuevas observaciones sobre el sexo, el amor y el matrimonio."

Albert Ellis ha llegado a estas conclusiones después de numerosos años
de vida entregada al estudio del comportamiento sexual; la validez de sus
proposiciones son refrendadas por el éxito obtenido, después de un largo
período de incomprensiones y de recelos. Según él, el código sexual de un
pueblo civilizado debe ser, ante todo, "flexible, no tradicional y objetivo".

No partirá de la premisa de que sólo un sistema de vida sexual y conyugal
es correcto, justo y apropiado, ni creerá que todos los individuos de una
sociedad dada deben ajustarse rigurosamente a dicho modo de vida. Por el
contrario, aceptará la idea de que existen muchas formas posibles de resolver
muchos diferentes problemas sexuales y amatorios, y que quizá sea más
conveniente dejar la solución de la mayoría de estos problemas al apren-
dizaje, a la reflexión y a la experimentación permanentes antes que a un
decreto dogmático e inmutable.

En el código de Albert Ellis se dan cita las conquistas más sobresalientes
de los científicos que han estado laborando por el esclarecimiento de la
realidad sexual. Han podido surgir en un país en que la contrarrevolución
sexual se alterna con las ideas más avanzadas en el campo de la sexología.

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