jueves, 3 de septiembre de 2009

Dialéctica de los Sexos IV


La vida es, en buena parte, repetición. En política e historia se habla de
tradición. Mantener la cotidianeidad de la vida y de la historia es el papel
consignado desde siempre a la mujer. En la repetición la presencia de la
libertad no se siente. Realmente no hace falta su presencia. Se elige una vez
y luego ya no es necesario hacer el esfuerzo de nuevas decisiones.

Frente a esta concepción del futuro Se levanta otra en la que la vida es
trascendencia, evasión de sí misma, salida. Hay un acto libre espiritual, en
los linderos de la perfección. Existen formas primarias de elección vital
que son otra forma de libertad. Análogamente hay dos modos de trascender.

Existe una que es la que impulsa al hombre como ser finito en brazos de lo
infinito, es decir de Dios. De la propia limitación humana nace el impulso
a buscar un remedio a la angustia del hombre en las fuentes de la creencia
en un principio absoluto anterior a él y de quien él ha recibido el Ser. Pero
hay otra forma de trascendencia que es la que Camus llamaba la "trascen-
dencia del hombre sin Dios". En ella la existencia humana se ve impulsada
a evadirse de las torturas de la repetición. En ella se busca, en cada acto de
la vida cotidiana, algo nuevo que lo ilumine. ES un descubrimiento de nuevas
geografîas del sentido de la vida. Tradicionalmente, la pasividad de la mujer
y la actividad del hombre se enroscaban en torno a estas dos actitudes frente
al futuro. Pues bien, la mujer actual, o por lo menos aquellas en las que
el proceso de "concienciación" alcanza lucidez más elevada, se niega a
vivir su vida sumergida en ese mundo lunar de la inmanencia histórica.

Quiere participar en esa apertura vital que la impele a trascender. Cuando
en el lenguaje coloquial se dice "quiero vivir mi vida" se expresa ese mismo
deseo. La mujer actual quiere conquistar su libertad como mujer. Este es
su objetivo.

La aventura de la libertad en cualquier forma que se viva es gozosa,
pero esta cargada de riesgos. Detengámonos sólo en un punto: la experien-
cia amorosa. Todavía se considera que la aventura central de la mujer es
la experiencia amorosa. ¿En qué consiste la conquista de la libertad en ese
punto? ¿Hay una diferencia entre las mujeres de antes y después de Hiroshi-
ma? En Tous los hommes sont mortels Se lee: "No le gustaban más que las cosas
prohibidas", refiriéndose a una muchacha. ¿ES que la conquista de la liber-
tad en la aventura amorosa no puede consistir más que en la búsqueda del
placer de todo lo prohibido? Existe toda una novelística que nos ofrece,
con caracteres mas plásticos y acusados que la realidad misma, a dónde
lleva esa situación. Pierre de Boisdefre dice en su libro Metamorfosis do la lite-
ratura, hablando de la generación de la segunda mitad de este siglo: "La
juventud ya no es un alibi, la juventud se pierde —como el eterno femeni-
no— y así es mejor. El amor cortés, esa bella invención retórica ha muerto;
hace falta mucho tiempo para hacer la corte a una mujer; Se la posee y se
acabó; o se compromete uno con ella para siempre...".

Las muchachas de hoy —muchas de ellas- quieren vivir su libertad y
así llenar su vida. Parten, sin saber metafisica, del principio de que la liber-
tad absoluta es posible y así rellenan de contenido su existencia. No esperan
al futuro marido ejercitándose, mientras tanto, en las pequeñas disciplinas
del ama de casa. No esperan siquiera al hombre. Este viene como un "acto
gratuito” más. También en el amor aparece el acto gratuito, es decir, el acto
sin sentido. La vida humana para Ser tal ha de consistir en un encadena-
miento de actos, de tal suerte que el nuevo conceda sentido al anterior. En
el acto gratuito, por ejemplo, en el crimen Sin sentido de los "hippies", Se
está en los límites de lo humano o de lo anormal, porque resulta infrahumano.

Es mas, ese vivir en una tierra de nadie, en la que florece de vez en cuando
lo un amor gratuito, es el camino más seguro del tedio. La luz que colorea las
novelas de Françoise Sagan es la del tedio.

La dinámica es clara: Se quiere Salir de la monotonía de la repetición .
por el salto a la libertad- Pero la libertad obtenida con el salto, la libertad
gratuita, esa pretendida libertad absoluta, en lugar de enriquecer la vida
la corroe y de su corrosión nacen la angustia y el tedio. La vida se aniquila
con la muerte, pero otra forma de aniquilarla es desecarla de valores hu-
manos e infiltrarla de nihilismo. No conozco literatura más triste que la de
muchas recientes novelas. Helena, la protagonista de Le sang des autres está
invadida por el tedio, "eSe tedio que tiene el agrio olor de la leche cortada,
era la carne misma de la que estaba hecha".

Resulta además pavoroso pensar que el acto gratuito de cualquier clase
que sea -erótico o agresivo-, va íntimamente ligado a las situaciones
radicales: angustia, miedo, náusea, precisamente porque en esas situacio-
nes la vida resulta absurda v sin sentido. Les falta la substancia que rellene
los momentos de una vida sana y, en lugar de ella, aparece, al trasluz, el va-
cío de la vida misma. P
En resumen, la situación de la mujer en la actualidad es la siguiente:
se ha descubierto a sí misma y en ese descubrimiento ha afirmado su exis-
tencia y por tanto ha puesto en juego su libertad. Pero este es un punto de
partida y no de llegada, y como tal punto de partida, es necesario que la
mujer reconozca en él su especificidad, su propia "alteridad".
Estamos de acuerdo en que muchas de las cualidades atribuidas a la
mujer a lo largo del tiempo no son cualidades primarias, ligadas al sexo,
sino secundarias, impuestas por la atmósfera cultural en la cual ha vivido.

Los estudios antropológicos de Margaret Mead han puesto de manifiesto
hasta que punto eso es verdad. Pero el reconocimiento del carácter subsi-
diario de tales cualidades en modo alguno autoriza a negar su "alteridad",
es decir, el ser "otro" de la mujer con respecto al varón. Es una diferencia
cualitativa y no cuantitativa.

La conquista de la libertad en la mujer se ha proyectado sobre el plano
político y sobre el del trabajo. Lo que han dado de sí, hasta ahora, las liber-
tades políticas respecto a la mujer ha quedado ya reflejado en lo dicho ante-
riormente. Ôtras consideraciones análogas podríamos hacer respecto al mundo
del trabajo. Poco a poco se va adquiriendo el convencimiento de que también
aquí la proyección social de la mujer tiene sus limitaciones. Ella está más
P adaptada o más capacitada para determinados tipos de trabajo, mientras
que hay otros que parecen repeler su propia naturaleza.

La conquista de la libertad en la aventura central de la mujer, que es
el amor y la experiencia sexual, también tiene sus limitaciones, so pena de
que termine en la estepa nihilista. Es necesario, pues, que al mismo tiempo
que se abren las compuertas históricas y se acepta que la mujer contribuya
de una manera decisiva a la constitución del mundo actual, Sepa aquélla
elegir sus propios caminos.

En páginas anteriores me he ocupado de las diferencias antropológicas
específicas entre la mujer y el hombre. Podríamos decir, si no fuera porque
las palabras tienen ya un significado preciso en ciertas escuelas de psicolo-
gía, que la mujer es introversiva y el hombre extroversivo. La extroversión
del hombre hace que sienta el mundo como resistencia y que tienda a con-
vertir en cosas, contra las cuales dirige su agresividad, todos los puntos de
resistencia con que tropieza en su aventura vital. La mujer, en Cambio, es
creadora de vida, y esto no sólo en un puro plano biológico, sino en el plano
antropológico. La presencia a’e la mujer es la que hace humana al varón. que esta
siempre amenazado de deshumanizarse por su propia actividad excentrica.
Esta fidelidad a la propia Continuidad de la vida, podríamos decir, es la que
queda reflejada en la expresión "el eterno femenino". No se habla del "eterno
masculino" porque en el varón la existencia parece que se despliega a saltos,
en quiebras y en discontinuidad. En el mundo mitológico la mujer era la
Tierra, la substancia de la que procedía la vida misma y la que aseguraba
la continuidad de la vida. Bien esta que la mujer no se contente hoy en día
con ser un mero espectador pasivo en el teatro de la historia, pero que no
abandone la fidelidad a su propia y substancial manera de ser.

No se pueden pedir, cuando se habla de estos problemas, fórmulas defini-
tivas, caminos claros que los solucionen. Mucho menos se le pueden pedir
a quien piensa, como yo, que lo fundamental es la presencia del misterio en la
vida. No se puede concebir la historia humana como un teorema, sino como
un despliegue, un desarrollo, de un núcleo misterioso y escondido del cual
procede la aventura humana. No se puede pedir el desciframiento de cuál
va a ser la proyección futura de esta toma de conciencia que la mujer actual
ha hecho de su propio ser. Lo único seguro es que su gran fuerza procede
de la conservación de su propio núcleo originario y, por tanto, de su pro-
pio misterio. "Sed misteriosas" decía Gauguin. La fuerza de la mujer esta
en el misterio.

Están las mujeres frente a un mundo nuevo. Mundo que han de crear
con la gigantesca aventura de su nueva libertad. Sólo habría que desear
que el vértigo de la libertad no las ciegue. Nada hay más conservador que
la mujer en el seno de una sociedad conservadora. Nada hay más revolu-
cionario que ella en el seno de una sociedad revolucionaria. Que el goce
de lo nuevo no haga olvidar a la mujer su fidelidad a su propia constitución
y esencia. El olvido de la fidelidad a sí misma en la realización de su vida
es el peor de los males. Es una manera de destruirse, de aniquilarse y de vivir
en los aledaños de la nada.

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