domingo, 27 de septiembre de 2009

Las teorías freudianas sobre la líbído

Numerosos críticos han explicado el "pansexualismo" de Freud por el
carácter antisexual que tenía la sociedad de su tiempo. El médico vienés,
dice, resumiendo, Betty F riedam, "desarrolló su teoría describiendo como
sexuales todas las fases del desarrollo, aplicando fórmulas sexuales a todos
los fenómenos que observaba". Sus pacientes, especialmente las mujeres,
vivían comprimidos por una tupida malla de convencionalismos que con-
denaban las manifestaciones sexuales de todo tipo. El concepto de libido nació
del intento de explicar el fenómeno de la histeria, que se manifestaba en
numerosos pacientes. Freud observó que la energía sexual aplastada, sin
ninguna posibilidad de salida, se concentraba en determinadas zonas y
hacía aparecer los fenómenos neuróticos. El paciente sufría una obsesión, el
peso de una idea intolerable que no podía arrancar de su mente. La obsesión
era, en definitiva, la expresión consciente de la idea intolerable, referida
siempre a alguna idea sexual.

La neurosis de angustia fue la etapa siguiente del desarrollo del concepto
de la libido. A veces, la expectación angustiosa no es consciente, pero puede
llegar a serlo sin que ello signifique que haya que pasar necesariamente por
un proceso racional.

Las relaciones sexuales no satisfactorias pueden provocar la neurosis de
angustia. Esta sería una reacción fisiológica derivada de la frustración del
orgasmo sexual. Freud señala el coitus interruptus como el principal generador
q de la angustia Sexual. Clara Thompson resume estas cuestiones en una con-
clusión: "Tanto la neurosis histérica como la neurosis obsesiva, la neuras-
tenia como la neurosis de ansiedad, tienen su causa inmediata en un dese-
quilibrio especial de la economía nerviosa, y todas tienen un origen común
en una alteración de la vida sexual presente. En las otras neurosis el dese-
quilibrio se produce por hechos traumáticos de la vida pasada."

El concepto de ltbido formaba parte de la primera teoría de Freud sobre
los impulsos de los instintos. Aunque afirmaba que el hombre era movido
por el instinto de conservación y el de procreación, Freud puso el acento
determinante en el instinto Sexual, por cuanto el de conservación no supo-
nía una carga de comprensión en el individuo. Ya hemos señalado cómo,
al descubrir el carácter fantástico de algunas experiencias traumáticas in-
fantiles, Freud estableció el complejo de Edipo, que consiste en una fijación
erótica del hijo en la madre. Pero algunas situaciones clínicas en las que
aparecían traumas anteriores a la edad en que podía operar el famoso com-
plejo, le impulsaron a llevar sus investigaciones por un terreno anterior.
Así empezó el estudio de lo que él llamaba fases pregenitales de la líbido.

El concepto de "seXualidad" se amplía y ya no se refiere exclusivamente
a los órganos genitales. A partir de estos estudios, el término sexual se apli-
caría a cualquier sensación de placer corporal e incluso abarcaría una acep-
ción más extensa, cuando por el concepto de sublimación, englobase otro
tipo de satisfacciones, como la ternura y hasta la satisfacción provocada por
la ejecución de algún trabajo. Esta parte más avanzada de la teoría panse-
xualista de Freud ofrecería blancos muy vulnerables a los dardos de sus con-
tradictores. Clara Thompson lo dice en una frase: "Es realmente difícil
de admitir que cualquier actividad humana tenga como base una energía
E sexual en el sentido estricto."

Mas adelante, Freud relacionó el erotismo con todos los órganos del
cuerpo. Así pudo formular su hipótesis sobre el período oral y anal. El niño
descubre que el primer órgano que le provoca placer es la boca y a través
i de ella realiza su carga erótica. Succiona el pecho de la madre, o la boca
del biberón, con total delectación y, cuando termina de actuar, cae en un
estado muy parecido a la fase que sigue al orgasmo. Hacia el final del pri-
mer año de vida, el niño traslada su interés al ano; el placer erótico se rela-
ciona con la retención y la expulsión de los excrementos. El niño ha descu-
bierto que puede "someter" a sus padres reteniendo los excrementos, ya
que aquéllos se muestran muy interesados en la ejecución de esta tarea fisio-
lógica. Pasada esta fase, el niño traslada su interés al miembro viril, lo que
ocurre hacia los tres años de edad. La niña Se fija en el clítoris, ya que toda-
vía no ha podido advertir que le falta el pene. El período siguiente es ya
edipiano, y se prolongara mas en la hembra que en el varón, ya que aquélla
no sufre el terror a la castración. Los deseos sexuales se anulan o quedan
dormidos hasta la edad de la prepubertad, en la que el notorio funciona-
miento de las glándulas sexuales despierta nuevo interés en el individuo.

Freud señala en la pubertad una bifurcación del macho y de la hembra.
Aquél persiste en su interés por el falo, mientras que ésta prescinde del clí-
toris y asume su condición femenina, que no es otra que la actitud de Sumi-
sión. Si la ansiedad falica sigue dominando a la mujer, se llegara a un rechazo
de la condición femenina y explicara las manifestaciones patológicas de la
inadaptación de la mujer. Freud sigue confundiendo las manifestaciones de
la sociedad de su tiempo con los fenómenos biológicos. Sería larguísima la
lista de autores y de obras que podría aportarse para lograr una puntuali-
zación crítica de las teorías de Freud. Las observaciones antropológicas,
como dice C. Thompson, por ejemplo, han demostrado que el complejo
de Edipo, tal como Freud lo describía, no es universal, Sino un producto de
la sociedad patriarcal monogámica.

Se puede prescindir de las indudables aportaciones valiosas de Freud:
los aspectos negativos, fácilmente identificables actualmente gracias a las
continuas observaciones científicas, no han de provocar —―—como ha suce-
dido con excesiva frecuencia- un rechazo de aquellas. Freud tuvo la acer-
tada e importantísima visión de iluminar los misterios de los primeros años
de la vida y de hacer que la ciencia los situara en un lugar principal. Los
disidentes del movimiento creado por el médico vienes también han tenido
que recurrir al estudio de la infancia como zona generadora de influencias
determinantes.

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