miércoles, 9 de septiembre de 2009

Promíscuídad y matríarcado II

Las expediciones guerreras, durante las cuales
el hombre se ausenta, así como el pastoreo, no
solo tiene como consecuencia que las mujeres
se quedan solas largo tiempo y se ocupan de
los trabajos mas diversos, sino que
tambien se unan mas estrechamente
creciendo y reforzandose de
este modo el dominio de la mujer
a la que queda confiada la propiedad.



Pero los últimos descubrimientos científicos parecen contradecir esas '
ideas. El matriarcado aparece, en todo caso, como una excepción. Por otra
parte, las incursiones realizadas en las zonas habitadas por los pueblos natu—
rales, como demuestra la abundante y exhaustiva documentación recogida
por Tullmann, prueban que la promiscuidad no se da, como fenómeno
constante, en ningún pueblo natural. Existe, desde luego, lo que él llama
promiscuidad festiva; o sea, unas costumbres libérrimas de comportamiento
sexual, en orgías y bacanales, que sólo constituyen un episodio en la vida
de esas sociedades. Parece Ser que incluso en las hordas primitivas no hubo
promiscuidad sexual en el sentido más amplio, ya que ni siquiera se encuentra
entre los antropoides. Como verdad indiscutible, después del fracaso de estas
teorías, que tuvieron antes una acogida extraordinaria, sólo cabe señalar
que se sabe muy poco o nada sobre la conducta y los hábitos sexuales de los
hombres de la Prehistoria. Serán necesarios nuevos descubrimientos y una
labor de síntesis y de coordinación antes de poder sacar conclusiones al res-
pecto. Por el momento, la única aproximación válida es la que pueda esta-
blecerse a la luz de los estudios sobre los pueblos naturales. La revista "Man"
de Londres presentó unas declaraciones del famoso etnógrafo londinense
Malinovsky: "Como miembro del círculo de entendidos podría decir que
cada vez que me encuentro y hablo con Mrs. Seligman o con el Dr. Lowie,
cada día que discuto con Radcliffe―Brown o con Kroeber, saco siempre
la conclusión de que mi compañero no sabe nada de la cuestión y de que él
se está formando la misma opinión acerca de mí." A esta conclusión llega .
también Richard Lewinsohn.

Gustav Welter, en cambio, defiende la existencia de la promiscuidad
basándose en el argumento de que el reino animal no ha dado a los hombres
el ejemplo de la familia monógama. Para desmentir la tesis de la familia mo-
nógama, este autor arguye como primera prueba uno de los rasgos más cu-
riosos de la mentalidad de los pueblos salvajes menos civilizados: la igno-
rancia de la relación copulación-fecundación. El etnólogo asegura que
existen en la actualidad numerosas tribus que creen que el embarazo Se debe
a cierto germen depositado por un "eSpíritu" en el organismo femenino.

De manera general, el no­civilizado ignora las causas naturales. Es animista
y cree que todo lo que existe ...ser humano, animal, planta o piedra...
osee un "alma"' es decir una voluntad una fuerza. La consecuencia de
ello es que nada en el mundo está regido por las leyes, puesto que todas las
cosas, incluso las inanimadas, pueden realizarse a su capricho. El nacimiento,
por tanto también tiene un ori en misterioso. El hombre no­civilizado no
sabría admitir ue sin la intervención de al uien más oderoso ue el el
acto rápido y casi inconsciente del macho en la copulación sea suficiente
para hacer sufrir al cuerpo y a la existencia de la hembra unas transforma-
ciones tan considerables como la fecundación, el parto y la lactancia. Como
la unión sexual es una cosa ordinaria, corriente y cotidiana, le parece extraño,
hasta imposible, que el organismo femenino Se vea tan profundamente afec-
tado por él. Así, el productor original del niño no es el padre, sino un poder
extraño y sin relación con la pareja. Es, generalmente, el espíritu de algún
antepasado que trata de reencarnarse. Entre los pueblos totemistas es el
del animal protector del clan ; en otros, el genio de las aguas. Los arunta
de Australia creen que los niños-espíritus se encuentran depositados en
lugares determinados, y las mujeres que no desean concebir evitan pasar
por tales lugares.

Welter, por tanto, asegura que entre los pueblos más primitivos el meca-
nismo psicológico de la generación se presenta, al parecer, de la siguiente
manera: cuando un germen ha sido depositado en el vientre de la mujer i
a por un espíritu, la copulación introduce en este órgano un líquido mascu-
lino que unido a la sangre femenina liberada por la interrupción de la mens-
truación, colabora con ella en el desenvolvimiento del germen y, finalmente,
en el nacimiento del niño. Un indígena melanesio explicaba: "la madre
hace al hijo con su Sangre, y después, cuando ha nacido, le alimenta con
su leche". Un africano decía: "El hombre coloca en el interior de la mujer
algo que crece".

Como se puede observar por estos datos, el hombre primitivo no admite
que en el esperma se halle la semilla fecundante de la mujer, sino única-
mente el vehículo que ayudará a la formación del niño. En consecuencia,
el autor citado concluye que si los primeros hombres hubieran conocido
el estado familiar bajo la forma de matrimonio individual es evidente que
habrían comprobado por la experiencia que la interrupción de las reglas
de sus mujeres iba seguida de un embarazo de nueve meses. Si han ignorado
este detalle es sin duda porque la promiscuidad eh que vivían no hacía más
a que corroborar su creencia en el origen "exterior" del niño.

Welter defiende asimismo la existencia del matriarcado en numerosas
tribus primitivas; un matriarcado que actualmente se encuentra en diversos
pueblos bajo su forma más atenuada: la descendencia por línea femenina.

El niño pertenece al clan de su madre .y, en aquellos pueblos en que impera
el régimen totemista, honra al tótem de su madre y no al de su padre. Más
raro aún es el matriarcado integral, en el que la generatriz es el jefe de la
familia, queda su nombre a sus hijos y les lega sus bienes. El origen ,de estas
costumbres se explica mejor si nos remontamos a la época en que el papel
del padre en la procreación apenas era conocido y en la que el niño, nacido
en el desorden de la horda, era considerado como perteneciente, ante todo,
a su madre.

Virginidad, castidad, continencia, son nociones ignoradas por el pri-
mitivo, al menos en el sentido que nuestra civilización les da. Para él, nada
es inmoral. Si existen cosas prohibidas, lo son, no porque constituyan un
pecado, sino porque constituyen un peligro. El acto sexual esta a veces pro-
hibido por razones mágicas, pero nunca de manera constante y absoluta.

En estas sociedades "amorales", como las califica Welter (y que mejor diría-
mos de moral muy distinta a la nuestra), el acto Sexual no es una "obra car-
nal" en el sentido que entiende la sociedad occidental, si no únicamente
una de las funciones naturales del cuerpo humano por la que no hay nece-
Sidad de sentir vergüenza o de ocultarse.

La parte Sexual de la institución matrimonial es secundaria, y si la cos-
tumbre obliga muchas veces a los esposos a una fidelidad recíproca, es Siem-
pre por razones que no tienen nada que ver con la moral. Entre ellos, el
acto carnal no posee la misma importancia que entre nosotros. El nacimiento
de un hijo ilegítimo no constituye una deshonra, ni siquiera un inconveniente.
Unión monogámica y unión libre pueden perfectamente coexistir. El dilema
matrimonio O libertad no se plantea nunca.

No hay comentarios:

Publicar un comentario