miércoles, 16 de septiembre de 2009

Roma y Grecia: Nuestra puerta más cercana

En la mitología griega se concede un papel preponderante a la mujer.
Los primeros cretenses ——hacia el sexto o quinto milenio antes de nuestra
era— profesaban el culto a la gran diosa-madre. La civilización cretense
alcanzó un alto grado de desarrollo. La mujer disfrutaba de gran libertad,
frecuentando los banquetes V las representaciones teatrales. jurídicamente
era igual al hombre; podía casarse libremente V los pretendientes que soli-
citaran casarse con ella no esperaban más respuesta que la que saliera de
sus labios.

Desde los tiempos homéricos hasta el siglo V a.d.C. se seguía inmolando
en Temesa, Italia del Sur, cada año, una doncella al alma de un miserable
lapidado por haber violado a una mujer.

El matrimonio, lazo de unión de toda la vida social, se hallaba situado
bajo la invocación directa de Zeus V de la Madre―Tierra. Lo sexual era una
necesidad natural satisfecha libremente. Los jóvenes se unían en los Cam-
pos, sobre la hierba V el trigo recién cortado.

La forma de unión más primitiva de los aqueos parece Ser la que Se relata
en el Génesis: la esposa aporta consigo una esclava, para convertirla en
concubina de su futuro marido en el caso de que ella resulte estéril. La mujer
depende en todo del marido V ha sido cedida mediante una dote. A la muerte
del marido, su hijo puede disponer de ella, venderla a un nuevo marido
o devolverla a su antigua casa. El hombre que es demasiado pobre para
poder comprar esposa, puede casarse, abandonar su casa e instalarse en la
de su suegro, pasando a depender de éste.

La institución de la dote aportará, andando el tiempo, una considera-
ble mejora a la situación de las mujeres. La esposa dotada no podrá ser repu-
diada ni devuelta por su tutor si queda viuda. El matrimonio se transforma
en un contrato.

La captura en la guerra de hermosas esclavas era un símbolo de nobleza.
El mantenimiento de la concubina en el domicilio conyugal empieza a pare-
cer injurioso para la esposa. No obstante, al enviudar la esposa, el hijo podrá
volver a casarla de nuevo, aunque la dotará V la consultará previamente.

Las hijas no heredan los bienes de su padre, que se reparten únicamente
entre los hermanos varones; incluso el hijo ilegítimo es preferido a las hijas.

La esclava está sometida al poder absoluto del amo, y éste puede cas-
tigar la infidelidad con los más crueles Suplicios. La Obra homćrica esta llena
de referencias a la violencia y a la Sexualidad. Al regresar a Itaca, Ulises
mata a todos los pretendientes de su mujer y hace ahorcar a las esclavas
que han compartido Sus lechos. Homero narra también el nuevo refinamiento,
la pasión por la conversación, por la música y por el amor.

La formación del Estado griego en Su última etapa de desarrollo modi-
ficó y amplió los modos del comportamiento seXual. La mujer no tomaba
parte activa en la administración del Estado, ni siquiera era considerada
en el interior de su domicilio conyugal.

Los griegos crearon un ideal de belleza femenina que habría de influir
fuertemente en las futuras culturas.

La figura femenina ideal Se hace más esbelta, Se viriliza. La producción
literaria y filosófica griega está plagada de referencias a este ideal y a la incli-
nación de los griegos por los efebos y por las prostitutas. La heterosexualidad
y la homosexualidad vienen a ser las formas más corrientes de la actividad
Sexual. La institución familiar no gozaba de un lugar preferente.

Durante la época democrática abundaron las relaciones entre los jóve-
nes de diferente poS1c1on social. Ello amenazaba con una cierta alterac1on
del equilibrio de las clases y, en consecuencia, en el siglo v antes de nuestra
era, se promulgó una ley por la que no Se reconocía la validez de los matri-
monios efectuados entre miembros de diferente clase social. Al propio tiem-
po, la ley consideraba favorablemente la celebración de matrimonios con-
sanguíneos, que garantizaban la estabilidad de la propiedad privada.

Durante la época de Péricles —aunque él no fue precisamente un ejem-
plo de moralidad matrimonial- triunfó la idea del matrimonio sin 'com-
plicaciones. En el período de la guerra con Esparta, la marcha de los hom-
bres al campo de batalla creó una situación peculiar que fue reflejada por
los grandes poetas de la época. Eurípides y Aristófanes defienden a la mujer
y el médico Hipócrates la disculpa de sus "desvíos" aludiendo, por primera
vez en la Historia, a la peculiar constitución fisiológica femenina. Según él,
las mujeres no andaban un tanto extraviadas a causa de la guerra, Sino a
causa de la insatisfacción sexual. A partir de esta observación, Hipócrates
elabora su teoría del histerismo, según la cual la falta prolongada de esperma
en el útero provoca una excesiva presión de la sangre en las partes supe-
riores del cuerpo, estado que lleva a la mujer al nerviosismo a la ansiedad.

La derrota de Atenas produjo el abatimiento en los atenienses y la institu-
ción matrimonial se resintió. Sócrates y Platón predicaron la igualdad de
derechos de la mujer y del hombre dentro del matrimonio, pero sin ningún
resultado.

A Aristóteles lanzó todo el potencial de su artillería dialéctica para de-
mostrar la inferioridad de la mujer respecto del hombre. Con ello, todas
las posibilidades de superar la crisis, mediante una nivelación de derechos
entre los dos miembros de la pareja humana, Se perdieron definitivamente.

En cambio, se acrecentó notablemente el papel de dos formas anorma- A
les de sexualidad. La prostitución en Grecia tuvo, en aquel período, su edad
de oro. Los burdeles y las casas de cita simuladas proliferaban en todas las
ciudades y estaban siempre abarrotados de visitantes. La pederastia tam-
bién adquirió más auge. La homosexualidad llegó a estar tan extendida
que incluso fue regulada por diversas disposiciones legales.

Los historiadores modernos admiten que la promiscuidad sexual pudo
existir en Italia en la época prehistórica. Richard Lewinsohn cuenta que
algunas supervivencias de este fenómeno pudieron llegar hasta los tiempos
de los reyes. Aduce el hecho de que las ceremonias obscenas en honordel
dios Tutunus Mutunus nos indican que, en sus orígenes, el matrimonio no
tenía el sentido de una unión monogámica. Las relaciones sexuales comen-
zaban muy pronto: a los doce años entre las muchachas y a los catorce entre
los muchachos. En el período más remoto, el matrimonio era una operación
de compra. El padre disponía del máximo poder sobre los hijos, arrogan-
dose el derecho de poder darles muerte o venderlos como esclavos. Como
el matrimonio se basaba en la dote de la hija, ésta era considerada como un
objeto precioso por parte del padre, que esperaba obtener un beneficio de
la boda. La Ley de las Doce Tablas, en el siglo v antes de Cristo, prohíbe
las uniones matrimoniales entre patricios y plebeyos.

A En el derecho romano la mujer goza de mayores privilegios que en las
sociedades griegas. Para que el "paterfamiliaS" no viera dilapidada la dote
en manos de un yerno despilfarrador, se creó el régimen de separación de
bienes, con el que la mujer se aseguró una cierta independencia. La infi-
delidad conyugal no era considerada, generalmente, como un drama;. Como
máximo, daba lugar al divorcio. La más sólida documentación que se posee
actualmente sobre Roma es debida a Mommsen, el célebre premio Nobel,
que ha descrito de manera exhaustiva la organización familiar y social de
los romanos.

El divorcio fue ampliamente utilizado por la sociedad romana.'Durante
el Imperio bastaba que una Sola de las partes` lo pidiera para que el juez
accediese. Incluso no era necesario recurrir al juez; bastaba con lograr un
acuerdo amistoso entre marido y mujer por mediación de un amigo. La
violación de una mujer era Considerada como crimen público y recibía los
más severos castigos.

La prostitución se extendió en Roma con una virulencia sólo compa-
rable a la de Grecia. En cada ciudad y en cada poblado (y, por supuesto,
en cada recinto castrense) eXistía un prostíbulo. Los descubrimientos de
las ciudades sepultadas bajo la lava del Vesubio han traído hasta nuestros
días los documentos más elocuentes de la práctica de la Sexualidad en aque-
llos tiempos. Las habitaciones destinadas a hacer el amor estaban deco-
radas como lo están en nuestros días algunas casas de citas: alusiones a la
cópula seXual, dibujos de miembros viriles, etc.

En Roma encontramos el Segundo manual famoso del arte amatorio.
Ovidio, el poeta condenado al exilio, retrató con suma fidelidad la sociedad
en que vivía. Su Ars amandi es un espejo nítido que retleja el Comportamiento
sexual de sus contemporáneos. Lo Sexual es el elemento determinante de la
vida pública y privada de los romanos durante la época de su esplendor
y de su decadencia.
Ovidio, más joven de los poetas de su generación, encuentra una vía
innovadora. La conquista de la mujer fácil, cantada por Propercio y por
Horacio no podía resultar ya estimulante para los hombres del gran mundo
romarno. Había que buscar el riesgo, amar al borde del peligro y anteponer
incluso el gusto de la aventura a sus propios resultados. Øvidio Se propone
escalar la morada ajena e invadir el lecho de las mujeres casadas. No puede
fijarse en "la mujer libre detodo prejuicio que se pasea con sus vestidos
transparentes y... no se escandaliza ni protesta si alguien la hace una señal",
como cantaba Propercio. Ovidio invita a Corina junto a su marido. Ôbserva
las más exquisitas reglas de la buena educación y no deja traslucir sus ver-
daderos sentimientos hacia la amada. Una situación semejante hallaremos
en "El Asno de Oro", de Apuleyo, la primera importante novela que ha
llegado hasta nosotros.

Ovidio se atormenta con los celos, padece por las caricias que el esposo
pueda administrar a su amada y ruega a ésta que no se refiera jamás a lo
que ocurre en la cámara nupcial. Le pide a su amante que se entregue al
marido por necesidad, pero que nunca le haga a el Sabedor de sus relacio-
nes conyugales. Richard Lewinsohn expone acertadamente la singular rela-
ción que Se establece: "Vamos viendo así que los papeles se han invertido:
el amante es el celoso, el marido es el que engaña con su propia esposa al
enamorado amante, quien se procura con ella una voluptuosidad que, según
« el autor, es del amante, y sólo de él. La noche en el lecho conyugal es la hora
del fraude, del engaño, de la traición. El amor tiene por marco el día, cuando E
la mujer casada va a visitar a su amante, cuando hay que cerrar las ventanas
para huir del ardor del sol".

Øvidio, a pesar de sufrir un castigo severísimo, no hizo sino reducir a
magníficos versos el signo de sus tiempos. La moral sexual se ceñía a lo me-
y ramente externo. El amor era un deporte de caza cuya presa, la mujer,
l era halagada empalagosamente. El hombre estaba dispuesto siempre a re-
nunciar a su propia dignidad Si con ello conseguía sus objetivos sexuales.

No hay comentarios:

Publicar un comentario